miércoles, 30 de mayo de 2012

Mayo vino a mi ventana y se fue


Se va por donde nos había llegado: la cornisa del Aljarafe. A partir de ahora los atardeceres se resistirán a dejarle paso al reinado de la noche. Se lleva de la mano a nuestras Fiestas Mayores y a nuestro caudal de emociones tan hermosas como fugaces (¡Oh belleza, cuán efímera es tu presencia!) Se las lleva a darse una vueltecita por los senderos del alma y no las devolverá cuando ya, un nuevo Abril, sea una realidad visible en el horizonte. Mayo vino a mi ventana y… se fue por donde había venido. Esta Ciudad siempre vivió permanentemente instalada en las despedidas sentimentales. Unas veces te vas de propia voluntad y otras te echan a través del aburrimiento. Los gozos soñados se nos escapan de las manos como el agua de las torrenteras que se posan en los ríos para perderse en la mar. Nos queda la proximidad de un Corpus que siempre cierra un paréntesis hasta que, a mediados de Agosto, Ella vuelva a salir desde la penumbra hacia la luz. Aquí siempre quedó todo reducido al mágico mundo de los paréntesis. Semana Santa; Feria; Corpus y Virgen de los Reyes como elementos vertebradores de nuestras emociones tradicionales más nobles e imperecederas. Mientras, vivimos como buenamente podemos, hasta que el paso del tiempo nos vuelva a situar frente al epicentro de nuestras emociones más profundas: las que siempre terminan por fundir nuestro pasado con nuestro presente. Querer asumirlo es tarea compleja pero nuestro entramado sentimental y cultural siempre priorizó la belleza por encima de otras consideraciones. La Historia y la Tradición están concensuadas, dentro de la racionalidad, con las raíces del pasado. La Fe es cambiante por su propia naturaleza, y los acontecimientos del devenir de cada uno determinarán su cuota existencial. La Belleza es, a la vez, tan palpable como efímera. Mayo es el mes de la belleza más nítidamente sevillana. Sus “Cruces de Mayo” -hoy casi piezas de nuestro Museo de Artes y Costumbres Populares- representaron a la belleza popular en todo su esplendor. Con nada se construían hermosos altares “corraleros” y, de la nada, se creaba una forma de divertirse anclada en nuestro folclore más genuino. Mayo vino a mi ventana y…se marcha derrotado (pero no vencido). Hasta el Rocío, tan lejano y tan cercano a la vez de la Ciudad, cerró la cancela de su Aldea. Sevilla abre las puertas de su Gloria a través de la belleza más circular en las fechas marcadas a sangre y fuego en su calendario. Mientras, en estos largos paréntesis, nos ofrece su eterna belleza para saciarnos del agua de las fuentes de los paraísos perdidos. Pronto, muy pronto, veremos correr a los mozos delante de los toros por la calle Estafeta de Pamplona. Son señales externas que nos indican que ya falta menos para que el Rey San Fernando se quite su corona al paso de su verdadera Reina: la Virgen de los Reyes. Después, todo volverá a renacer entre abrazos de reencuentros; olores a lápices nuevos; llantos de despedida infantil en las puertas de las guarderías y, la retirada de un cartel que dice: “Cerrado por Vacaciones” que tan solo existe ya en el recuerdo de tiempos mejores. Volverá a ponerse en marcha el reloj sentimental de la Ciudad y ya Mayo será tan solo un fantasma que se perdió por las marismas. Mayo vino a mi ventana y…en forma de gorrioncillo me cantó su última letanía.

