“Con el rumor de la ola
cuando baja la marea
se duerme mi niña Lola
entre sabanas de sea”
Decir cuanto han significado mis nietos en mi vida se me representa
algo muy fácil de sentir y también de explicar. Son situaciones afectivas que
solo pueden entender los que han pasado por esta gozosa experiencia: la de ser
abuelos. Los visito por la distancia una
vez a la semana. Tomo un tren de cercanías hacia Dos Hermanas y cuando lo veo
llegar toma forma el momento más feliz
de la semana. Me vuelvo con la moral muy alta después de verlos felices y con
unos padres que los cuidan con grandes dosis de cariño y esmero. Como suele ser habitual entre hermanos mis
nietos son distintos en lo físico y puede que incluso en el carácter. Mi Rafa (con que alegría utilizamos el
posesivo con los nietos) tiene cuatro años y es moreno, reflexivo y con una risa capaz de
fundir la nieve de las montañas. Mi Lola
es un torbellino rubio de poco más de dos años de edad. Dinámica y con una vivacidad verdaderamente
extraordinaria. Sabe más que Briján y
tenerla en brazos es como mecer la luna una noche de verano. Son ellos los que en definitiva terminan por
despejarnos todas nuestras dudas existenciales.
Ellos vuelan libres y enredan en su vuelo nuestra más que patente
alegría de abuelos recién estrenados. Las dudas que nos atrapaban se nos
despejan de la noche a la mañana. Al final todo cobra sentido. “Se acostumbró el gorrión / al ruido de los
coches / y no me acostumbro yo”. Como es lógico y natural te preocupas en
exceso si sabes que andan “malusquillos”.
Malcriarlos por parte de los abuelos forma parte del guión de la vida
procurando siempre no entrar en contradicción con los criterios educativos de
sus padres. Ahora comprendo el profundo
cariño que mi padre les tenía a sus nietas y cuanto disfrutaba cuando venia a
verlas. Afortunadamente la vida en lo
afectivo es repetitiva y monocorde. Varían las formas de las cosas pero el
fondo permanece inalterable. Un día te dijeron “cuando seas padre comerás
huevos” pero nadie te dijo que de abuelo serías el dueño de la granja. Hoy, cuando está a punto de comenzar el Curso
Escolar de los nietos de Andalucía, es una buena ocasión para reivindicar el
cariño que se engarza y cobra vida por
entre los eslabones de los sentimientos.
La vida se ejemplifica en una cometa:
los padres ponen la materia; Dios pone el viento; los nietos tiran de la cuerda
y los abuelos observan pensativos sus vaivenes.
El ciclo de la vida en perpetuo movimiento.
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