viernes, 25 de octubre de 2013

El reverso de la luna





Pasamos de la niñez a la juventud, de la juventud a la madurez y de esta a la vejez impregnados y condicionados por los momentos vividos. Un reguero de gozos y penas envueltos en las circunstancias personales de cada uno. Las secuelas que dejan las horas y los días son un fiel reflejo de que nada ni nadie pudo nunca detener el tiempo. ¿Quién ante un momento de plena felicidad no ha deseado que el tiempo se parase?  Este instante en el que  tecleo una letra en mi ordenador ya forma parte del pasado. Tan solo la Literatura, la Música, el Teatro y el Cine son capaces de eternizar las emociones. Precisamente por eso: su capacidad de eternizarnos a través de la emoción compartida. Todo lo demás es efímero y con fecha de caducidad en el tiempo. Nuestros amoríos y lo que fuimos –en cualquier faceta de nuestra vida- siempre entrará en contradicción con lo que somos y sentimos en el presente. El tiempo, en sus epílogos,  nos mostrará inmisericorde su rostro más amargo. Vamos de nuestro corazón a nuestros asuntos sin solución de continuidad.  Nuestros hijos son los padres de nuestros nietos y nosotros ya somos el primer eslabón de esta cadena sentimental. La luna refleja su resplandor formando ríos de plata pero también tiene un cerco negro que presagia la lluvia. No hay dos sin tres. Unos solo encuentran sentido a sus vidas hablando del pasado; otros haciéndolo sobre el futuro y algunos, los menos, comentando –y viviendo- el presente. La vida es fundamentalmente el hoy. El ayer ya está vivido y el futuro siempre estará por vivirse. Dios –o la Madre Naturaleza- nos concede una porción de tiempo imprevisible para que, al menos, intentemos ser felices y dejar alguna huella de nuestro paso por la vida. Buscamos la trascendencia llenando las alacenas de cosas materiales y dejamos vacío nuestro espacio sentimental. Ninguna ciudad como Sevilla manifiesta de manera más nítida el paso del tiempo. Su Historia es una lucha contracorriente para perpetuar el presente de cada momento histórico. Siempre actualizamos lo insustancial para intentar vivir de los retazos de nuestra Historia. Presente, pasado y futuro unidos tras las murallas del Alcázar. Esa es la lectura que Sevilla pide a voces – la inmediatez- y a la que siempre prestamos oídos sordos. El presente atado con alamares al reverso de la luna.

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