Hace un par de días se produjo en el mundo del espectáculo una ruptura
sentimental que ha provocado un gran revuelo mediático. Brad Pitt y Angelina Jolie
después de doce años de convivencia y seis hijos en común (tres biológicos y
tres adoptados) se separan. Punto y
final a una pareja que estaba considerada en el Séptimo Arte la pareja de las parejas (entre dinero contante y
propiedades inmobiliarias seiscientos millones de dólares les contemplan). Eran
el matrimonio perfecto del Hollywood
más rutilante y glamoroso. Ellos reunían
de sobras las tres cualidades que, según Cristiano
Ronaldo, son imprescindibles para tener encima toda una legión de envidiosos compulsivos (belleza,
dinero y talento). Estos magníficos actores, Brad Pitt y Angelina Jolie,
cuentan con grandes y excelentes interpretaciones a sus espaldas. Se movían por
el mundo rodeado de sus hijos dando una idílica imagen de familia feliz.
Siempre implicados en causas solidarias y siempre intentando (no pocas veces
inútilmente) salvaguardar su intimidad de los pesados y temidos paparazzi. Como no podía ser de otra
forma la prensa sensacionalista no ha perdido la ocasión para contar (inventar
en no poco casos) los motivos de esta separación. La demanda de divorcio parece
ser que la puso Angelina aduciendo en
su pareja problemas de drogas, infidelidades y una manera de educar a la “tropa” con la que no estaba de acuerdo.
En estos casos, donde hay mucho dinero por medio, son los abogados los que se
terminan frotando las manos. Nunca entendí del todo que el ser famoso lleve
implícito que se pueda vulnerar de continuo y de manera mezquina la privacidad
de las personas. Triunfar en una profesión no debe (o no debía) llevar
acarreado el carecer de un derecho fundamental como es la vida privada.
Afortunadamente los sevillanos andamos estos días en temas más “serios y trascendentes”. Estamos
involucrados en un referéndum para aprobar la reorganización de la Feria de Abril. ¡Todo
sea por el turismo!
Juan Luis Franco – Jueves Día 22 de Septiembre del 2016
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