“El poema quiere engañar al
tiempo
y el sufrimiento lo derrota”
- Juan Gelman –
A pesar de nuestra denodada lucha por conseguir de todas las formas
posibles la trascendencia siempre, absolutamente siempre, termina ganándonos la
batalla el tiempo vacuo. Lo intrascendente, banal y superficial acechándonos de
manera pertinaz por todas las esquinas. A nuestro pesar nadie habla ya de
nosotros ni incluso estando vivos todavía. Todo se relativiza a través de las
circunstancias y sus secuelas. El
Mercadillo del Jueves, al que acudo puntualmente cada semana, se me representa
como un ejemplo paradigmático de lo efímero de la existencia humana. Puedes
conseguir por un solo euro una medalla civil o militar que premió la
ejemplaridad de toda una vida. O bien un
libro en cuya primera página figura una emotiva dedicatoria. Una foto enmarcada
de una feliz pareja el día que contrajeron matrimonio. Una vieja plancha donde
posiblemente una abuela planchó con esmero el traje de Primera Comunión de su
ilusionada nieta. Todo, como la misma
vida, por los suelos y a precios de
auténtico saldo. Actualmente nada tiene más valor que aquello que determina la
inmediatez del momento presente.
Recuerdo hace unos meses que con motivo del cambio de Rey en nuestro
país todos los medios de comunicación y los cientos de tertulianos alabaron las
bondades de la modélica Transición Española. Pero cuantos se refirieron a los
hombres que la hicieron posible. ¿Quiénes nombraron a Francisco Fernández
Ordóñez, Luis Gómez Llorente, Fernando Abril Martorell, Jordi Solé Tura,
Gregorio Peces-Barba, Santiago Carrillo, Alfonso Guerra, Miguel Herrero y
Rodríguez de Miñón, Gabriel Cisneros….? Ninguna
referencia sobre los mismos como si la Transición nos hubiera caído del cielo. El tiempo es implacable y solo permanecen las
gestas históricas y las obras de Arte que alcanzaron con el tiempo la condición
de sublimes. Las personas que realizaron las mismas fueron reconducidas a la
condición de personajes y sus vidas ya forman parte del acerbo cultural de las
almas inquietas y curiosas. ¿Se hizo sola la Catedral y la Giralda de Sevilla?
¿Quiénes fueron los jardineros que crearon los jardines de la Alhambra? ¿Quién se
acuerda hoy que el Taj Mahal fue el resultado de una bella y trágica historia
de amor? Los seres humanos siempre tendemos a olvidar. Unas veces por
desmemoria, otras por desagradecimiento y, las más, por una tendencia natural a
la amortización de tiempos y personas. El tiempo vacuo imponiéndonos su férrea
dictadura. Posiblemente sea verdad
aquello de…”y mañana Dios dirá”.
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