lunes, 28 de mayo de 2012

La frágilidad de la belleza


La belleza, la extrema belleza, es frágil por su composición y efímera por su configuración. De manera más que acertada siempre se situó el epicentro de la belleza existencial en torno a la juventud. La niñez es ilusión; la madurez frustración; la vejez resignación y, la juventud esplendor. La adolescencia es una edad que, si dimana de una infancia feliz, está llena de momentos bellos e ilusionantes. Primeros amoríos; expectativas de futuro; esbeltez en cuerpos y almas: la belleza en definitiva en toda su plenitud. Todo está por estrenarse y el mundo siempre gira alborozado en torno a la juventud. También es verdad que, aún sin percatarse, ya planean sobre sus cabezas las sombras de lo efímero y lo frágil. Una vida se extingue cuando concluye con el paso de los años y se rompe cuando termina en los albores de la juventud. Cuando enterramos a un joven la vida se instala en la irracionalidad de la pena amarga. Sevilla es una Ciudad hermosísima y, por ende, tremendamente proclive a la fragilidad. Su Semana Mayor, que representa la cima de su belleza, siempre está –y estará- cogida con los alfileres de lo meramente circunstancial. Una lluvia a destiempo; una mala gestión política, clerical o corporativa, o un grupúsculo de vándalos, y todo puede irse al traste. Lo bello solo se eterniza cuando, con el paso de los años, los corazones dejan de latir y se eternizan, a través del clasicismo, en Música; Pintura; Escultura; Cine; Literatura; Teatro… Es una belleza testimonial del paso de los genios por la Tierra y de la existencia de Dios a través de su soplo divino. Las tradiciones, siempre las nobles tradiciones, como ejes vertebradores de nuestro epicentro cultural y sentimental. Sevilla, a pesar de los terroríficos desmanes cometidos a lo largo de su Historia contra su Patrimonio, se mantiene en pie soñando siempre con tiempos mejores. Nunca, lamentablemente, terminan por llegarle. La belleza de la Ciudad es un halo intemporal que se nutre del aliento de los sevillanos. De aquellos que no se limitan tan solo a pisar su corteza terrestre. A tomar, disfrutando y padeciendo, el trozo urbano que geográfica y políticamente les corresponde. Habitarla no es solo trabajar en ella (también convendría trabajar “por” ella). Compartir tertulias en bares o tabernas. Ir al Fútbol o los Toros. Salir de nazareno. Ir de compras. Llevar los niños al “cole”, o desplazarnos por sus arterias como buenamente podamos, forma parte de lo que se conoce como la cotidianidad pero peligrosamente queda excluida la posibilidad de, aparte de habitarla, vivirla. Sevilla se mueve inmersa en un frágil péndulo que la hace gravitar peligrosamente desde lo bello e intemporal hacia la ordinariez y la vulgaridad. No se trata de salir a la calle provistos de lanzas y escudos dispuestos a defender la Ciudad. Solo basta con que nos consideremos comprometidos embajadores de sus excelencias. Observo con verdadero placer que aumenta cada día el número de personas foráneas que nos visitan. Dicen las encuestas que se van encantados y consiguen, en el “boca a boca”, atraer a nuevos visitantes. Corren malos tiempos para casi todo, y no podemos permanecer impasibles antes los desmanes que se cometen contra lo verdaderamente sustancial. Sevilla es la Ciudad del paro; la droga; el vandalismo; el enchufismos; el figuroneo y, algunos casos que recordar no quiero. Pero sigue siendo la Ciudad más bella del mundo. No son elucubraciones que nacen del “chovinismo” sino una constatación acorde con los canones de lo singularmente bello.

 Sevilla será lo que nosotros queramos que sea. Las flores de un jardín, sin jardinero que las cuide, se terminan marchitando arrulladas por el lamento de los poetas.

domingo, 27 de mayo de 2012

El Zoidazo en cuarentena

El pasado 22 de mayo se cumplió un año de la conquista de la Casa Grande por Juan Ignacio Zoido (¡como vuelan los días!). Ganó por mayoría absoluta, con el beneplácito de una ciudadanía que estaba harta de ver la Ciudad gobernada por un “sectario iluminado” y un pusilánime encantado de haberse conocido. El balance de este primer año ha sido realmente pobre y, como decimos por estos lares, no ha tenido “ni chicha ni limoná”. Bien cierto es que se sabía –ellos los primeros- que la herencia recibida era demoledora y que, con el capital político acumulado por Zoido en Sevilla, había que aupar a la Presidencia de la Junta al siempre perdedor Arenas. Raquíticos, muy raquíticos, se nos presentan en este primer año de gestión los cambios experimentados en una Ciudad sin pulso y a la deriva. El recurrente –e innegable- tema de la “herencia recibida” ya empieza a cansar a la ciudadanía y todos esperan –esperamos- algo más de eso que se conoció en su día como “el Zoidazo”. Las barriadas de la periferia –que fue donde Zoido cimentó su aplastante victoria- están abandonadas a su triste suerte. Las promesas que les hizo un voluntarioso político enfundado en una parka roja siguen pendientes de resolución (¿a perpetuidad?). Lo que todavía nos mueve al optimismo es que Juan Ignacio Zoido sigue gozando de un amplio consenso en la Ciudad. Tiene margen de maniobra y ojala no les pase a las sevillanos como con el famoso “barco del arroz: lo que se espera ilusionado pero nunca termina por llegar. Los meses pasan a una velocidad vertiginosa y bien hará Zoido en ponerse, de una vez, el “mono de trabajo” y dedicarse a lo que de verdad importa en la Ciudad del Paro. Personalmente pienso que estamos ante un buen Alcalde al que “los cantos de sirena” le pueden provocar una otitis crónica. No citaré más que de pasada la llamada “Operación Talento” en clave ¿coplera? La Ciudad se extingue lentamente como el rocío de la mañana y no estamos para OT de “Mantones de Manila” (para malgastar el dinero de los contribuyentes ya tenemos a “Canal Sur”). Zoido debe tomar la locomotora de Sevilla y llamar a las cosas por su nombre (eludiendo las falsas promesas y los paraísos artificiales). El consenso tanto con la oposición en el Ayuntamiento como con la Junta de Andalucía se nos presenta imprescindible. Olvidarse -¿será esto posible?- de que el Gobierno Central es de su misma “cuerda” política, y priorizar los intereses de la Ciudad. La tarea será dura y enormemente complicada pero, a tenor de lo que percibo en “la calle”, el crédito de Zoido después de un año de gestión permanece intacto. No busquemos “salvadores” que nos solucionen los graves problemas que padecemos. Busquemos personas serias, decentes y responsables que no nos vendan “gatos por liebres”. Juan Ignacio Zoido puede ser –así lo creo todavía- el Alcalde que Sevilla necesita para navegar por los procelosos mares de la Crisis. De él y de su Equipo depende que Sevilla no sea una vez más -¿y van?- ninguneada. El tiempo, como juez inapelable de la vida y las cosas, nos dirá si el pasado 22 de Mayo del 2011 acertó la Ciudad o se equivocó –la equivocaron- una vez más. Tiempo al tiempo.

