lunes, 12 de diciembre de 2016

Lavarse las manos



“¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza
fingiendo no ver nada?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
la respuesta  está flotando en el viento”
- Bob Dylan -


Era una frase recurrente que siempre te acompañaba en el desarrollo de tu infancia. Siempre había alguien que de inmediato te mandaba lavarte las manos o simplemente te preguntaba… ¿Chico te has lavao las manos?  Las manos con sus diez deditos debían estar siempre en perfecto estado de revista (mi abuela añadía una buena limpieza en las orejas).  Venias de jugar a la pelota, la lima, el trompo o las bolas en la calle y era más que previsible que tus manos estuvieran sucias y llenas de bacterias. ¡Dios sabrá donde has metio las manos! te decían como argumento fundamental. Prioritariamente era antes de las comidas cuando te exigían esta necesaria limpieza en la terminación de tus extremidades superiores.  Luego, con el paso de los años, has sido tú quien ha sido el ordenante de que se cumpliera tan necesaria tarea de limpieza corporal. También el tiempo te enseña que hay maneras de lavarse las manos sin tener que mojárselas siquiera.  Esta modalidad la inició Poncio Pilato al ver la tremenda injusticia que se estaba cometiendo contra el mayor de todos los inocentes. Se lavó las manos para dejar testimonio histórico de que él era un “mandao”  y que se lavaba las manos como signo inequívoco de que otros se las habían ensuciado. ¿Cuántas veces a lo largo de la Historia hemos visto “lavarse las manos” a gente de todo tipo y condición para poder justificar lo injustificable?  Se cometen tropelías de todas las formas posibles pero, eso si, sus autores materiales siempre se “lavan las manos” para justificar su pretendida inocencia. En la actualidad ya sabemos donde muchos “meten la mano” y también que al lavárselas solo desarrollan un inútil ejercicio de cara a la galería.


Juan Luis Franco – Lunes Día 12 de Diciembre del 2016


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