Cada día que pasa -siendo ya muchos- estoy convencido de que mi
frustrada vocación es la de sociólogo. Sin petulancia por mi parte me considero
un fino y sagaz observador de cuanto me rodea y trato de analizar el comportamiento
de las personas con las que comparto espacio y tiempo. No lo hago desde una
curiosidad tendente al cotilleo sino más bien desde unos posicionamientos
vitales. El bus municipal se me
manifiesta como el máximo exponente del comportamiento de no pocas personas. Suelo
cogerlo un par de veces al día y en el mismo coinciden personas de distintas
edades, sexos y condición social. Bien
es verdad que ahora con los whatsapp la
gente habla más bien poco y así es muy difícil
poder formarse una opinión de cuanto te rodea. Con la aparición de los
distintos canales de televisión, las
redes sociales y los nuevos artilugios las cosas han variado de manera bastante
ostensible. Se ha producido una verdadera revolución en nuestra manera de
pensar, sentir y, sobre todo, expresarnos.
La verdad es que suelo ver muy poca televisión (de la radio soy un
auténtico fanático) y solo lo hago en momentos puntuales. De vez en cuando me
gusta ver algunos concursos para comprobar el nivel de los concursantes. En no pocas ocasiones te lleva grandes
sorpresas al comprobar el “nivelito” cultural mostrado por algunos/as (incluso
con títulos universitarios). Lo que si de un tiempo a esta parte llama mi
atención es como siempre pretenden atrapar “el
minuto de gloria televisiva”. Más que demostrar habilidad y destreza
concursando para poder optar a algún premio se trata de hacerse notar. Le piden
“permiso” al conductor del programa para contar un chiste, cantar una canción
o, simplemente, hacer alguna gracieta. Algo que logre perpetuarlos mediáticamente
de por vida y de lo que poder presumir en el trabajo, la universidad o en la
visita a la frutería del barrio. Vivimos una época donde muchos de nuestros
comportamientos son inducidos por los ideólogos de turno. No solo secuestran
nuestra manera de pensar y sentir sino también la posibilidad de expresarnos
libremente. “Salir en la tele” y
desperdiciar la oportunidad de hacerse notar es algo a lo que pocos parecen
estar dispuestos. La gloria en un minuto
o, mejor, el minuto de gloria.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 1 de Junio del 2016
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