viernes, 25 de mayo de 2012

Lunita de acero frío


Alberti rema entre nubes de algodón soñando con su vereda, soñada y perdida para siempre, del Puerto de su infancia. Lorca sacude vareando los olivos de la vega granadina para no escuchar el descerrajo de los tenebrosos mosquetones. Machado, don Antonio, abre sendas poéticas por entre las olas del mar bravío. Machado, don Manuel, llena de contenido poético los vasos vacíos de las bohemias noches del Flamenco. Cernuda sueña, entre Acetres y Aire, con la buena nueva de las palomas mensajeras surcando los cielos que perdimos. Caracol canta por Siguiriya; Vallejo por Granaina; Mairena por Soleá y Camarón por Tangos. La Macarrona baila por Bulerías; Antonio por Farruca y, Juanita Reina, sueña con ser “Madrina” cuando Ella pase de nuevo por la calle Parras. “Esta noche va a llover que tiene cerco la luna / mi pozo cogerá agua / que no le queda ninguna”. Al Mutamid pasea su soledad arrastrando pena y chilaba por los Jardines del Alcázar. Rafael Montesinos escribe su poema de exilio interior debajo de la pizarra que en la Bodeguita de San Lorenzo cuenta los días que faltan para… ¡la Feria! Allá por San Nicolás una mocita criada en Carmona dice un “Si quiero” que le nace de las entrañas del alma. ”Antoñito Procesiones” arrastra sus pies salpicando de romero a los santos varones del cielo. “Luna, ¿tú no estás cansada de girar al mismo mundo? / Luna, tú no te vayas / porque dicen que a veces se tarda el alba”. “Bobote” toca las palmas y las palomas de la Plaza de América levantan el vuelo por Bulerías. Sánchez Gordillo porta la Cruz de Guía de la “Quinta Angustia”. La camisa blanca de la esperanza española se solea en una azotea de la calle Castilla. Ángel Vela sueña Triana para que nosotros la podamos también soñar con él a través de su talento. “Yo me emborraché en Triana / y llegué hasta San Bernardo / agarrao a las ventanas”. La noche, se cierra sobre si misma como un abanico olvidado en una revuelta cama testigo de amores furtivos. Adriano invita a comer a sus huestes en el “Ventorrillo Canario”. Trajano se marcha a ver “una de romanos” en el “Cine Club-Vida”. “Porque te llamas Aurora / yo me levanto al rayar el día / si te llamaras Angustias / de penita me moriría”. En la Plaza de la Pescadería, “La Mina”, la única de España que da vino en vez de carbón, lamenta la falta de tertulianos. Isabel “la Católica”, escribe el prologo del libro que recoge las memorias de Cristóbal Colón. El “Concierto de Aranjuez” del Maestro Rodrigo suena en los Jardines de Murillo. “Candelaria” de Manolo Marvizón se escucha en las noches plateadas de los Jardines de Versalles. El “Niño Ricardo” le enseña una nueva falseta a Sabicas. Antonio Machín le da una de sus “Dos Gardenias” a doña Concha Piquer. “Yo no se lo que me pasa / cualquier vereda que cojo / siempre me lleva a tu casa”. La Luna se pregunta: ¿Donde están los maletillas nocturnos de las dehesas? ¿Dónde los poetas de esquinas blandas? ¿Dónde los besos furtivos de los enamorados¿ ¿Dónde, donde los hombres? La respuesta está en el viento que hace volar las cometas de los niños. La Luna tiene sueño y ya no espera para recogerse ni siquiera a que nos quedemos dormidos. “De una pedrada me cargué el cristal y corrí, corrí con ella, hacia mi portal”. Luna de soñadores románticos; luna de lobos hambrientos; lunita de acero frío.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Mayo o la plenitud de la luz

“Es la luz misma, la que abrió mis ojos 
Toda ligera y tibia como un sueño, 
Sosegada en colores delicados 
Sobre las formas puras de las cosas”
 - Luis Cernuda –

