Las distintas voces en el Flamenco
siempre han sido un tema de profundas investigaciones y de algunos inútiles
debates a los que este Arte es tan proclive.
Impagable el estudio que Alba
Guerrero desarrolló en el 2010 (“La
técnica vocal en el Cante Flamenco”).
Posiblemente lo mejor que se ha escrito sobre las distintas maneras vocales de
interpretar el Cante Flamenco. Ella,
de manera acertadísima, contextualizaba las distintas voces cantaoras de la
siguiente forma y manera: Afillá,
Redonda, Cantaora, Laína, Natural y
de Falsete. Tres de los tipos de
estas voces han sido las más recurrentes y donde algunos puristas han
encontrado su caja de resonancia. La voz Afillá
(Manolo Caracol); la voz Natural (Antonio Mairena) y la voz Laína
(Manuel Vallejo). Unas, recias y
ancestrales, de gargantas rotas donde el Cante se nutre del sudor y las
lágrimas que los humanos van dejando por los surcos de la tierra. Las otras,
melismáticas y dulces, que nos introducen en un laberinto de pasiones donde
nunca sabemos quien gana la partida: si el gozo o la pena. La tierra moviéndose y girando acompasada con
el soniquete del Arte Jondo. Unas
veces con el quejío desgarrado de los ecos seguiriyeros
y otras con el ritmo trepidante y sensual de los Tangos canasteros. Cada
cantaor tiene la voz que Dios o la Madre Naturaleza le ha dado
y con ella se adaptará a los estilos de cantes que mejor le vayan a su
garganta. El Flamenco se nutre de la creatividad de sus grandes artistas y mal
haremos en valorarlos en función del color de su piel, su lugar de procedencia
o la textura de su voz. El sonido
flamenco luchando y saliendo victorioso en la batalla contra la furia de los
elementos. Lágrimas de sinfonía / unas veces son de pena / y otras lo son de alegría.
Juan Luis Franco – lunes Día 3 de Octubre del 2016
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