El hijo de un buen amigo y antiguo compañero de luchas compartidas -en
época donde la Libertad y la Democracia
estaban por conquistarse- consiguió reunirnos a un cuarteto de los que
formábamos y configurábamos aquel reducido número de sevillanos comprometidos.
Quería que nos viéramos en una casa que tiene en Morón de la Frontera
y donde él se encargaría de cubrir copiosamente nuestras necesidades de mesa y
mantel. Incluso nos recogería uno por uno y nos desplazaría en su coche hasta
el lugar de la reunión. Allí estábamos los cuatro mosqueteros el pasado y frío
día 17 de enero dispuestos a debatir
amigablemente sobre lo humano y lo divino. Quedaba una semana para que Donald Trump tomara posesión de la
Casa Blanca y marcara uno
de los infaustos días que la Historia se encargará
de recordarnos. El zorro con las llaves
del gallinero. De lo cuatro el único bético era un servidor (curiosamente mis
mejores amigos siempre han sido y son sevillistas de caché). Charlamos, reímos, comimos y bebimos con las
viandas que el bueno de Miguel Ángel
puso generosamente a nuestra disposición. Todo junto a una chimenea de leña de
las que invitan en este tiempo a pedir “asilo
político”. A todos, en lo personal, la vida nos había tratado bien y todos teníamos
hijos universitarios. Unos trabajando fuera de España; otros con trabajos nada acordes con los estudios
desarrollado atrapados en contratos-basuras y con salarios indignos y algunos
en paro buscando desde hace bastante tiempo una oportunidad laboral y
profesional. Entre los cuatro reuníamos
siete nietos. Difícilmente podíamos sentirnos representados en algunos de los Partidos del actual arco político
español y teníamos claro que con la desaparición de la negociación colectiva y
la desactivación de los derechos laborales (duramente conseguidos) los Sindicatos ni estaban ni se les esperaba. Tres, definitivamente, nos declarábamos
socialdemócratas y el cuarto se autodenominaba irredento y pacifico anarquista.
Tres pertenecíamos a distintas hermandades y uno, en cuanto a tradiciones se
refiere, iba por libre. De los cuatro uno era viudo, dos separados y otro
felizmente emparejado desde hacia cincuenta años. Entre los cuatro rozábamos
los tres siglos de existencia. A todos nos unía una cierta sensación de
desencanto ante un país que vota mayoritariamente a los que provocan un aumento
considerable de la pobreza y, de manera más dolorosa, a quienes en España (PP) y Andalucía (PSOE) han producido mayores casos de
corrupción. Terminamos la jornada hablando del Club Yeyé, de The Beatles,
de Marcelo Campanal y Luis Del Sol y de las colas del 18 de julio en Piscinas Sevilla. Miguel
Ángel, ya muy avanzada la tarde, tuvo
la gentileza de devolvernos a nuestras “cuevas”
no sin antes confesarme que había dejado grabada aquella “jornada particular”. Nada se
pierde de manera definitiva.
Juan Luis Franco – Martes Día 24 de Enero del 2017
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