Si algo define en todo su esplendor a esta Ciudad es su fugaz y efímero concepto de la luz. Amanecer, mediodía o atardecer como perfectos cómplices de sus tres variantes. La de los amaneceres es tenue y acariciadora, abriendo la cancela a la incógnita que supone gastar un nuevo día. La del mediodía ya se nos presenta abrasadora y tórrida como inequívoco preámbulo de los calurosos días venideros. Los atardeceres son radiantes y lentos, muriéndose dulcemente tras la cornisa del Aljarafe. La luz en Sevilla nace, reluce y muere (aparte de pagarla “generosamente” en Endesa) con todo su esplendor en el florido Mayo. Tres epicentros sentimentales tiene Sevilla para disfrutarla: mañanitas por los Jardines del Alcázar; mediodía por la Plaza del Salvador y, atardeceres por la de San Lorenzo. Luis Cernuda era un asiduo visitante del Alcázar (existe un testimonio gráfico de su presencia en sus jardines. Fotografiado por Juan Guerrero Ruiz en 1928) pues sabía a ciencia cierta donde perderse para encontrar el alma de la Ciudad. Siempre tendemos a invertir el orden natural de las cosas: buscamos la luz mirando al cielo cuando es este el que nos mira a nosotros proyectándonos sus resplandores. La luz otoñal sevillana es tenue, suave y de una palidez poética casi enfermiza. La del riguroso verano nos llega directamente exportada de los campos de trigo y la canícula africana -más que luz es fuego abrasador- resultando cegadora y esclavizante. La de Mayo apura lo mejor de los últimos días primaverales antes de que los romeros emprendan el camino de Pentecostés. Acaricia y duerme bajo su soniquete de jardín antiguo en la epidermis de nuestro cuerpo. Se produce una amorosa victoria de los sentidos propiciada desde la extrema belleza. Esta Ciudad fue hecha, sentimental y arquitectónicamente, para la luz y nunca para las sombras. Incluso sus callejas más estrechas siempre tienen un momento del día que se dejan besar por las luces furtivas. Cuando queremos rematar un compendio de elogios de alguna de nuestras bellísimas Dolorosas, siempre decimos que estaba ¡Radiante! Es decir: luminosamente guapa. Para que la noche no extienda sobre Ellas su oscuro manto de pena y sombras las rodeamos de velas y cirios encendidos en altares y tronos andantes. Sabemos que la oscuridad del alma conduce inevitablemente al pantanoso mundo de las tinieblas. Se lo dijo Pepe Marchena a su querida Isabelita en la habitación de la clínica donde apuraba sus últimas horas terrenales: “No me bajes la persiana Isabel que me queda mucho tiempo que estar a oscuras”. Apura Mayo sus últimos días a golpe de calendario. Nace cada día con su halo de luz y se muere cada tarde como un ascua encendida que se va difuminando por el horizonte aljarafeño. Los días por llegar ya serán escritos bajo el implacable decreto del Reino de las Calores. 

Los fines de semana abandonaremos la Ciudad a su triste suerte de tierra candente. Recordaremos los días pasados –y sobre todo paseados- cuando andemos presurosos buscando el resguardo de los pocos árboles que han dejado todavía en pie. ¿Qué les pasa a nuestros políticos para estos avenates arboricidas? Queda todavía un “cominito” del mes de las flores como para no perdérselos en divagaciones. 

Disfrutemos su luz aunque sea sorteando basura y veladores callejeros. Cuando Dios creó Mayo seguro que lo hizo para que los sevillanos no tuviéramos ninguna excusa para no perdernos por los vericuetos sentimentales de la Ciudad. Recordado mes con las Cruces de Mayo infantiles en el recuerdo. “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”, tenía usted razón, mucha razón, don Antonio (Machado).

