viernes, 30 de octubre de 2015

Relatos de la luna llena (5): El inventor





   Desde sus primeros años de adolescente Fermín Pérez Cubillo siempre mostró unas grandes dotes para la inventiva. Fue un niño soñador que buscaba a través de la imaginación formas y modos de cambiar aquello que no le gustaba. Estudió Maestría Industrial con unas notas realmente excelentes y siendo en las clases prácticas donde demostraba sus grandes dotes imaginativas. Para cada problema Fermín encontraba no menos de tres soluciones. Su padre fue un mecánico multifuncional (coches, motos, bicicletas, lavadoras, frigoríficos, aparatos de aire acondicionado, pequeños electrodomésticos….) que conseguía reparar lo que otros daban por imposible.  En el caso de Fermín  podíamos decir por tanto  que de tal palo tal astilla.

   Siendo niño siempre prefería juguetes donde poder armar castillos, barcos, casas o fuertes donde repeler los ataques de los indios en miniatura. Era sorprendente comprobar el tiempo record que Fermín utilizaba en el montaje de los mismos. Causaba la admiración de propios y extraños. La cantidad de horas que pasaba en su habitación armando y desarmando artilugios llegó a preocupar seriamente a sus padres.  Su abuela siempre decía que le dejaran tranquilo que mejor estaba en la casa que jugando en la calle a la pelota con un montón de golfillos. Que además en la vida hay tiempo para todo. Fermín encontró en ella su principal aliado.

   Cuando se fue haciendo mayor decía que más que un científico de probetas, pizarras y laboratorios lo que quería ser con los años era un inventor que solucionase los problemas cotidianos de la gente. Tomaba apuntes de manera incesante en un par de bloc que distribuía según las prioridades de los problemas. El bloc naranja para los que podían esperar y el bloc negro para los más acuciantes. Cada día tomaba nuevas notas y repasaba las anteriores.

   Recién cumplidos los dieciséis años de edad llevó a la práctica sus dos primeros inventos. Creó unas moscas hechas con bicarbonato y que depositaba en las pantallas de los Cines de Verano para atraer a las lagartijas que allí permanecían. Cuando estás se comían las moscas se hinchaban y eructaban cayendo al suelo sin posibilidad de volver a las blancas pantallas. De esa forma la cara de Glenn Ford se libraba, ante el regocijo del personal, de tener una lagartija merodeando por su frente.  El otro invento fue unas pinzas de tender la ropa con las puntas reforzadas de metal. Cuando se tendían las sabanas se colocaban estas pinzas en la parte baja de las mismas y el contrapeso impedía que las sabanas dieran con el aire dos o tres vueltas a los cordeles. A partir de ahí ya todo fue una febril actividad en aras de engrandecer el mundo de la inventiva. Nada se le resistía al habilidoso Fermín y toda solución era siempre cuestión de tiempo.

  Creó unas bolsas de plástico forradas de papel-aluminio para portar los “calentitos” recién comprados sin quemarse las manos en el corto recorrido hacia las casas. Paraguas con las varillas de mármol  para que los vendavales no los mandaran a hacer puñetas. Bunker camuflados en los apartamentos playeros para poder esconderse de gorrones y visitas no deseadas. Perros adiestrados portando bolsas de plástico para recoger la basura que sus dueños van dejando por la Ciudad.

  Abre-fácil universal de latas con un pequeño trompo eléctrico incorporado para taladrarlas por los filos sin que corrieran peligro las manos del interfecto. Toallas playeras con la arena incorporada de fábrica para utilizarlas en las piscinas municipales sin tener que añorar las lejanas playas. Todo un arsenal de inventos que propiciara conseguir que la vida de los demás discurriera dentro de los cauces de un mayor confort y bienestar.

  Por fin Fermín, ya jubilado de sus tareas de profesor, padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos ha conseguido la gran meta de su vida: disponer de un amplio espacio para seguir con sus quehaceres inventivos. Le han alquilado a un precio bastante aceptable un local que llevaba tiempo vacío ubicado justo enfrente de su casa. Lo ha sometido a una profunda reestructuración acorde con sus necesidades. Amplios paneles ocupan las paredes con todo tipo de herramientas y utensilios perfectamente organizados. Dos bancadas están situadas en la parte central del local. Una de ellas con diversos planos, rotuladores, reglas y calibres y la otra completamente despejada. En un rincón junto a una amplia ventana tiene su mesa de trabajo con un ordenador, un cubilete lleno de lápices y bolígrafos y sus dos inseparables bloc. Ahora trabaja casi siempre por encargo y, por falta de perspectiva, se ve obligado a rechazar algunos de los trabajos  que le llegan. Siempre dice para sus adentros…”Se creerán la gente que yo soy la Virgen del Carmen. Los milagros se piden en la capilla de ahí enfrente”. Ahora anda enredado en una maquinilla que le quite a la gente los mocos secos en los semáforos sin tener que soltar las manos de los volantes de los coches. Sus inventos los tiene perfectamente inventariados y en la actualidad llegan a la friolera cifra de mil quinientos. Nunca patentó ninguno de ellos pues siempre decía que como los buenos poemas cuando el pueblo los hace suyo suyos son. Vive feliz haciendo lo que más le gusta y, lo más importante, haciendo feliz a la gente. Fermín Pérez Cubillo nació para inventor y fue clarividente al descubrirlo a edades muy tempranas. Lejos le quedan ya las lagartijas de las pantallas de los Cines de Verano. Al final puede que sea verdad que la vida es un invento donde siempre nos estamos reinventando para volver al punto de partida. Alguien, en un frase reaccionaria, dijo una vez…”Que inventen ellos”.  Buenos, ellos no,  que mejor invente Fermín. 


