viernes, 28 de febrero de 2014

Borrón y cuenta nueva





Un empujoncito más y “Febrerillo el loco” se nos irá como había venido: enredado entre bufandas y ropa de abrigo. Su locura consiste en su pertinaz cajón de sastre meteorológico. Su fundamental aportación a la Ciudad es su cortedad en el almanaque de los días y por ser la antesala de la ya cercana Primavera sevillana. Siempre será recordado por su famoso día 23 cuando unos descerebrados quisieron volvernos de nuevo a la disciplina cuartelera. Afortunadamente salimos reforzados en nuestras convicciones democráticas y envainando los sables de la sinrazón para siempre. El frió lentamente se ha ido alejando de cuerpos y almas y todo lo que está por llegar dará pleno sentido a nuestra existencia sevillana. Aquí siempre nos movemos entre prólogos y epílogos. El presente se nos escapa de las manos sin que, en no pocas ocasiones, tengamos tiempo de saborearlo plenamente. Sevilla está llena de “proyectos” que pocas veces ven la luz y sombras que pocas veces ven las luces. Todo se justifica a través de las “herencia recibida” y los “Digo” y “Diego” se entremezclan como las enredaderas de los patios.  Estamos a la cabeza del Paro en un Ciudad donde, de manera vergonzosa, muchos niños pasan hambre y muchos ancianos pasan frío. Vivimos instalados en la desvergüenza más soez y los árboles no nos dejan ver el bosque porque ya no existen: los han talado para construirse muebles en los despachos enmoquetados. Febrero siempre significó un “borrón y cuenta nueva”.  Un paréntesis, corto y frío, que dentro de unos días empezará a tener su esperado y feliz desenlace.  Nos esperan los largos atardeceres donde más que tomar la calle es ella la que, amorosamente, nos tomará a nosotros.  Se nos marcha Febrero y las flores empezarán a brotar jubilosas para poder demostrarnos, de manera inequívoca, que esta tierra la hizo Dios para darle sentido a la Primavera. Se repetirá, una vez más, el ciclo sentimental de la Ciudad: su sempiterno “borrón y cuenta nueva”.

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