lunes, 21 de mayo de 2012

Un Maestro, un Señor y un Amigo: Frédéric Kanouté


Después de un más que exitoso periplo sevillista se nos marcha de la Ciudad un grande del Fútbol y de la vida: don Frédéric Kanouté. Abanderado de la mejor etapa del Sevilla FC se nos configura –siempre con permiso de Juan Arza- como el mejor jugador de la Historia del Equipo de Nervión. Grande, entre los muy grandes, este futbolista francés hijo de padre maliense y madre francesa. Llegó a la Ciudad sin haber “explotado” todavía el enorme jugador que llevaba dentro. Provocó en sus inicios muchas dudas entre la afición sevillista. Desgarbado, lento y sin todavía quedar definido si era un punta o un media-punta parecía que aquí no iba a cuajar. Craso error, evidentemente. Muy pronto iba a demostrar cuantos valores atesoraba y que han terminado por causar la admiración y el respeto de propios y extraños. Se va dando las gracias a sevillistas y béticos. Kanouté gozaba –y gozará eternamente- del profundo cariño de la afición sevillista y, del respeto y la admiración, de la que piensa, sueña y padece en verdiblanco. Señorial en su comportamiento fuera y dentro de los terrenos y profundamente solidario con los niños más desfavorecidos (su Fundación es absolutamente modélica en ese sentido). Cuando alguien logra –cosa que no es fácil- penetrar abiertamente en las arterias sentimentales de la Ciudad ya será nuestro para siempre. Kanouté ya forma parte integrante de la cultura sentimental de Sevilla y esto por estos lares siempre fueron palabras mayores. Toda la suerte del mundo para este bondadoso y extraordinario “pelotero” allí donde quiera que vaya. Aquí siempre tendrá su casa. Gente así engrandece el maleado mundo del Fútbol y, lo más importante, ennoblece la vilipendiada condición humana. Desde mi condición de bético nada fundamentalista me inclino ante personajes de esta magnitud deportiva y humana. Sevillista o bético; bético o sevillista se nos antoja, en casos como el de Kanouté, irrelevante. En una sociedad plagada de personajillos y mangantes de toda índole y condición gente así nos redime y reconforta. Enhorabuena a los sevillistas por haberlo tenido entre sus filas. Su paso por el Sevilla FC queda plasmado en las vitrinas de trofeos de la Entidad de Nervión. Enhorabuena también a la Ciudad por haberlo agregado a la excelsa nómina de sus Hijos más ilustres. Suerte, mucha suerte don Frédéric, y créame si le digo que fue un placer tenerlo viviendo entre nosotros. Un Maestro; un Señor y un Amigo: Frédéric Kanouté. Hasta siempre amigo. Nervión y la Ciudad ya no serán lo mismo sin vuestra augusta presencia.

domingo, 20 de mayo de 2012

Calle Perla


Si a más de un sevillano de rancio abolengo e irredento andarín por el Casco Antiguo de la Ciudad (versión triangular Puerta de la Carne-San Nicolás-Alfalfa) les preguntamos por la ubicación de la calle Perla (antiguamente “de la Perla”) posiblemente no sepa contestarnos. La calle Perla es un ramal de la de Muñoz y Pabón situada justo a la izquierda de la Farmacia (según se baja desde San Nicolás). Su extensión sobrepasará en poco los 300 metros. De unos 3 metros de anchura en su comienzo y final y, un poco más ancha en su centro geográfico. Pues bien, esta Perla de la judería sevillana que nos lleva desde San Nicolás a San Isidoro, tiene 4 casas; 21 hermosísimos balcones; 3 ventanales al sevillano modo y 3 ventanas miradores. Asomarse a un balcón de esta singular calle es entrar literalmente en la intimidad de los de enfrente. Si tu amante vive en la otra parte de la calle no hace falta que le tires un beso al aire desde la palma de tu mano: se lo das directamente desde el balcón. Puedes jugar una partida de ajedrez con tu vecino apoyando el tablero en las barandas de ambos balcones. Si se te “escacharra” la tele puedes compartir al “Doctor House” con los de la otra pared. Eso si, si el Sevilla mete un gol y tú sueñas y padeces en verdolaga hará tuya su alborozada celebración. Una de las casas tiene un rotulo en su puerta que dice: “Edificio San Nicolás”. Ignoro si está compuesto por apartamentos o es una Residencia estudiantil. Lo cierto es que, a no dudar, será la casa más poblada de la calle y con una latente contradicción: cada Martes Santo pasa muy cerca la Candelaria y solo pueden presentirla. Son estas pequeñas calles (junto a las plazoletas) las que han configurado el alma urbana de la Ciudad. Las Avenidas se hicieron para transitar; las calles para pasear y los callejones para soñar. ¿Quién de adolescente no le dio un beso furtivo a su enamorada en un oscuro y silencioso callejón? Calle Perla, calle de la Perla, calle repleta de balcones y ventanas justo en el epicentro de nuestra –mi- memoria sentimental. Cuando vas subiendo hasta el campanario de la Giralda siempre nos llama la atención la panorámica de las azoteas, hermosas y añoradas azoteas de nuestra infancia. Hoy poco o nada hay que secar en una Ciudad donde tan solo llueve en Semana Santa. Un amigo me dice que Dios está molesto con nuestra indolencia y, que cuando gente uniformada toca los primeros tambores, tira siempre de la cisterna. No me he preocupado siquiera por averiguar en Internet el origen del nombre –“de la Perla”- de esta calle. Morando a escasos metros quien allí reside y reina sobran las indagaciones. “Perla de San Nicolás” solo puede haber una y responde al nombre de: Candelaria.

