“La crisis se produce cuando
lo viejo no acaba de morir
y cuando lo nuevo no acaba
de nacer” (Bertolt Brecht)
Decía Honoré de Balzac: “En las grandes crisis el corazón se rompe o se
cura”. Parece ser que no existe término medio en estas serias cuestiones
existenciales. Si algo le da legitimidad a la existencia humana es la incesante
búsqueda de la felicidad. Esta se nutre de momentos fugaces pero que sin ellos
todo carecería de sentido. En una pasión juvenil, un amor de madurez, un cariño
compartido o en las complicidades del afecto más sincero estarán escritas las
mejores páginas de nuestra vida. Nuestro posicionamiento
religioso-político-cultural-social, la andadura profesional y/o familiar y
nuestra necesaria cuota de bondad, decencia y solidaridad son muecas que
determinarán nuestro currículo personal. Pero al final la felicidad viene y se
marcha montada en el carro del cariño más sincero. Queremos para que nos
quieran y nos quieren para que queramos. El amor ilumina al mundo y el desamor
lo oscurece. Vivimos malos tiempos para el sosiego y en nuestro círculo
afectivo más intimo vemos proyectos personales o familiares truncados por la Crisis. Jóvenes sin futuro;
padres de familia sin presente y personas mayores sin pasado. Estamos ante un
robo generacional que ha instalado la desilusión en la sociedad española. Todo
ha sido adulterado por la rapiña y la codicia de unos pocos impresentables que
han contado previamente con nuestra aprobación (ya no vale decir que hemos sido
ajenos a esta macro-operación de desmontaje de derechos sociales y laborales). Pero
no debemos caer nunca en la desesperanza y tenemos que agruparnos para salir
reforzados del infortunio. Corren malos tiempos para casi todo y estará siempre
en nuestras manos cambiar el rumbo de las cosas. Un día trataron de
convencernos que ya no existían las diferencias en las clases sociales y en un
ejercicio de supina candidez los creímos. Es la ilusión la que verdaderamente
mueve al mundo. En un cruce de miradas furtivas estará siempre la verdad de los
amores soñados. Amar en tiempos revueltos se hace hoy día una necesidad
perentoria. Romeo buscándose “las habichuelas” en Alemania y Julieta
repartiendo currículos a diestro y siniestro.
Los semáforos de la vida española están permanentemente anclados en el
rojo y el verde ni está ni se le espera. Buscar la ilusión en los ojos de un
nieto se me antoja hoy el culmen de –mi- la felicidad. No rendirse ante la adversidad es fundamental
cuando nos llegan los días tormentosos. Buscar la ilusión pérdida para que esto
que se llama vida cobre de nuevo su verdadero significado. ¡A por ellos que son
pocos y andan distraídos recontando sus –nuestras- ganancias!
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