Existen libros que al leerlos por primera vez en tu juventud tienes la
sensación de que su lectura te acompañará el resto de tus días. Luego, con el
paso de los años, lo relees (me gusta mucho la relectura de libros que consideré
importantes en distintas etapas mi vida) y ya tienes una sensación bien
distinta. O ha cambiado el contexto del libro o has cambiado tú o habéis
cambiado los dos. Otros libros sin
embargo no solamente no han perdidos el interés inicial sino que el tiempo me
lo ha hecho todavía más atractivo.
Reconozco que en mi juventud (puede que ahora también) mis lecturas eran
bastantes desordenadas y mezclaba épocas literarias sin ton ni son. Siempre ha
sido (¿es?) uno de mis grandes defectos el préstamo desinteresado a “amigos” de libros que consideraba
interesantes y se hacía verdad el dicho de perder por el mismo precio libro y “amigo”. Hacer proselitismo de buenos
lectores se representa a veces una tarea tan inútil como costosa. Queremos compartir con gente que consideramos
afines los resplandores de esta “Luna de
papel” y todo resulta inútil. Más
que desengañado diría que la experiencia me ha proporcionado unos elementos de
juicio tendentes a relativizar las cosas.
Creo y deseo que el paso de los años no consiga arrinconar los libros de
papel en beneficio de otros de carácter electrónico. Su tacto, el olor de sus hojas por estrenar y
esas dedicatorias que el tiempo termina por difuminar forman `parte de la
existencia humana. Empezar un buen libro
es una aventura misteriosa y mágica a la vez que te llevará de la mano del
autor a recorrer nuevos mundos y nuevas vidas.
En el “Mercadillo del Jueves”
hay libros excelentes seminuevos por el módico precio de un euro. Pocas, muy pocas personas, los compran
renunciando a la posibilidad de vivir por tan módico precio cientos de vidas
distintas a las suyas. “Luna de papel” sin lagunas donde poder reflejarse. El vértigo del folio en blanco.
Juan Luis Franco – Viernes Día 25 de Noviembre del 2016
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