lunes, 10 de octubre de 2016

Charolistas






Con el paso del tiempo y, sobre todo, de los años han ido desapareciendo una serie de profesiones que eran muy frecuentes en mi etapa infantil y juvenil.  Profesiones tales como charolistas, guarnicioneros, talabarteros, afilaores,  cortadores de calzado o zapateros remendones forman ya parte de nuestra memoria sentimental.  Personas que de manera individual ejercían sus profesiones y que con las mismas podían mantener con decoro a sus familias. Con la llegada de las nuevas tecnologías y, sobre todo, las nuevas necesidades ya son una especie en vías de extinción.  En la actualidad ya toda las profesiones forman parte de un proceso de fabricación colectiva (la genial visión futurista de Charles Chaplin en “Tiempos Modernos”) y el “buscarse la vida por su cuenta” forma parte del pasado.  En el Corral de Vecinos donde transcurrió mi niñez y parte de mi juventud vivían algunos vecinos que desarrollaban estas profesiones.  Recuerdo de manera especial a PepeEl Charolista”.  Este hombre que era cultísimo llegó a la Calle Conde de Ybarra (vulgo “Condibarra”) procedente de su Murcia natal intentando escapar de la represión política y social de la época (esto me lo contó mi madre con el paso de los años). Llegó acompañado de su mujer y de dos niñas muy pequeñas. En su profesión estaba considerado de una cualificación y profesionalidad que sobrepasaba con creces la categoría de excelente. Era un hombre pulcro, educado y afectuoso como a pocas personas he conocido. Fuera invierno o verano siempre llevaba un libro acompañando su atuendo. En la etapa estival le sobresalía en algún bolsillo de las distintas cubanas que tenía. En los duros inviernos asomaba la cabeza alguna novela en el bolsillo de su chaqueta o en su viejo y bien cuidado abrigo. La lectura como tabla de salvación en los mares encrespados de la vida.   Con el paso de los años tenía los dedos de las manos oscurecidos por el tacto del barniz que con la muñequilla aplicaba a los muebles.  Siempre noté un halo de tristeza en su mirada y se lo rifaban las casas señoriales para la reparación de muebles antiguos. Un día, como tantos, dijo “hasta aquí he llegado” y se nos fue a darle una mano de barniz a los muebles de la Casa del Dios Padre. Charolistas, los recordados charolistas de mi niñez.  Un tiempo pasado pero nunca olvidado.





Juan Luis Franco – Lunes Día 10 de Octubre del 2016



1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas tardes
He leído un artículo suyo del día 10 de octubre, hablando sobre su niñez y haciendo referencia a un charolista que conoció en la calle Conde de Ibarra "Pepe", no conocí a mi abuelo, pero a través de sus palabras he tenido una visión preciosa, que me ha emocionado, llegando a imaginar aquellos tiempos pasados y al él camino a su trabajo, muchas gracias por dejarme éste recuerdo de él.
Un saludo.