Cuentos de azotea
3. Mal día para dejar de fumar
La noche anterior había conseguido terminar
después de una quinta intentona el “Ulises” de James Joyce. Sinceramente no era
capaz de confirmar de si estábamos ante una de las obras maestras de la Literatura o ante un
tostón infumable. Arrancó el día como suelen arrancar los malos días:
acabándose el agua caliente en plena ducha y cortándose en el posterior
afeitado. Coincidió en el ascensor con ese vecino que siempre te plantea
problemas de la Comunidad
que escapan a tus conocimientos y a tu interés. Comprobó que delante de su
coche estaba mal aparcado el de un energúmeno que además le había echado el
freno. Desistió siquiera de intentar
moverlo y se marchó al trabajo en el autobús. La mañana no es que amenazara lluvia sino que empezó a llover.
Evidentemente no llevaba paraguas. Se puso los auriculares de su MP3 para escuchar
las noticias. Un canalla había matado a su exmujer y a su suegro en un pueblo
de Castilla-La Mancha. La
Guerra ucraniana había alcanzado cotas de máxima violencia. Las barbaridades más atroces se seguían cometiendo
impunemente contra las niñas en África. Un Diputado de no sabía donde se había llevado
hasta los muebles de su despacho. La pareja de moda había dejado ya de ser
pareja de nada. Los datos del Paro de la
EPA seguían siendo demoledores. El Betis había perdido con la Ponferradina. Y…ya no pudo más y se
desprendió de aquel artilugio que parecía estar conectado con Satán. Llegó por
fin a su puesto de trabajo de informático en una Empresa de productos lácteos.
Decir que iba de mala leche resultaría además de un chiste fácil gratuito.
A media jornada lo convocaron para una
información complementaria sobre un nuevo producto que se iba a lanzar al
mercado: el yogurt “Cagotren”. Se iba a
lanzar una campaña publicitaria por todo lo alto (en este caso por todo lo
bajo). El anuncio central para la
televisión eran dos viandantes con actitudes bien distintas. Uno iba con cara
de estreñido y el otro caminaba feliz y risueño. Se planteaba el siguiente
dilema ¿averigua a cual de los dos se le olvidó anoche tomarse su yogurt de
“Cagotren”? En los paneles publicitarios de las paradas de los autobuses se
colocó un enorme váter vacío con el siguiente lema: “Con Cagotren sin disimulo
ya estaría aquí posado tu culo”.
En las vallas publicitarias de las grandes
avenidas de la Ciudad
se colocaron grandes reclamos para el uso y abuso de “Cagotren”. Un anciano de
edad muy avanzada señalaba con el dedo diciendo: “Quien caga a diario se olvida
de farmacia y recetario”.
Salió de la reunión hasta las narices de
tanto ejercicio defecatorio. No pudo evitar de manera instintiva pensar para
sus adentros: ¡Joé, esto es pa
cagarse! Cuando por fin pudo sentarse en su mesa de
trabajo y abrió la pantalla del ordenador observó que tenía tres mensajes
urgentes y a cual más negativo. Su esposa le decía que quería ser su amante y
su amante que quería ser su esposa.
Tenía ya disponible el Borrador de su Declaración de la Renta donde le salía a pagar (786 euros). A pesar de que la tarde
anterior se había planteado definitivamente dejar de fumar no pudo evitar
buscar de manera compulsiva en el cajón de su mesa un pitillo salvador. Allí estaba terso y provocador dentro de su
cajetilla esperando una boca ansiosa encuadrada dentro de un espíritu débil. La tentación vive abajo (en el cajón).
Se marchó momentáneamente a la azotea del edificio lugar habitual de
fumadores compulsivos. Encendió su
cigarro envuelto en una soledad tan solo rota por el rumor del transitar de
coches y viandantes en la calle más el trinar de algunos juguetones gorrioncillos. Notó que sobre su hombro
derecho caía algo espeso y viscoso. Una paloma posiblemente había probado el
“Cagotren” vaciando sobre él su carga en pleno vuelo. De pronto empezó a llover sin previo aviso
teniendo que refugiarse por la vía rápida en el rellano de la escalera. Alguien
había tirado al suelo un trozo de kiwi y
se resbaló bajando a trompicones no menos de media docena de escalones.
Terminó el día en el servicio de urgencias
de un hospital donde le diagnosticaron fractura de tibia y peroné. Mientras en
una ambulancia lo trasladaban a su domicilio pensó para sus adentros que,
efectivamente, había elegido un mal día para dejar de fumar. Cuando sentado en
su butacón preferido reposaba su pierna en alto pensó que posiblemente podía
haber sido peor. Empezó la lectura de “Dispara, yo ya estoy muerto” de Julia
Navarro y llegó al convencimiento de que el titulo estaba pensado para él y su
desafortunado día. Encendió la radio y lo primero que escuchó fue el anuncio
del “Cagotren”. Al final no pudo dejar de esbozar una leve y resignada sonrisa.
No hay mal (estreñimiento) que dure cien años ni aparato digestivo que lo
resista. Vio a través del cristal de la terraza que la tarde poco a poco se iba
revistiendo del negro manto de la noche. En el cielo una estrella mostraba su
solitario fulgor bajo un manto azulado de incipiente verano. La cruz verde de
la farmacia se encendía y apagaba de manera monótona y repetitiva mientras un
panel electrónico decía que eran las 21 horas y que hacia un temperatura de 24
º. Cantaba un arias María Callas en un
programa de RNE y parecía que la cosa tenía trazas de enmendarse. Sintió la
llave girar en la puerta y ya supo que, afortunadamente, todo lo malo era ya historia.
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