sábado, 19 de mayo de 2012

La segunda muerte de Artemio Cruz


El pasado martes 15 de mayo falleció en México a los 83 años de edad, Carlos Fuentes, uno de lo grandes, muy grandes, escritores latinoamericanos. Nada ni nadie hacía presagiar tan fatal desenlace pues se encontraba, pese a su edad, en plena ebullición creativa y vivencial. Padeció la crudeza del dolor en su máxima expresión con las muertes de sus hijos, Carlos y Natasha. Se creció ante el castigo de lo humanamente insoportable sin más ayuda que su compañera del alma, Silvia Lemus, y su inquebrantable inquietud intelectual. Premio Cervantes (1987) y Príncipe de Asturias (1994) pertenece ya por pleno derecho al selecto grupo de grandes escritores a los que nunca les dieron el Nobel. Escritor en su triple faceta de novelista, ensayista y articulista. Grandes e imperecederas sus novelas (“La región más transparente”; “Gringo viejo”; “La Muerte de Artemio Cruz”; “La voluntad y la fortuna”; “Terra Nostra”....). Genial y clarividente en sus numerosos ensayos destacando sobremanera títulos como “Cervantes o la critica de la lectura” (1976) y “La gran novela latinoamericana” (2011). Demoledores sus artículos en prensa, tanto por su claridad expositiva como por sus continuas denuncias dirigidas fundamentalmente a los políticos que, en su país, habían secuestrado y desnaturalizado la Democracia. El insoportable clima de violencia actual de su querido México nunca le resultó ajeno, dedicando numerosos escritos a denunciar a sus verdaderos responsables, sin miedo a poner en peligro su propia integridad física. Los escritores, los grandes escritores, nunca se nos terminan de morir, pues en su legado intelectual -siempre que lo volvamos a recuperar- permanecerán indelebles al paso del tiempo. Carlos Fuentes fue –y lo seguirá siendo- un referente intelectual y moral para las conciencias adormecidas. Lamentablemente, parece ser que en la sociedad actual, y en aras de rendirle pleitesía a un idolatrado ”becerro de oro”, cada vez necesitamos menos referentes como el que dimanaba de este mexicano universal. Se nos ha ido una persona cultísima, exquisita sin envaramiento, bondadosa, solidaria e inteligente, enormemente inteligente. Nos queda, que no es poco, un monumental escritor plasmado en una obra inmortal, y un pensador de los más lucidos del pasado siglo XX. En una Sociedad tan a la deriva como la actual, donde los corruptos y los mediocres sin escrúpulos hace tiempo que se apoderaron de las esferas del Poder, voces –y plumas- como la de don Carlos Fuentes nos son absolutamente imprescindibles. No solamente nos hacen pensar y meditar sobre nuestra existencia sino, lo más importante, nos aclaran de manera rotunda que, si queremos, otro mundo es posible. Descanse usted en paz Maestro. Leerlo y reflexionar sobre cuanto nos dice fue y será siempre un placer.

viernes, 18 de mayo de 2012

Cultura: irredenta Cenicienta


El aire, el alimento, el afecto y la cultura son –o debían serlo- los elementos fundamentales para cubrir las necesidades existenciales del ser humano. Respirar; nutrirse de lo necesario para vivir; querer y sentirse querido y, crecer desde el necesario desarrollo del intelecto, como factores claves para llenar de sentido nuestra existencia. Hoy la soledad, en clave de orfandad, se ha adueñado de nuestras vidas, configurándonos como barquitos de papel a merced de los vientos de lo insustancial y la novelería. Han deteriorado gravemente el aire que respiramos. Han ninguneado hasta límites insospechados la posibilidad de poder trabajar y así poder alimentar a los nuestros y a nosotros mismos. Han conseguido que el cariño verdadero sea difícilmente cotizable en la Bolsa de los sentimientos verdaderos y, han determinado, que la Cultura sea considerada como algo fácilmente prescindible por considerarla insustancial. No es de extrañar por tanto que en esta brutal y antisocial política de recortes que consiste, fundamentalmente, en hacer más pobres a los pobres sin tocar –evidentemente- las grandes fortunas, la ninguneada Cultura -en cualquiera de sus variantes- haya sido la más perjudicada. No nos engañemos, y aún a riesgo de ser tachado de demagogo, a los “poderosos” siempre les ha interesado que las clases humildes vivan permanentemente instaladas en la ignorancia más supina. Al adquirir Cultura también adquirimos algo que pone tremendamente nerviosos a los que mangonean nuestras vidas y haciendas: la capacidad de discernir y pensar en libertad. No es de extrañar por tanto que en la agresiva política actual de recortes la Cultura sea la más perjudicada. ¿Para que necesita la gente el Cine, el Teatro, la Música, la Literatura o las Exposiciones con la que está cayendo? Pues simple y llanamente para que la vida no consista simplemente en vegetar asumiendo mansamente la doble condición de productores-consumidores. Dejemos la espiritualidad en clave del universo interior de cada uno. Valoremos las opciones políticas y/o sociales como una manera de encarar la vida y sus cosas cotidianas. Respetemos la condición sexual con que la naturaleza ha dotado a cada persona. Bebamos en la ninguneada fuente de la Cultura, no como un ejercicio vanidoso de falsa autoestima, sino más bien como la busca y captura de nuestro desarrollo integral. Imaginar la aventura de vivir sin la gozosa compañía de Mozart; Antonio Mairena; Fellini; Billy Wilder; García Márquez; Velázquez; María Callas; Picasso; Laurence Olivier; Bette Davis; Marlon Brando; Conchita Piquer; Caracol; Machado; Lorca; Pastora; Cernuda; Bach; Murillo..….es para mí tarea difícilmente asumible. No nos engañemos, nos quieren “amembrillados” y sin más pretensiones que conseguir como sea “el pan nuestro de cada día”. Ellos piensan, reflexionan y ejecutan: nosotros obedecemos ciegamente. Pretenden “eliminar barreras” para subrepticiamente levantar sus ancestrales almenas de castillos feudales. Poco, o nada, puede extrañarnos de que a la Cultura –una vez más- la releguen a su eterno papel de Cenicienta.

