“En Valencia fui francés
en Francia fui valenciano;
en Sevilla aragonés
y en Aragón sevillano”
-Soleá de Triana –
Todos los analistas coinciden en que Andalucía cerrará el primer
semestre del infausto 2013 superando de largo la cifra de un millón y medio de
parados. Es decir: la pobreza y la desazón para un 38% de la población que
busca y necesita trabajar para poder vivir.
Esto se traduce en tres cuestiones carenciales: jóvenes sin futuro;
familias sin presente y políticos sin vergüenza. Después de más de treinta años
de reinado socialista Andalucía no levanta el vuelo que la aleje del
subdesarrollo y la inmisericorde hambruna. Todo ha discurrido en estos años con
falsas promesas numeradas a través de las distintas “modernizaciones” (también
desde el Gobierno Central no hacen más que “machacar” a Andalucía). Siempre
utilizando políticamente el futuro como antídoto para desviar las graves
carencias estructurales y sociales del presente. Una tierra tan hermosa, noble,
solidaria y esplendorosa en su pasado no se merece estar a merced de unos
políticos impresentables. Duele Andalucía y el llanto se hace espuma amarga en
las olas de sus mares. Sus campos ayer en manos de las subvenciones europeas y
hoy perdidos en la desidia de las noches luneras de soledades compartidas.
Suena firme y quejumbrosa la
Siguiriya acompañada por el tañido de las campanas del olvido
y la pena. Solo nos queda la poesía y la música para sobrellevar los largos
días y las horas interminables. El Arte y las Tradiciones mostrando su nobleza
en las hojas amarilleadas por el tiempo de los almanaques. Las contradicciones
de la Creación
mostradas en toda su crudeza. Tierra creada para la alegría y el temple donde
al final siempre manda la pena y la zozobra. Caciques del ayer hoy reciclados
en políticos ineptos o corruptos. Andaluces buscando mejorar su suerte lejos de
las tierras andaluzas. Una tierra que no le da de comer a sus hijos no merece
ser llamada “nuestra tierra”. A pesar de
todo Andalucía no tiene la culpa de tantos desmanes históricos. Cuando se unen
–como siempre pasó por estos lares- el abuso y la desidia poco bueno cabe
esperarse. Nos dolió, nos duele y nos dolerá Andalucía porque proclamamos a los
cuatro vientos nuestro orgullo de ser andaluces. Tierra de poetas, músicos,
pintores, escultores, escritores y aventureros.
Allí donde el sol nunca se pone porque nunca sale. Donde la oración se
hace Cante y el Cante se hace oración.
¿Qué rincón del planeta tiene a Lorca, Cernuda, Bécquer, Alberti,
Aleixandre o Machado entre sus grandes poetas? ¿Quién pudo nunca reunir a
músicos de la talla de Turina, Falla o Paco de Lucía? ¿Quienes tallaron al Hijo de Dios como
Martínez Montañés o Juan de Mesa? ¿Quienes
cantaron al gozo y a la pena como Juanita Reina, Gracia Montes, Marifé,
Caracol, Vallejo, Marchena o Mairena? ¿Quienes pueden presumir de haber parido pintores
de la talla de Picasso, Velázquez o Murillo? El Arte nos pertenece y también,
lamentablemente, es nuestra la desdicha de padecer el paso de los días. Toca
rebelarse de manera pacifica y civilizada ante tantas injusticias como
padecemos.
No basta tan solo con que cantemos a la pena como nadie. Hay que sacar
a la calle pacifica y civilizadamente nuestro descontento y nuestra justa
rebeldía. Andaluces comprometidos con su tierra y unidos por una causa común:
Andalucía.
Los panfletos ya se escriben solos por vivir en una realidad
panfletaria. Duele nuestra tierra y aún duele más nuestra indiferencia hacia
ella. Andaluces levantaos y pedir poder liberarnos de las ataduras que
ancestralmente nos oprimen. Estamos a la cabeza del paro en un país que también,
a su vez, lo está del paro en Europa. El
talento de los jóvenes andaluces se desparrama por tierras foráneas. Mientras,
por aquí, campan a sus anchas un ejército de mediocres. Andalucía, siempre Andalucía, en clave
siguiriyera.
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