Si a más de un sevillano de rancio abolengo e irredento andarín por el Casco Antiguo de la Ciudad (versión triangular Puerta de la Carne-San Nicolás-Alfalfa) les preguntamos por la ubicación de la calle Perla (antiguamente “de la Perla”) posiblemente no sepa contestarnos. La calle Perla es un ramal de la de Muñoz y Pabón situada justo a la izquierda de la Farmacia (según se baja desde San Nicolás). Su extensión sobrepasará en poco los 300 metros. De unos 3 metros de anchura en su comienzo y final y, un poco más ancha en su centro geográfico. Pues bien, esta Perla de la judería sevillana que nos lleva desde San Nicolás a San Isidoro, tiene 4 casas; 21 hermosísimos balcones; 3 ventanales al sevillano modo y 3 ventanas miradores. Asomarse a un balcón de esta singular calle es entrar literalmente en la intimidad de los de enfrente. Si tu amante vive en la otra parte de la calle no hace falta que le tires un beso al aire desde la palma de tu mano: se lo das directamente desde el balcón. Puedes jugar una partida de ajedrez con tu vecino apoyando el tablero en las barandas de ambos balcones. Si se te “escacharra” la tele puedes compartir al “Doctor House” con los de la otra pared. Eso si, si el Sevilla mete un gol y tú sueñas y padeces en verdolaga hará tuya su alborozada celebración. Una de las casas tiene un rotulo en su puerta que dice: “Edificio San Nicolás”. Ignoro si está compuesto por apartamentos o es una Residencia estudiantil. Lo cierto es que, a no dudar, será la casa más poblada de la calle y con una latente contradicción: cada Martes Santo pasa muy cerca la Candelaria y solo pueden presentirla. Son estas pequeñas calles (junto a las plazoletas) las que han configurado el alma urbana de la Ciudad. Las Avenidas se hicieron para transitar; las calles para pasear y los callejones para soñar. ¿Quién de adolescente no le dio un beso furtivo a su enamorada en un oscuro y silencioso callejón? Calle Perla, calle de la Perla, calle repleta de balcones y ventanas justo en el epicentro de nuestra –mi- memoria sentimental. Cuando vas subiendo hasta el campanario de la Giralda siempre nos llama la atención la panorámica de las azoteas, hermosas y añoradas azoteas de nuestra infancia. Hoy poco o nada hay que secar en una Ciudad donde tan solo llueve en Semana Santa. Un amigo me dice que Dios está molesto con nuestra indolencia y, que cuando gente uniformada toca los primeros tambores, tira siempre de la cisterna. No me he preocupado siquiera por averiguar en Internet el origen del nombre –“de la Perla”- de esta calle. Morando a escasos metros quien allí reside y reina sobran las indagaciones. “Perla de San Nicolás” solo puede haber una y responde al nombre de: Candelaria.
domingo, 20 de mayo de 2012
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