La vida una gran mentira,
cuantos quisieran tené
pa comé lo que otros tiran.
Siempre me gusta darle un último repaso a revistas y periódicos antes de depositarlos allí donde reposan olvidadas las hojas muertas: en el buzón azul hidráulico que lo mismo engulle noticias que folletos de “Carrefour”. Todo, incluyendo nuestras vidas, sujeto al implacable rodillo del reciclaje. Antes de tirarlo, me entretengo en hojear el suplemento dominical “Magazine” del pasado domingo día 14 de noviembre y, el contenido del mismo, me hace reflexionar sobre la complejidad de la sociedad que nos ha tocado vivir. En la portada se vislumbra un montón de casas en ruina en la cruelmente maltratada Haití. En la misma se ve a un muchacho haitiano golpeando con un mazo la techumbre de algo que alguna vez fue su casa. Tiene 18 años de edad y ha perdido a toda su familia (padres, abuelos, y 6 hermanos). Debajo un acertado titulo: “El lamento de Haití”. Como subtitulo se nos dice que: “Diez meses después del terremoto, el país antillano sigue sin levantar cabeza”. Avanzo lentamente por las páginas de este suplemento y me deja evidencias palpables de que la vida transcurre en dos direcciones. Justo en el reverso de tan trágica portada se nos aparece un pensativo Leonado DiCaprio, luciendo en su muñeca izquierda un soberbio reloj de la marca TAGheuer. Paso tan solo una página y veo a una hermosa muchacha -parece de porcelana- vestida de riguroso rojo, rodeada de una ingente cantidad de perfumes del mismo color rojizo y perteneciente a la firma CH (Carolina Herrera). Una hoja más adelante me encuentro con el piloto de Formula 1, Mark Webber, luciendo unas esplendidas gafas de sol de la marca Prada. Después unos personajes, que parecen sacados de la película Matrix, portando unas bolsas negras y cubiertos con unas gafas de sol (ignoro cual de las dos cosas se anuncia, bolsos o gafas, la marca es DIRK BIKKEMBERGSS). Prosigo esta lenta andadura comercial, hasta poder llegar al reportaje sobre Haití, y me tropiezo con un joven galán cómodamente despatarrado en un lujoso descapotable rojo. Nos anuncia que usa CH Men. Un poco más y aparece un pantallón enorme de televisión –disponible hasta en 46”-, llamado BAN&OLUFSEN. Después viene un “peluco” verdaderamente majestuoso y que cuesta 6.710 euros, se llama el bello artefacto BREITLING. Paso algunas páginas y me doy de bruces con un keniata flotando en el aire junto a un explorador al que le saca medio metro. Dos indígenas miran sonrientes desde el suelo este mágico proceso de levitación. Todo conlleva a que sepamos valorar las excelencias de una diminuta cámara de video llamada HANDYCAM. Como epilogo de esta aventura comercial me encuentro con la escritora Ángela Becerra que nos recomienda que cada atardecer, al finalizar el día, nos premiemos con una copa de CODORNIU. ¡Por fin! consigo llegar al reportaje que se nos anuncia en la portada. Sobrecogedores testimonios de gente que, de manera heroica, están luchando contra las terribles condiciones de un país que, paradojas de la vida, fue el primero en conseguir la independencia en Latinoamérica. De la ayuda prometida por representantes de 138 países, el FMI y el Banco Mundial, 9.900 millones de dólares, no les ha llegado ni el 20%.
Los datos que se nos ofrecen son terribles: 1.000.000 de personas viven bajo lonas en 1.200 campamentos. Los fatídicos 35 segundos que duró el terremoto provocaron 220.000 muertos; 300.000 heridos y 2,3 millones de desplazados en un país de algo más de 9.000.000 millones de habitantes (cuando se configuró este reportaje todavía no había hecho su aparición la epidemia de cólera que ya se ha cobrado, en una semana, más de 1.500 muertos. Me comenta un médico amigo que esta enfermedad tiene un tratamiento muy simple: mantener perfectamente hidratado al enfermo. ¿Pero como se puede hidratar a nadie en un país que carece de agua y sumido en la más profunda de las miserias?).
Cohabitamos con el horror y la injusticia más aterradora. Estamos inmersos en una Sociedad de Consumo donde la hora del Tercer Mundo la vemos reflejada en relojes de 6.700 euros. Unos esperando que den las cinco para el té y, otros, muriendo de cinco en cinco sin que les llegue ninguna clase de ayuda. Ricachones horteras que a través de programas de televisión (¿Quién vive aquí?) nos muestran sus lujosas mansiones y su excelso nivel de vida. Mujeres en su madurez intentado ganarle la batalla a los años, invirtiendo miles de euros para conseguir el inútil elixir de la juventud (“Mujeres ricas”, creo que se llama el programa). Se confunde la legítima aspiración de mejorar el nivel de vida de las personas con una inmoral ostentación de riqueza y poderío material. Gentes vacías que no tienen más valor que aquel que les proporciona su dinero. Nadie fue nunca admirado, ni afectuosamente recordado, por sus caudales sino por sus sentimientos. La dura y hermosa aventura de vivir se creó para dar y nunca para recaudar. Morirán con la duda de si quien le rozó la mano lo hizo por cariño, o para que la abriera y ver lo que tenía dentro. La vida en dos dimensiones: la que lleva a la gente noble y solidaria hasta Haití y, aquella, que dimana del lujo y el vacío existencial. Nada nuevo bajo el sol.
cuantos quisieran tené
pa comé lo que otros tiran.
