Ayer lo vi por la mañana en el Mercadillo
del Jueves. Hacia tiempo que no tenía noticias suyas y el verlo todavía en
buena forma me llenó de satisfacción. Era el “guaperas” del grupo y el que, sin proponérselo, tenía más
predicamento entre las “jóvanas”. Más
que un buen amigo lo considero un hermano de sentires flamencos y adolescencia
compartida. Nos abrazamos y después, durante un buen rato, compartimos café y
recuerdos. Le hice una pregunta que
hacía años me rondaba por los vericuetos de mi atolondrada cabeza: “Germán, siempre he querido preguntarte en
clave machinera…. ¿cómo se pueden
querer dos mujeres a la vez y no estar
loco? Me contestó en la misma clave machinera. “Una es
el amor sagrado, compañera de mi vida, esposa y madre a la vez, la otra es el
amor prohibido, complemento de mis ansias y a quien no renunciaré. A las dos las quiero igual: la una por
callaita, la otra por descará. Una,
gitana de verde luna y la otra castellana de recia cuna. Una es la noche estrellada que te lleva a la
locura y la otra un amanecer luminoso que te devuelve la cordura. Una te hace
sentirte corcel desbocado galopando por la orilla de la playa y la otra te sube
a un carruaje donde paseas por los caminos de la vida entre luces y sombras.
Una es águila real y la otra pájaro de
nido. Una lleva un anillo con una fecha por dentro y la otra siempre anda
soñando con dejar de ser la otra. Vivo dentro de un triangulo que a pesar de su
fragilidad nunca ha terminado de romperse. Solo aspiro a ser recordado como
alguien que murió –y sobre todo vivió- con el corazón repartío. Un verso suelto
en una sociedad que solo acepta los poemarios completos. Dos mujeres y un dilema sentimental que
el bueno de Germán arrastra como
buenamente puede desde que se hizo hombre. Las “cosas
del queré” que no tienen una
racional explicación. ¡Que sabe nadie!
Juan Luis Franco – Viernes Día 16 de Septiembre del 2016
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