Juan Luis Franco – Viernes Día 30 de Octubre del 2015


martes, 27 de octubre de 2015

Grandeza





“No temáis a la grandeza;
algunos nacen grandes,
algunos logran grandeza,
a algunos la grandeza les es impuesta
y a otros la grandeza les queda grande”
- William Shakespeare –

La grandeza, ser grande en cualquier parcela de la vida o de una manera integral, es algo que con las coordenadas actuales está seriamente devaluada. En Sevilla cuando queremos halagar a alguien por la vía de la ojana siempre rematamos con un: ¡Que grande eres tío!  Hoy parece ser que la grandeza está íntimamente ligada al acopio de fama o dinero (o ambas cosas a la vez).  La grandeza de las personas en cuanto a sus valores éticos-morales-culturales-artísticos y sus comportamientos sociales se refiere ocupan un segundo o tercer plano.  Más que nunca toma parada y fonda el dicho antiguo de tanto tienes tanto vales. En cuanto a la grandeza se refiere  el día a día nos ofrece cientos de ejemplos realmente contradictorios. Personas que, sin pretenderlo, por su condición humana y sus intrínsicos valores artísticos-intelectuales-morales son grandes y otras que, a pesar de buscar denodadamente la grandeza, nunca terminan de encontrarla. Lo triste es que los parámetros de la grandeza están tan mercantilizados que tan solo aparecen en el ranking los escogidos por los gurús mediáticos. Unos viven obsesionados por conseguir y permanecer en la grandeza y otros tan solo tratan, a través de sus obras, de entregar sus vidas a los demás. Aparte de una supina estupidez debe ser tremendamente aburrido estar todo el día preguntándote si eres grande o no.  Al final, en lo físico, ser grande y no llamarte Pau Gasol resulta un verdadero coñazo. Sevilla es una isla de grandeza hacia donde, de manera compulsiva, siempre se dirigen remando un montón de figurones. Nunca, afortunadamente, terminan por llegar.


Juan Luis Franco – Miércoles Día 28 de Octubre del 2015

lunes, 26 de octubre de 2015

Restauración





Hay que autoanalizarse constantemente,
me miro al espejo y es una de las cosas
más difíciles que hay, pero es un proceso
del que se puede aprender mucho”
- Oliver Stone -

Creo recordar que fue el añorado actor Juan Luis Galiardo a quien le leí que a ciertas edades más que acicalarse de lo que se trata es de someterse cada día a un proceso de restauración. Saltas de la cama buscando el cuarto de baño y después de encender la luz te miras en el espejo a ver si la noche te ha dejado secuelas. Mientras lo que veas no te asuste todo va bien.  Te recomiendan cremas que anuncian en televisión personas que por su juventud y lozanía poco o nada parecen necesitarla. Te halagan cuando te dicen –puede que hasta con total sinceridad- que te mantienes muy bien para tus años. Por lo visto de eso se trata: de mantenerse.  Lo hacemos como si fuéramos tablones flotando en la mar serena procedentes del naufragio del barco de la juventud. El mismo en el que un día ya lejano navegamos a todo trapo contra viento y marea. Soy de los convencidos (salvando la abismal distancia y la petulancia por mi parte) junto a Arturo Pérez Reverte que, a ciertas edades, contra menos fotos nos hagamos mucho mejor. La decadencia física no se esconde pero tampoco se exhibe. Quiero recordar a mi madre cuando aún era joven y cantaba “María de la O” mientras lavaba en el patio del Corral de vecinos donde vivíamos. Lo que me encuentro para recordarla son fotos de una señora muy mayor, sentada en un carrito y con la mirada triste y ausente. ¿Qué tienen que ver esas imágenes fotográficas con lo que fue y era mi madre?  A partir de los cincuenta años hay que huir como alma que lleva el diablo de los miles de cámaras que hoy (con los móviles) nos acechan por las esquinas.  Ahora, con la moda de los selfies, la gente se hace fotos ellas mismas.  Cuidarse es elemental para que la salud no se nos resquebraje y, aparte de por nosotros mismos, no ser una carga añadida para aquello/as que bien nos quieren.  Seguiremos pues sometiéndonos cada día a este proceso de restauración que, a base de cremas y potingues, consigue retrasar momentáneamente los estragos inevitables que provocan los años.  Restauraciones con olores a Aloe Vera. Las cremas antioxidantes y antiarrugas al poder.


