domingo, 30 de junio de 2013

Presunto abducido




Pasaron muchas cosas desde que Avelino, presuntamente, falleció. Pero, para empezar, es que no estaba muerto que no: que estaba tomando cañas. Fue una mañana a pescar al Muelle de la Sal y ya no volvió. Allí encontraron su macuto con los avíos de pescar; un transistor; un folleto de Carrefour; un taburete plegable; una litrona de cerveza medio vacía; una gorra del Betis y un bocadillo de mortadela a medio empezar. Todos los intentos por encontrar a Avelino fueron infructuosos. Se organizaron batidas por los alrededores y hasta se dragó la parte del río más cercana a su posición pesquera. Todo resultó inútil. Lo cierto es que a Avelino y a su caña de pescar parecía que se los había tragado la tierra. Pasaron dos largos años y ya familiares y amigos lo daban por muerto. Hasta le hicieron una misa en la Iglesia del Santo Ángel a su memoria (y a la de su caña de pescar). Un día sonó el timbre en casa del difunto y su desconsolada viuda salió a abrir la puerta. Cuando tuvo enfrente a quien llamaba se cayó literalmente al suelo victima de un soponcio. Allí estaba sonriente Avelino con su caña de pescar al hombro. Cuando nuestro “Pescador de Coplas” pudo reunir algo más calmada a su incrédula familia les contó lo que realmente le había pasado. Avelino había sido abducido y conducido muy a su pesar por dos alienígenas a una nave extraterrestre que habían aparcado en el P1 de la explanada de la Feria. Dice que lo llevaron a un planeta donde todos eran verdes y de estaturas muy similares. Pensó, dada su condición verdolaga, que al menos allí parecían ser todos béticos. El motivo de su abducción era para que enseñara a pescar a los aburridos habitantes de Verdilandia. La enseñanza se hizo más larga de la cuenta dado que en aquel planeta no tenían agua y mucho menos peces. Al final consiguió que lo devolvieran a su lugar de origen. Su familia al escuchar este relato no sabían si Avelino se había vuelto loco o si estaban todos soñando. Eso si, nuestro hombre tenía mucho interés en conocer tres cosas: la salud de su familia, el estado coyuntural de su Betis y la situación del país. Le dijeron que todos estaban bien y que el Betis se había clasificado para la UEFA.  Su yerno, un profesor de Instituto en paro, le comentó algunas incidencias española dignas de mención:

Que la hija del Rey y su esposo estaban siendo investigados por la Justicia. Que al tesorero del Partido en el Gobierno le habían descubierto cuentas en Suiza por valor de 47 millones de euros. Que este tesorero, presuntamente, repartió por doquier sobres con sobresueldos. Que el Presidente del Tribunal Supremo tuvo que renunciar por uso inadecuado de los fondos. Que el expresidente de la Patronal (el mismo que decía que había que trabajar más por menos dinero) estaba en la cárcel por presunto delito de ocultación de activos y lavado de dinero. Que los EREs en Andalucía no estaban dejando títere con cabeza. Que…

Avelino no le dejó continuar. Dejándolos estupefactos salió corriendo con su caña en dirección a la azotea. Una vez allí grito desaforado mirando al cielo: ¡No dejarme aquí mamones!  ¡Bajad por mí cabrones!

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