jueves, 17 de mayo de 2012

Felipe González Márquez


A Celestino Tejeiro Jiménez, por lo que Felipe y yo sabemos. 

Dentro de algo menos de una quincena será 30 de Mayo en Sevilla. Día de San Fernando y una de las fechas históricamente más importantes de la Ciudad del Paro. Efemérides que aprovecha nuestro Ayuntamiento para distinguir a aquellas personas –o entidades- que han colaborado con su quehacer al engrandecimiento de nuestra Ciudad. Este año se me representa de una especial relevancia. Se le va a conceder justamente –si él accede finalmente- el Título de Hijo Predilecto a una de las mentes más lucidas nacidas en esta tierra: Felipe González Márquez. Los logros de este político sevillano nacido en Bellavista son tan evidentes que no merece ni siquiera la pena el situarlos cronológicamente. Estuvo en la Presidencia del Gobierno desde 1982 hasta 1996 (trece años y medio concretamente) y la modernización de España –sin daños colaterales- fue verdaderamente impresionante. ¿Qué su gestión en los últimos años de mandato estuvo salpicada de algunas sombras? Es más que evidente. La política en su desarrollo lineal (cotidiano) no es un arte ni tampoco una ciencia. La desarrollan personas integradas en grupos y con una cierta autonomía individual de maniobra política (la buena o mala gestión de los fondos públicos en definitiva). ¿Trato de exculpar a Felipe González? Para nada, pues él mismo reconoce en su gestión algunos errores de bulto no atajados a tiempo. Las tareas se organizan en democracia de manera piramidal y nadie puede prever -¿o quizás si?- que en alguna arista de la pirámide salga algún “faraón” rana. Pagó en las urnas algunos deslices de su mandato y en eso consiste la grandeza de la Democracia: “Quien la hace la paga… en las urnas”. Pero el balance de su gestión no deja de ser enormemente positivo. Una vez digerido los ardores revolucionarios de mi juventud, ya hace años que me considero un socialista democrático (social-demócrata para entendernos) y adscrito íntegramente dentro de las coordenadas “felipistas”. Nunca pertenecí al PSOE pues mi ideario juvenil estaba bajo la “perilla” revolucionaria de León Trotsky (antistalinista furibundo para entendernos). Conocí a Felipe González hace ya muchos años, cuando era un comprometido y excelente abogado laboralista, en el Despacho de la calle Capitán Vigueras de la capital sevillana. No es tampoco plan de contar mis batallitas de “Abuelo Cebolleta”. Ahora le va a reconocer la Ciudad con el título de Hijo Predilecto -¡ya era hora!- sus méritos como gobernante y sevillano ejemplar. Con motivo de la Expo del 92 consiguió meter a Sevilla de cabeza en el siglo XXI (busquen simplemente alguna foto de cómo estaba anteriormente, por ejemplo, la calle Torneo). Bien está lo que bien acaba y me congratulo que Juan Ignacio Zoido (del que, una vez superada la “Operación Arenas”, todavía espero mucho como Alcalde) haya propiciado tan justo y merecido nombramiento. Felipe González siempre manifestó que dicho honor solo lo aceptaría bajo la completa unanimidad de todos los grupos políticos. Cuando el PSOE lo proponía el PP se abstenía e IU votaba –y sigue votando- en contra. IU culpa a Felipe González y al PSOE de todos los males actuales. Esto no ha sido óbice para que ahora, con el Pacto “Juntero”, estén a “partir un piñón” con el PSOE y van a todas partes cogiditos de la mano. ¡Lo que no consiga el acceso al Poder! 

Enhorabuena a Felipe González; enhorabuena a la Ciudad y, enhorabuena a los sevillanos agradecidos. Si IU muestra su desaprobación están en su pleno derecho pero, a que negarlo, no creo que esto le quite el sueño a Felipe González. ¿Qué podemos esperar de una formación política que trata de ocultar su pasado tras unas ambiguas siglas? El tiempo los ha devorado y ese siempre es un Dios al que la verdad y la razón siempre terminan rindiéndole culto. 

Él, Felipe González, junto con don José Utrera Molina (nunca lo olvidemos), configuran –extraña e imposible pareja- el tándem de políticos que más han “pedaleado” por esta Ciudad. Eso si, sin despojarnos de las gafas del sectarismo nunca podremos ver el bosque en toda su plenitud y grandeza. 

