Llovían gotas de sangre
procedentes del costado
del Hijo de Dios.
Alguien dijo allí arriba:
“Yo que tú bajaba de nuevo”.
Las palomas volaban
-como tantas veces-
impregnadas del olor a pólvora.
El llanto de los niños
se hacia insoportable.
A las madres ya no les
quedaban lágrima que verter.
El mar abrió su cremallera
de siglos para acoger
a los hijos de la miseria.
El tintineo de las monedas
sonaba en los campanarios.
La mentira se adueñaba
de todas las casapuerta.
Los vampiros de la noche
le perdieron el miedo
a la luz de la mañana.
Los matemáticos
se olvidaron de sumar
y el folio en blanco
dormía en un cajón.
Mientras Dios se mece
su larga barba blanca
alguien dice de nuevo:
“Yo que tú bajaba de nuevo”.
Se hizo un espeso silencio
mientras sonaban a lo lejos
las trompetas de Jericó.
(de “Las Siete Revueltas”-2011)
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