Juan Luis Franco – Lunes Día 26 de Octubre del 2015

domingo, 25 de octubre de 2015

Tolerancia y respeto





Tolerancia y respeto. Dos conceptos que parecen significar lo mismo pero no es así. Veamos que definición nos hace la RAE sobre el particular.  Sobre Tolerancia dice que es el “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Sobre Respeto viene a decir que es la “Veneración, acatamiento, miramiento, consideración, deferencia que se ha hace a alguien”. Sin embargo en el argot popular estos términos quedan claramente intercambiados.  Tolerar es “permitir” (autorizar) que convivan con nosotros en “igualdad de derechos y deberes” personas cuya orientación sexual, ideología política, cultura o credo religioso sean de distintos signos al nuestro.  Respetar es asumir sin complejos que todas las orientaciones sexuales, políticas, culturales o religiosas tienen cabida (salvo las de corte radical y/o fundamentalista) en nuestra Sociedad.  Por tanto y entrando en contradicción con nuestra RAE me encuentro más cómodo enmarcado dentro del campo del Respeto.  Sevilla (el Flamenco ni les cuento) se ha ido configurando a lo largo de su Historia mediante un crisol de Culturas que le han dado su inigualable sedimento. Aquí lo romano, lo judío, lo árabe y lo cristiano (por no remontarnos en este breve espacio a civilizaciones anteriores) han dejado su huella indeleble.  Las mujeres, a pesar del enorme trecho recorrido, todavía siguen al amparo de la “tolerancia” de los hombres. Por iguales cometidos laborales ganan salarios más bajos. Ocupan menos puestos de responsabilidad. Tienen que complementar en muchos casos trabajo y faenas domésticas. Son victimas propiciatorias de la barbarie criminal machista y, por si esto fuera poco, tienen que demostrar permanentemente sus valías por partida doble. Existen todavía -en pleno siglo XXI- países donde la homosexualidad es castigada con prisión, salvajes palizas e incluso la pena de muerte. Que duda cabe que nuestro país ha experimentado grandísimos avances en cuanto a tolerancia y respeto se refiere pero, no nos engañemos, todavía queda mucho camino por recorrer. Aún podemos escuchar con profunda tristeza lo de: “Moro de mierda”; “Maricón de los cojones” o lo de “A esta le daba yo una buena fregona”.  Venimos de donde venimos y no se hace uno cristiano tan solo por meter el dedo índice en el agua de las pilas de las iglesias.  En definitiva, tan solo respetando podemos exigir que se nos respete a nosotros. Tolerancia y, fundamentalmente, Respeto.


Juan Luis Franco – Domingo Día 25 de Octubre del 2015-10-01

viernes, 23 de octubre de 2015

Y se encuentran por la calle





“Amores que se han querío
y se encuentran por la calle
o se hacen un desaire o se
mudan de color: por dentro
sufren  los dos”

La vi, me vio y nos vimos. Todos tenemos, o debíamos tener, un gran amor a lo largo de nuestra vida.  Que tome forma o no siempre dependerá de eso a lo que llaman voluntades y circunstancias.  Me la encontré una mañana de septiembre por la sevillana calle Jovellanos justo en la puerta de la Capillita de San José.  Aquella muchacha rubia, hermosa y risueña de mi juventud hoy era una estupenda mujer madura a quien la vida, como con los buenos vinos, no había hecho sino mejorar con el paso del tiempo. Hacia muchos años que no tenía noticias suyas y daba por hecho que incluso ya no viviera en Sevilla. En la puerta de una floristería de nardos y claveles nos besamos fraternalmente como dos amigos que un día orillaron para siempre el derecho al roce. Allí estuvimos hablando diez cortos minutos con la sensación (al menos por mi parte) de que donde hubo candela rescoldito queda. Vivía desde hacia mucho tiempo en un pueblo del Aljarafe y hoy era un esplendida abuela venciendo el paso de los años. La vida la había tratado de bien para arriba y, parece ser, Dios algunas veces acierta repartiendo dones y virtudes. Me dijo que, acompañada de uno de sus hijos, baja cada tarde de cada lunes del año a visitar a La Candelaria. “Candela del Martes Santo / faro de barcos perdíos  y bálsamo pa el quebranto”.  Lo nuestro no pudo ser o quizás ninguno de los dos quisimos que fuera. Éramos demasiados independientes y jóvenes como para acometer ataduras de inciertos recorridos. Nos despedimos como dos viejos amigos que una vez convivieron en armonía compartiendo espacio y tiempo. Un recorrido sentimental entre su calle Levies y mi calle “Condibarra” que un día ya lejano llegamos a recorrer juntos. Un baile dominguero que toma forma en una canción de Cliff Richard o Gianni Morandi y que se cuela placida y amorosamente por el túnel de San Bernardo.  Los besos perdidos en el aire con un soniquete de vieja campana. Amores perdidos que un día se encuentran por la calle.


Juan Luis Franco – Viernes Día 23 de Octubre del 2015