Hoy, en este país de nuestros amores y desvelos, la mayoría de las
personas viven enredadas en la incertidumbre. Unas por su presente, otras por
su futuro y otras por su pasado. Vivimos instalados en una gran farsa donde
nada es lo que parece y ninguno de los que mandan dice lo que verdaderamente
siente y piensa. Millones de trabajadores buscan recuperar un puesto de trabajo
o no logran encontrar el primero. Los derechos sociales y laborales conseguidos
con sangre, cárcel, exilio, sudor y lágrimas han pasado a mejor vida. La
corrupción campa por sus anchas por esta piel de toro donde todo es susceptible
de ser comprado o vendido. Se van los mejores y se quedan atrincherados los
“trepa” que han sido previamente domesticados.
Roban y roban y vuelven a robar plenamente conscientes de que ninguno se
pudrirá en la cárcel. Estar informado en
la actualidad es un canto al desosiego y a la indignación. Miramos al horizonte buscando la claridad de
la que ahora carecen nuestras vidas. Parece como si Dios estuviera agazapado
esperando la llegada de tiempos mejores. Veinte canciones desesperadas y un
poema de amor. Suenan a los lejos las trompetas de Jericó y los “Cuatro jinetes
del Apocalipsis” relinchan inquietos en sus cuadras. Dicen que esta noche va a
llover que tiene cerco la luna. Por
entre los olivares los galgos huyen de
los podencos y estos lo hacen de los cazadores. Vivimos instalados en una
permanente huida. El cielo barrunto
tormenta y ya pocos dudan que vaya a llover a cántaro. Los niños miran asustados a sus madres y
estas miran nerviosas por las ventanas.
Los hombres buscan la senda por donde transita la verdad y la
decencia. Los viejos narran cuentos del
ayer al calor de la lumbre hogareña. Parece que va a llover el cielo se está
nublando y las cigüeñas de los campanarios esconden el pico entre sus
alas. Suenan las campanas de la catedral
y yo sin zapatos me voy a casar. Los
gatos maúllan asustados por entre los tejados del alma. Las velas se extinguen
lentamente en la Iglesia
de San Bartolomé bajo los acordes de un salmo judío. Un niño en Palestina se cuenta los brazos y
solo le sale uno. Nos volvieron a
engañar una vez más y ahora ya no creemos ni en nosotros mismos. Al enemigo, si acaso, démosle por caridad un
poco de agua. En la Iglesia de la Escuela de Cristo se
escuchan cantos gregorianos en la misa dominical de las diez y media. Quieren
que contemos tan solo hasta cinco utilizando las dos manos. Han puesto de moda
la palabra regeneración. Veinte canciones desesperadas y un poema de amor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario