“Tu me ofreces la vida con tu
muerte
y esa vida sin Ti yo no la
quiero;
porque lo que yo espero, y
desespero,
es otra vida en la que pueda
verte”
- José Bergamín -
España (incluso antes del Nacional-Catolicismo) ha sido -¿y es?-
un país mayoritariamente católico. Faltaríamos a la verdad si no asumiríamos que
esa Fe estaba sujeta a tradiciones supersticiosas
y a sutiles sucesos milagrosos. La utilización del miedo para mandar en la
gente a través de un Dios
inmisericorde y fabricado a la medida de los poderosos. Las imágenes nos
redimen como fuertes símbolos y dulce expresión de una Fe popular que huye del pasado, le teme al presente y tiembla ante
el futuro. Una vez instalados plenamente en una consolidada Democracia y con la necesaria separación
Iglesia-Estado no se observan cambios
sustanciales en la manera espiritual de sentir de muchos españoles. La mayoría
se declara católica pero, eso sí, poco o nada practicante (¿). Seguimos instalados en el exhibicionismo
antes que rastrear en nuestros mundos interiores. ¿De los cientos de sevillanos
que acuden -trajeados y encorbatados como manda la tradición- al Corpus en Sevilla cuantos acuden regularmente a las capillas de sus Hermandades a visitar el Santísimo? Creo recordar que mi Hermandad de Pasión puso el pasado Jueves Santo en la calle una comitiva de algo más de 1.300 hermanos. De estos, ¿cuántos acuden
con frecuencia a la Capilla para rezarle a
sus queridas imágenes desde el silencio y el recogimiento? Nuestros “pastores”
(salvo honrosas excepciones con el Santo
Padre a la cabeza) poco hacen para que podamos sentirnos optimistas y
reconfortados. Algunos se mantienen aferrados terca e inútilmente a una época
obsoleta y reaccionaria ya felizmente superada.
Este pasado verano un Obispo
llegó a decir que la homosexualidad era una plaga y que los cristianos teníamos
que hacer frente a la misma. ¡Otra cruzada más! ¡Dios
de los cielos todavía se maneja alguno con esos desfasados y enfermizos
conceptos! La realidad es la que es y no
la que nos gustaría que fuera. Acudan un domingo a la misa de doce de cualquier
barriada populosa de la Ciudad y comprobarán
el número de asistentes a la Santa Eucaristía. Cincuenta
o sesenta personas como máximo. Sería de necios el negarlo cuando la realidad
nos dice sin paliativos que la influencia de la Jerarquía Eclesiástica sobre los ciudadanos
(incluyendo a los católicos) es prácticamente nula. La
Teología está
guardada con llave en el cajón de la Santa Inquisición y han
conseguido que ya no sepamos ni donde estamos y, lo que es peor, hacia donde
proyectamos nuestra Fe.
Juan Luis Franco – Viernes Día 20 de Enero del 2017
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