domingo, 11 de marzo de 2012

Coger pluma y tintero



Posiblemente, desde los voluntariosos “plumillas” (entre los que me encuentro) hasta la más exquisita élite de la intelectualidad, todo lo que ha sido escrito anteriormente será susceptible de algún tipo de enmienda y/o corrección. Releyendo, algunos de mis Tomas de Horas más antiguos, me doy cuenta de algunos errores cometidos puntualmente. Tanto en las formas gramaticales como en algunas apreciaciones a las que hoy les introduciría algunos nuevos matices. Escribir bien, mal o regular, forma parte indisoluble del ejercicio de vivir, y se aprende, como decía Machado, don Antonio, “Haciendo camino al andar”. En mi caso particular escribo por dos razones fundamentales: como sedimento y complemento de mi condición de fiel y voraz lector y, por la necesidad de manifestarme en primera persona sobre la vida y las cosas. Escribo desde mi libertad ciudadana; sin ataduras “ideológicas”; desde la pasión y el rigor, y asumiendo el pertenecer a una Sociedad plural y abierta a todo tipo de opiniones. La única forma de hacerse respetar es respetando a los demás. Leemos para comprender y enriquecernos espiritual, humana e intelectualmente. Escribimos como una secuela inexcusable de lo anterior. Leer y escribir, siempre por ese orden natural. Un grandísimo escritor mejicano solo escribió a la largo de su vida dos pequeñas novelas. Las corregía y corregía y nunca se encontraba plenamente satisfecho con lo narrado. Se llamaba Juan Rulfo y sus novela son: “El llano en llamas” (1953) y “Pedro Páramo” (1955) (una de las mejores escritas en lengua castellana). No necesitó ser un escritor prolífico para pasar por derecho propio a la inmortalidad literaria. Cuando nada o poco interesante se nos ocurre contar es preferible dejar al folio en blanco durmiendo el dulce e inocente sueño de la virginidad. La sensación de empezar un nuevo libro es algo difícilmente entendible para aquellos que desconocen el placer de la lectura. Mi última adquisición ha sido el libro de poesías, “Entreguerras: o de la naturaleza de las cosas” (Editorial Seix Barral), del jerezano José Manuel Caballero Bonald. Tengo excelentes referencias sobre el mismo y más pronto que tarde empezaré a desgranar sus páginas. ¿Cómo puede un “libro electrónico” superar la caricia al tacto y el olor a libertad -de imprenta- de uno de papel? Los libros por leer desprenden la sensualidad de los abrazos soñados. Primero los tomas tú para, posteriormente, tomarte ellos a ti para siempre. Forman parte de tu entorno mas intimo y siempre mostrando desafiantes sus lomos multicolores. Esperando, siempre esperando, una mano amiga que los libere de los anaqueles. Un libro es un trozo de vida por vivir y un lector un gozoso participe de esa nueva vida. Poesía, Narrativa, Ensayo… todo aderezado al duro y noble ejercicio de la existencia humana. Todo escritor confluye y nace desde sus experiencias lectoras. Coger pluma y tintero para emborronar folios que terminen nutriendo el sedimento espiritual de nuestras almas. Leer buscando los necesarios oasis en los duros desiertos mundanos. Escribir para dejar testimonio de nuestra noble condición de lector. Leer y escribir; escribir y leer. La vida, en definitiva, multiplicada hasta el infinito.

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