lunes, 1 de abril de 2013

Flores mil




“Quise cambiarle y no quiso
Un pañuelo de lunares
Por otro de fondo liso”

Dice el refrán popular (¿existe alguno que no lo sea?) que en “Abril aguas mil”.  Aquí, desde siempre, este dicho se reconvirtió en: “En Abril…flores mil”. Arranca el mes que mejor define a esta Ciudad siempre proclive a manifestarse vigorosa y renacida en las enredaderas de los patios.  Este año por imperativos del calendario su Semana Mayor coincidió con la última semana de Marzo. Las llamadas Fiestas Primaverales debían –o deberían- coincidir con este mes donde las flores renacen a la vida y la vida renace con las flores. Sevilla, eterna Sevilla, de jardín antiguo con sus bordes desprendiendo la verdina de las largas tardes otoñales. Dominada majestuosamente por el imperio de la luz que se convertirá en cegadora con el paso de los días. Revuelos de volantes y farolillos en una Ciudad tan efímera en su presente como firme en su pasado.  Como todo lo verdaderamente bello Abril es manifiestamente etéreo por su propia naturaleza. Se nutre del tiempo muerto (pero nunca estéril) de los largos días invernales. Ciudad de balcones y ventanas abiertas a la vida siempre enredada en los tiempos de espera. Aquí la vida se manifiesta en todo su esplendor cuando el sol va postergando las fases lunares.  Abril se nos representa como el culmen de lo que un día soñamos ser envueltos en el halo de la esperanza.  Esta Ciudad no es que esté permanentemente idealizada por una concepción onírica de la vida y las cosas; lo está por saltar del pasado al futuro sin pararnos en la necesaria Estación del presente.  Abril se nos representa como el triunfo de la luz sobre las sombras y está hecho a la imagen y semejanza de la Ciudad.  Siempre, rotundamente siempre, decir Abril será decir Sevilla. Hoy comienza un ciclo que terminará cuando una mañana de Agosto la Virgen de los Reyes cruce la Puerta de Palos. En este sevillano mes abrileño se nos ofrecerá una alegría tan impostada como la idiosincrasia de la Ciudad. Lo alegre es volátil por su propia configuración. No hay alegría que dure cien…minutos ni político que lo permita.  Esta tierra nació para dar cobijo amoroso a las flores y soñar arrullada con el rumor cantarín de la fuente.  La patria de las flores –parques y jardines-   está completamente abandonada a su triste suerte. Manda el vandalismo en una Ciudad que se creó para la cívica mesura.  Las fuentes sucias y sin agua hace tiempo que cambiaron su rumor, inspiración de músicos y poetas, por el gorgojeo de palomas sucias y hambrientas.  Pero Abril y Sevilla; Sevilla y Abril, pueden con todo. Siempre habrá un pequeño y recóndito jardín donde apreciar el gran milagro de la Primavera en Sevilla. El Alcázar, el Alcázar sevillano, como último reducto de lo que un día fuimos y ya, desafortunadamente, no somos ni queremos ser. Vayan a los bellos jardines del Alcázar cualquier mañana de Abril y verán como los sueños pueden hacerse realidad.  Pasearlos despacio con la sensación de ser un pasajero del tiempo nos hará comprender la enorme grandeza del mes que hoy comenzamos.  Sentarse un buen rato en cualquiera de su mágicos rincones, leer pausadamente a Cernuda o Machado y comprenderemos en toda su dimensión la grandeza de una Ciudad que venía para poema y la reciclaron en un burdo panfleto.

Empieza Abril su periplo existencial de días, horas y minutos y con él empezamos nosotros el nuestro de momentos y sensaciones. Lo escribió como nadie don Antonio Machado: “Abril florecía frente a mi ventana / Entre los jazmines y las rosas blancas / de un balcón florido / vi las dos hermanas / La menor cosía / la mayor hilaba…”

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