El pasado 25 de Octubre se cumplieron 141 años del nacimiento de Pablo Ruiz Picasso. Un malagueño que está considerado como uno de los más grandes Genios del siglo XX. En los últimos años cada vez que se produce la efeméride de su nacimiento se abre una cierta polémica sobre su vida personal. Picasso mantuvo una relación poco o nada edificante con las mujeres que se relacionó en su vida privada. Machista inmisericorde sometía a sus parejas con el despreciable yugo del machismo. Eso está más que demostrado y poca dudas existen al respecto. En su vida artística Picasso se nos configura como uno de los más grandes exponentes de todo el Arte contemporáneo del siglo XX. Un reconocimiento que no hace más que engrandecerse con el paso de los años. Pues bien aquí nos encontramos en una encrucijada que, por desgracia, no es un caso aislado en el mundo del Arte y la Cultura. Enormes escritores, pintores, filósofos, escultores o cineastas que en sus vidas privadas eran personas con unos compartimientos donde mandaba la ausencia de moralidad. Podríamos entrar en detalle personalizando alguno de estos casos pero el debate hay que contextualizarlo en otra dirección. ¿Debemos separar a la persona del artista? ¿Priorizamos su conducta personal minimizando sus enormes aportaciones al mundo del Arte y la Cultura? ¿Propiciamos que lo personal sea prioritario en su potencial valoración de persona y artista? Esta polémica que se encuadra en una global reescritura de la Historia no es más que un nuevo intento de someterlo todo al filtro de un falso progresismo de cartón piedra. No podemos emocionarnos con una de las más grandes novelas contemporáneas europeas (“El tambor de hojalata”) y luego repudiarla cuando sabemos que su autor (Günter Grass) militó en las Juventudes Hitlerianas. El gran escritor siempre lamentó el haber pertenecido a una organización nazi. Tenia 15 años y al igual que millones de alemanes (no lo olvidemos) se dejó seducir por Hitler. ¿Qué hacemos con su extraordinaria obra literaria? ¿La quemamos por haber militado con 15 años de edad en las Juventudes Hitlerianas? En la Ciudad de Sevilla, cuando corría Agosto de 1591, el insigne imaginero Juan Martínez Montañés se vio implicado en una reyerta donde murió un tal Luis Sánchez. Dos años tuvo que pasar en la cárcel. ¿Cómo debemos proceder con Martínez Montañés? ¿Lo acusamos de asesino y retiramos del culto al Señor de Pasión? Sinceramente creo que esto es un debate que se difumina en sus preámbulos dialécticos. Quienes consideren que no pueden valorar la obra de un artista obviando su comportamiento personal están en su derecho de hacerlo. Lo que no hay duda de que si esto prosperase tendríamos que tirar al contenedor de la Historia cientos de grandes obras maestras. Al final las obras terminan siendo de los receptores que las valoran por lo que son en sí mismas. Nos emocionamos ante una buena película que nos hace soñar; una música que nos llega al alma; un cuadro que nos hace reflexionar sobre nosotros mismos; una buena novela que nos hace vivir historias que nos atrapan desde la emoción; una antología poética que es capaz de fundir lo humano con lo divino en los brazos de la Naturaleza o una escultura (imagen) que fue tallada para acercar a los hombres entre ellos a través de Dios. Eso es todo que no es poco. ¿La vida personal y privada de los autores de estas maravillas? Es algo que no debe quitarnos el sueño. Ellos y ellas pasarán pero sus obras serán eternas.
martes, 15 de noviembre de 2022
jueves, 10 de noviembre de 2022
Víctimas y verdugos
Cuando hace pocos días el Juzgado de Instrucción número 4 y la Sección Tercera de la Audiencia de Sevilla dieron por cerrado el total esclarecimiento del terrible asesinato de Marta del Castillo todas las personas de bien, que afortunadamente son muchas, sintieron un escalofrío que les recorría el cuerpo y el alma. Una vez más se tenía la sensación, triste sensación, de que los verdugos le terminaban ganando la partida a las víctimas. Nada que objetar a que se hayan cumplido rigurosamente los plazos legales-jurídicos sobre este trágico suceso. Lo que ocurre es que esta decisión judicial deja en la más absoluta indefensión a los familiares de Marta del Castillo. Los asesinos de esta muchacha sevillana son canallas pero no estúpidos y saben, perfectamente asesorados legalmente, que la aparición del cuerpo (que solo ellos saben dónde está) les supondría una condena mucho más severa. No existe dolor más inmenso que la muerte de un hijo o una hija. Si a esto se le añade que ha sido asesinada y, completando el ciclo de la maldad infinita, sus asesinos no dicen donde la enterraron, el dolor, el terrible dolor originado, alcanza cotas de desconsuelo difícilmente imaginables. No les dejan a sus indefensas víctimas ni el consuelo de tener un sitio donde depositar unas flores. Vemos el dolor de esos padres televisado en directo y no encontramos más alivio que adentrarnos con ellos en la senda de la solidaridad. Por mi condición de abuelo veo a ese hombre mayor, al que la vida ha convertido en un abuelo-coraje, peleando cada día del epílogo de su existencia por su nieta y se me conmueve el alma. Podemos entender que con el archivo del caso se ha cumplido con los aspectos legales respetando escrupulosamente las normas jurídicas vigentes. Lo que no podemos comprender es que hayan dejado a la familia en un limbo existencial donde siempre mandará el desosiego y la pena infinita. Les han cerrado la única puerta que les abría una cierta esperanza para, al final, dejarlos instalados en la calle de la Amargura. La clave está en que entendemos pero no comprendemos. Vemos con más frecuencia de la debida que se cambian los roles de los verdugos y las víctimas. Vivimos inmersos en un cúmulo de contradicciones sociales donde cada día nos ponen más difícil ejercer de buenos (obedientes) ciudadanos. Víctimas o verdugos; legalidad o justicia, he ahí la cuestión.