Siempre me gusta darle un último repaso a revistas y periódicos antes de depositarlos allí donde reposan olvidadas las hojas muertas: en el buzón azul hidráulico que lo mismo engulle noticias que folletos de “Carrefour”. Todo, incluyendo nuestras vidas, sujeto al implacable rodillo del reciclaje. Antes de tirarlo, me entretengo en hojear el suplemento dominical “Magazine” del pasado domingo día 14 de noviembre y, el contenido del mismo, me hace reflexionar sobre la complejidad de la sociedad que nos ha tocado vivir. En la portada se vislumbra un montón de casas en ruina en la cruelmente maltratada Haití. En la misma se ve a un muchacho haitiano golpeando con un mazo la techumbre de algo que alguna vez fue su casa. Tiene 18 años de edad y ha perdido a toda su familia (padres, abuelos, y 6 hermanos). Debajo un acertado titulo: “El lamento de Haití”. Como subtitulo se nos dice que: “Diez meses después del terremoto, el país antillano sigue sin levantar cabeza”. Avanzo lentamente por las páginas de este suplemento y me deja evidencias palpables de que la vida transcurre en dos direcciones. Justo en el reverso de tan trágica portada se nos aparece un pensativo Leonado DiCaprio, luciendo en su muñeca izquierda un soberbio reloj de la marca TAGheuer. Paso tan solo una página y veo a una hermosa muchacha -parece de porcelana- vestida de riguroso rojo, rodeada de una ingente cantidad de perfumes del mismo color rojizo y perteneciente a la firma CH (Carolina Herrera). Una hoja más adelante me encuentro con el piloto de Formula 1, Mark Webber, luciendo unas esplendidas gafas de sol de la marca Prada. Después unos personajes, que parecen sacados de la película Matrix, portando unas bolsas negras y cubiertos con unas gafas de sol (ignoro cual de las dos cosas se anuncia, bolsos o gafas, la marca es DIRK BIKKEMBERGSS). Prosigo esta lenta andadura comercial, hasta poder llegar al reportaje sobre Haití, y me tropiezo con un joven galán cómodamente despatarrado en un lujoso descapotable rojo. Nos anuncia que usa CH Men. Un poco más y aparece un pantallón enorme de televisión –disponible hasta en 46”-, llamado BAN&OLUFSEN. Después viene un “peluco” verdaderamente majestuoso y que cuesta 6.710 euros, se llama el bello artefacto BREITLING. Paso algunas páginas y me doy de bruces con un keniata flotando en el aire junto a un explorador al que le saca medio metro. Dos indígenas miran sonrientes desde el suelo este mágico proceso de levitación. Todo conlleva a que sepamos valorar las excelencias de una diminuta cámara de video llamada HANDYCAM. Como epilogo de esta aventura comercial me encuentro con la escritora Ángela Becerra que nos recomienda que cada atardecer, al finalizar el día, nos premiemos con una copa de CODORNIU. ¡Por fin! consigo llegar al reportaje que se nos anuncia en la portada. Sobrecogedores testimonios de gente que, de manera heroica, están luchando contra las terribles condiciones de un país que, paradojas de la vida, fue el primero en conseguir la independencia en Latinoamérica. De la ayuda prometida por representantes de 138 países, el FMI y el Banco Mundial, 9.900 millones de dólares, no les ha llegado ni el 20%.
Los datos que se nos ofrecen son terribles: 1.000.000 de personas viven bajo lonas en 1.200 campamentos. Los fatídicos 35 segundos que duró el terremoto provocaron 220.000 muertos; 300.000 heridos y 2,3 millones de desplazados en un país de algo más de 9.000.000 millones de habitantes (cuando se configuró este reportaje todavía no había hecho su aparición la epidemia de cólera que ya se ha cobrado, en una semana, más de 1.500 muertos. Me comenta un médico amigo que esta enfermedad tiene un tratamiento muy simple: mantener perfectamente hidratado al enfermo. ¿Pero como se puede hidratar a nadie en un país que carece de agua y sumido en la más profunda de las miserias?).
Cohabitamos con el horror y la injusticia más aterradora. Estamos inmersos en una Sociedad de Consumo donde la hora del Tercer Mundo la vemos reflejada en relojes de 6.700 euros. Unos esperando que den las cinco para el té y, otros, muriendo de cinco en cinco sin que les llegue ninguna clase de ayuda. Ricachones horteras que a través de programas de televisión (¿Quién vive aquí?) nos muestran sus lujosas mansiones y su excelso nivel de vida. Mujeres en su madurez intentado ganarle la batalla a los años, invirtiendo miles de euros para conseguir el inútil elixir de la juventud (“Mujeres ricas”, creo que se llama el programa). Se confunde la legítima aspiración de mejorar el nivel de vida de las personas con una inmoral ostentación de riqueza y poderío material. Gentes vacías que no tienen más valor que aquel que les proporciona su dinero. Nadie fue nunca admirado, ni afectuosamente recordado, por sus caudales sino por sus sentimientos. La dura y hermosa aventura de vivir se creó para dar y nunca para recaudar. Morirán con la duda de si quien le rozó la mano lo hizo por cariño, o para que la abriera y ver lo que tenía dentro. La vida en dos dimensiones: la que lleva a la gente noble y solidaria hasta Haití y, aquella, que dimana del lujo y el vacío existencial. Nada nuevo bajo el sol.
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