Los últimos acontecimientos ocurridos en nuestro país, con la
abdicación de Juan Carlo I a favor de su hijo Felipe VI, no ha hecho más que confirmar que en España
existen ancestrales comportamientos que se empecinan en no desaparecer. Afortunadamente el sentido común (¡que
sentido tan poco común!) de los dos Partidos que de verdad pueden alcanzar
votos suficientes para gobernar ha prevalecido. Esto, ciertamente, es motivo de
sosiego cuando algunos pretenden pescar en los ríos revueltos de la política.
Creo que más pronto que tarde se tendrá que acometer una reforma de la Constitución Española. Hay temas que siguen funcionando
razonablemente bien y otros que están más que amortizados por el paso del
tiempo y los años. Reina (con perdón) la
confusión y eso es mala cosa. Los
ciudadanos, preocupados por los temas sociales y políticos que les afectan,
perciben que las cosas funcionan de mal en peor. ¿Tienen sentido en la
actualidad las Diputaciones Provinciales¿ ¿Para que sirve el Senado tal y como
está configurado actualmente? ¿Es
necesario esta capsula de seguridad que produce el aforamiento de posible
corruptos? ¿Podemos seguir manteniendo las cuantiosas perdidas de televisiones
autonómicas perfectamente prescindibles¿
¿Quiénes están interesados en no dotar a la Justicia de medios
suficientes para poder desarrollar dignamente
su necesaria labor? ¿Cuántos planes nos quedan todavía por vivir a
efectos educativos? ¿Quiénes está
interesados en cargarse la
Sanidad Pública? ¿No
es posible establecer leyes que posibiliten una total transparencia de las
finanzas de Partidos, Organizaciones Empresariales, Bancos y Sindicatos¿ ¿Quién controla a los controladores? ¿Cuándo se acabará por Ley con el
transfuguismo? ¿Quién le pone el cascabel al gato sabiendo además que
araña? Son muchas las preguntas
pendientes de respuestas claras y concisas.
Lo prioritario no es la forma de Estado sino saber que marco social y
político tendría que gestionar. El Congo
tiene una República y Noruega una Monarquía.
Incluyendo a los de la banderita tricolor: ¿cuál de estos dos países,
con sus sistemas actuales, querríamos para vivir? La Libertad es real (o
republicana) cuando se conjuga mi libertad con tu libertad. Si los partidarios de abolir la Monarquía -y proclamar
una nueva Republica- consiguen la mayoría en las próximas Elecciones Generales
los verdaderos demócratas nada tendríamos que objetar. A la Democracia le sienta muy bien las urnas y la
reflexión y le sienta fatal el exabrupto y las algaradas callejeras.
Manifestarse (y sobre todo expresarse) de manera libre, responsable y
civilizada representa el eje central de un sistema democrático. Pero es el resultado de los votos emitidos
libremente en las urnas quien de verdad determina el camino a seguir. El Parlamento es soberano pues refleja
matemáticamente el sentir popular. No debemos –o debíamos al menos- olvidar que
históricamente la
Segunda República cayó fundamentalmente por la falta de
verdaderos republicanos. Al final entre
todos la terminaron poniendo a los pies de
los caballos cuarteleros. Nuestra actual Democracia sigue siendo frágil pues así
lo determina nuestra fragilidad de confundidos y banales demócratas. Es como si alguien que se considerase y
presumiese de ser un buen aficionado al Fútbol no supiera distinguir un corner
de un penalti.
sábado, 7 de junio de 2014
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