martes, 8 de noviembre de 2022
Los Derbis en la encrucijada
Reconozco sin ambages que el Derbi sevillano del pasado domingo se me representa como el más raro de cuántos he vivido hasta la fecha. Al mismo se presentaban los dos Equipos de la Ciudad con una dinámica claramente diferenciada. El Betis con un número consecutivo de victorias que lo tienen situado en zona europea. El Sevilla, en horas bajas, llegaba arrastrando un cúmulo de derrotas que, dicho sea de paso, no eran nada frecuentes en los últimos años. Creo que esto obedece a una pésima planificación deportiva: salen los muy buenos y entran los menos buenos. Doctores tiene la Iglesia de Nervión para hacer análisis más solventes que los que pueda hacer este pobre bético. La tarde del pasado domingo transcurrió para mi persona sumido en descifrar claves y contraseñas que pudieran disipar mi difuso horizonte tecnológico. Mi gente más querida en un gesto que les honra están empeñadas en sacarme de mi pertinaz analfabetismo digital. El Wifi como mi particular Puente de Barcas. Antes muerto que desconectado. Reconozco que con tanta presión sufrí un pequeño sobresalto cuando en el descanso del Partido mi reloj tecnológico decía que mi ritmo cardíaco era de 190. Estaba al borde del jamacuco. Vi el partido en casa de un vecino al que su beticismo propicia que durante el desenlace del encuentro vaya al cuarto de baño cada diez minutos. Su mujer cada vez que televisan al Betis hace mutis por el foro y se va a casa de la hermana. Lo deja solo con su nerviosera y él siempre me llama para poder compartir el partido con un compañero de penas y alegrías verdiblancas. Me agasaja generosamente y suele abrir los botellines cuando los anteriores están casi llenos todavía. Vimos juntos el partido y lo curioso es que al final no sabíamos si estar tristes o alegres. Un Derbi más donde manda la pasión y la emoción rebosa como la leche olvidada en el fuego. Salvo los Boca-River no existe en el mundo futbolero unos partidos con tal grado de emotividad. En el partido del pasado domingo, en cuanto a dosis de buen fútbol se refiere, ocurrió lo de siempre: mucha adrenalina y pocos buenos conceptos futbolísticos. El primer tiempo se le puso al Betis muy de cara para haber hecho historia en el marcador del Benito Villamarín. Quedaban pocos minutos para concluir la primera parte y el Betis ganaba por un gol y el Sevilla jugaba con uno menos. Lo que pasa es que el Betis no sería el Betis sin darse un tiro en el pie. Se auto-expulsaron dos de sus mejores jugadores (el que mete los goles y el que las pone para meterlos) dejando al Equipo con 9 y con toda la segunda parte por delante. El Betis en estado puro. En el terreno de lo extradeportivo (por cierto, nada edificante) ocurrieron una serie de acontecimientos que no hacen más que traspasar peligrosamente la frontera de la pasión para caer en brazos del fanatismo y la irracionalidad. Conviene ahora recordar, por llorado y por trágico, el fallecimiento de Antonio Puerta. Una muerte sentida profundamente en la Ciudad sin distinciones de colores y banderas. Un hombre joven que falleció en directo a través de las cámaras de televisión dejando aquel momento como uno de los más tristes de la Historia del Fútbol español. Aquello marcó un antes y un después en las relaciones institucionales de los dos Equipos de la Ciudad. Hasta entonces el veneno vertido por unos personajillos de tres al cuarto, a los que el tiempo ha puesto en su sitio, surtió efecto. Después del fallecimiento de Antonio Puerta entramos en una fructífera etapa de moderación donde imperaba la cordialidad. Los últimos derbis ya nos estaban dejando claras señales de que volvíamos a las andadas. El último, el del pasado domingo, ha dejado a las dos directivas al borde de una ruptura institucional. El fútbol sevillano siempre será lo que quieran los amantes de este deporte tan magnético como manipulado. Convertir a los adversarios (políticos, sociales, culturales o deportivos) en enemigos lleva implícito la destrucción de una de las formas más hermosas que aquí tenemos de socializarnos. Como ocurrió siempre serán los mercaderes y la legión de “periodistas” deportivos los que “harán caja”. Todos contribuyendo en esta diáspora de sentimientos manipulados. Los Derbis de nuevo en la encrucijada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)