Cayó la Roja
en el Mundial de Brasil de una manera tan sorprendente como cruel. Todos los
analistas coinciden que esta irrepetible generación de grandísimos futbolistas
y egregios deportistas no se merecían este final. Dos partidos perdidos ante Holanda y Chile. Siete goles encajados y tan solo uno
conseguido y de penalti.
Una autentica debacle y un verdadero bochorno nacional e
internacional. La prensa deportiva
(sobre todo foránea) se ha cebado con nuestros jugadores y, evidentemente, con
don Vicente del Bosque. Esto no debe extrañarnos pues esta prensa vive de los
estentóreos titulares y pasa en cuestión de horas del cero al infinito. Luis
Suárez, jugador de la
Selección chilena, era cuestionado fuertemente por la prensa
y los aficionados de su país (todo por haberse operado un mes antes del
Mundial) ahora, y después de sus dos golazos a la Selección inglesa, es un
ídolo venerado por todos los chilenos. Algunos tipejos a los que todavía siguen
venerando y dando cancha los mercaderes de turno se han dedicado a lanzar mofas
y descalificaciones contra los nuestros (lo eran cuando ganaban y lo son ahora
que ha llegado el momento de las derrotas).
Pero, nunca debemos olvidar, que no ofende quien quiere sino quien
puede. Estos días y dada mi inveterada afición al futbol me he tragado tertulias
de todos los colores. Fin de ciclo y cambios drásticos de jugadores y hasta de
entrenador han sido los argumentos más socorridos. Este país siempre necesita
en momentos puntuales buscarse la correspondiente cabeza de turco y en esta
ocasión le ha tocado al bueno de Iker Casillas (sin duda uno de los mejores
porteros de toda la Historia
del futbol). Me agrada sobremanera que
esta generación irrepetible de futbolistas supiera ganar con deportividad y
ahora, ha demostrado, saber perder sin esconderse. Como no puede ser de otra
manera cada uno de nosotros tendrá su propio análisis de esta debacle. Creo,
sin querer emular a Jorge Valdano, que se han dado una serie de situaciones
concatenadas que han propiciado la pronta vuelta a casa. Cansancio físico por
una sobrecarga brutal de partidos. Una columna vertebral (la del Barcelona) que
desmotivada por un entrenador argentino (perdido ante el juego exquisito) llegó
a Brasil anímicamente tocada. Los jugadores del Barcelona no fueron capaces de
ganar (cosa que hacia años no ocurría) ninguna de las competiciones en las que
participaron. Un portero desnortado por las manías persecutorias personales de
un entrenador portugués al que don Florentino no supo poner en su sitio. Muchas variantes que más que servir de
excusas –o críticas destructivas- deben de servir para comprender que tenemos
muy buena Selección para unos cuantos años más. Ya no estarán Pujol, Xavi
Hernández, Villa, posiblemente Casillas y puede que algunos más. Nos quedarán algunos que todavía son jóvenes
y están considerados como de los mejorcitos del mundo en sus demarcaciones
(¿les suena un tal Andrés Iniesta?). En
lista de espera están los Thiago Alcántara, Jesé, Isco, Carvajal, Alberto
Moreno, de Gea, Bartra….y algunos más. Que duda cabe que en tiempos de
desánimos como los que padecemos las alegrías futboleras suelen ser un eficaz
antídoto contra la depresión colectiva. Aparte de que las cifras que se barajan
en cuanto a pérdidas monetarias sobrepasarán los seiscientos millones de euros.
La verdad es que no están los tiempos para dejar de ganar un solo euro. Ahora,
eso si, comprobarán nuestros futbolistas a su triste retorno que no habrá
políticos en el aeropuerto y ya no se pegarán codazos para hacerse fotos con
ellos. Tiremos de Historia futbolera
para encontrar consuelo en los males ajenos y compartidos: igual que nos ha
pasado a nosotros les pasó a Italia,
Francia y al mismísimo Brasil.
Nada nuevo sobre el césped. No
escuchemos a los agoreros de turno ni a las aves de mal agüero que siempre
llevan sus mochilas repletas de pesimismo. Se buscarán soluciones y, a que
dudarlo, de nuevo un árbitro pitará y empezará de nuevo a rodar el balón. Mientras, que nos –les- quiten lo ganao.
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