Termina septiembre y con él la semana número 39 en el almanaque de este agitado
y convulso Año del Señor del 2012. Se van acortando las tardes para irnos
preparando en los preámbulos de los días otoñales. La maquinaria de la Ciudad ya
está engrasada y dispuesta a que los días pasen sus horas inmersos en la
incertidumbre. Septiembre no es un mes cualquiera –posiblemente ninguno lo sea
en Sevilla- y siempre se nos presentó como una vuelta a la, hoy añorada, rutina.
Comienzo de casi todo y final de lo dulce y vaporosamente efímero en los días
estivales. Se decía que lo importante es que todos volviéramos sanos y salvos.
Entonaremos el “presente” cuando el Sacristán Mayor de la Ciudad pase la
correspondiente lista. Guarderías, colegios y universidades abren sus puertas y
estrenan cursos e ilusiones. Los comercios abren –o mejor abrían- sus puertas
retirando sus polvorientos carteles de “Cerrado por vacaciones”. Quedará fuera
un reducto de sevillanos que prefieren huir de los agobios agosteños para disfrutar
su asueto en el mes “membrillero” por excelencia. Posiblemente, octubre será
donde ya el ciclo de los “desmarques” quede definitivamente cerrado. La “pelota”
empezó a rodar en la segunda quincena de agosto y, se quiera o no, esto siempre
marca las relaciones sociales de la Ciudad. Por mi inveterada y genética “batalla”
hacia las calores, reconozco que contra más se aleja el verano más me acerco al
sosiego de la templanza en las temperaturas. Nos espera un otoño caliente y, un
invierno, una primavera y un verano de protestas callejeras. Nadie debe quedarse
al margen ante el cúmulo de tropelías que están cometiendo los que mandan
contra los más desfavorecidos. Está en el aire nuestro presente y, lo más
importante, el futuro de nuestros hijos y nietos. De manera pacifica y civilizada
debemos mostrar nuestra más absoluta repulsa ante los desmanes de los
poderosos. Han desactivado los derechos sociales adquiridos después de muchos
años de luchas y sacrificios. Los políticos –de todo signo y condición- han
convertido España en un cortijo –el suyo- donde han llenado sus alforjas a costa de
vaciar las nuestras. Siempre, eso si, los “malos” serán los otros. Lo triste es que
todo estaba interesadamente adulterado. Los Sindicalistas cuelgan los “trajes de
funcionarios” buscando en sus trasteros pancartas y silbatos. La Izquierda
esconde las tarjetas visa-oro y tramitan apresurados las de Mercadona. La
Derecha, en un dudoso ejercicio de “bondad cristiana”, nos arruinan el presente
para salvarnos en el futuro (¿). La llamada pomposamente clase-media baja
cuatro escalones en la escala social, y no sabe como decirles a sus “cachorros” que
se acabaron los caprichos. Termina septiembre y el viento por el Aljarafe
barrunta tormenta. La Historia nos recuerda lo tremendamente peligroso que
resulta no conocerla en profundidad. Termina septiembre y empieza la cuenta
atrás de un nuevo y compulsivo tiempo en la Ciudad. Antonio Gramsci desde
Italia se limpia sus lentes y las campanas de la razón tocan a rebato. El acorazado
Potemkin está anclado en el Muelle de las Delicias y nadie parece darse cuenta.
Nada existe más revolucionario que el hambre de los pueblos. Octubre espera
impaciente su estreno sevillano. Se va septiembre y llegamos nosotros. Agarrarse
que vienen curvas.
domingo, 30 de septiembre de 2012
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