Aquí siempre lo reducimos todo a una cuestión de “buenos y malos”. A “ellos” y “nosotros”. Así nos ha ido y, así nos va. Felicidades Felipe. Felicidades señor González Márquez y, sobre todo, felicidades Sevilla.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Pararla ahí


Que la felicidad solo se plasma en fugaces momentos es tan verdad como que mi Betis seguirá un año más (y esperemos que sean muchos) en Primera. Es la sempiterna contradicción del ser humano: buscamos la felicidad global cuando la vida siempre termina en manos de la tragedia (la muerte). Lo verdaderamente placentero se toma a sorbos como el agua fresca de los manantiales. Por eso es de obligado cumplimiento el disfrutar plenamente de los placeres cotidianos. Uno de esos momentos, y sin que lo tuviera previamente programado, me pasó el pasado sábado. Pasaban en pocos minutos eso que llaman las 13 (p.m.). Había terminado de darle un “repasito” al piso para, como decía mi santa madre, no darles cobijo a las hormigas. Me abrí una latita de berberechos y los rocié con limón. Unas patatas fritas con “el punto justo de sal” de la marca Lays. Un buchito de Manzanilla “La Gabriela”, que me trajo de Sanlúcar mi compadre del alma, depositada en un catavino previamente enfriado, angosto y de cristal fino. Lo coloqué todo en una bandeja y me llevé mi aperitivo de Crisis a la mesita de mi terraza. Puse en el ordenador a una mi diosas: María Callas. Sentado en el “mirador” me daba en la cara el todavía soportable sol del mediodía. Comía y bebía pausadamente mientras veía en el fondo de escritorio de mi ordenador la impagable risa de mi nieto. Cerré los ojos y, con el regusto en mis papilas gustativas del aroma de Bajo de Guía y el fondo de la voz eterna de “la Divina”, me dije para mis adentros: “Joé, si esto no es la gloria tiene que estar rozando el palo”. Entran en esos momentos ganas de decirle al Sumo Capataz: “Pararla ahí”. Dentro de un rato sabía que la magia quedaría rota por las noticias de los informativos. Tendría que recoger los enseres; apagar el ordenador que difuminaría a mi nieto y a “la Divina” y volver a la dura realidad del día a día. Esa es la felicidad: momentos donde recoges las velas empapadas por el agua de las tormentas y disfrutas de la placidez del mar en calma. En la vida todo es breve menos la pena. Un beso furtivo; el roce de una piel soñada; una lágrima derramada en un pañuelo ajeno; un cante que araña las paredes del alma; una copa que te hace sentirte el Rey de Copas; un amigo que te ayuda a compartir el tambaleo y, la risa de un niño que al final te dice: “Dios existe y por tanto todo tiene sentido”. No hay más ni tampoco menos. Al final la ecuación queda resuelta en clave candelaria: Martín Carlos le toma la tensión en la Farmacia de San Leandro a Salvador Reina y los buenos en San Nicolás, por una vez, le ganan la partida a los malos. Mientras, en la acera de enfrente se venden restos de fundas nórdicas a 9 euros la unidad. “El Laberinto del fauno; “La leyenda del indomable” y, la “Historia interminable”, juntas y además revueltas. Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muertos, y si lo hacen esperemos que sean benevolentes. Lo dicho, “Pararla ahí” que se nos va fugazmente para San Pedro y un año tiene muchos días de espera. ¡Felicidad, felicidad, cuantas tropelías cometemos los humanos para –inútilmente- conquistarte!

martes, 15 de mayo de 2012

Salvemos Santa Catalina. Salvemos nuestro Patrimonio



A Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, único político de verdad implicado con la restauración de Santa Catalina. 

El próximo viernes Día 18 de mayo a las 20 h. hay prevista una concentración en la puerta del Templo de Santa Catalina con el único lema de: ¡Salvemos Santa Catalina! Debemos acudir cuantos sevillanos, amantes de la Ciudad, queramos y podamos. Se está cayendo por día este hermoso Templo del siglo XIV que se nos configura de una importancia histórica y patrimonial extraordinaria. Su riqueza arquitectónica como Templo y el interesantísimo conjunto artístico de su interior configuraron que, ya en 1912, fuera declarado Monumento Nacional (para los no iniciados al final detallamos un enlace con Wikipedia que explica muy bien los peculiaridades de este Templo). Los expertos anuncian que caso de no producirse una intervención inmediata los daños ocasionados ya serían irreparables. Se repararon en una medida de emergencia las cubiertas y sobre-cubiertas dado que en los días de lluvia el agua se filtraba a sus anchas (la última imagen que guardo de Santa Catalina era la de un día de lluvia que lo visité con varios cubos de plástico repartidos por su interior). Arzobispado (como propietaria del Templo); Junta de Andalucía (como garante de la conservación de nuestro Patrimonio); Ayuntamiento (como salvaguarda de nuestros bienes culturales) y, la iniciativa privada (a través de las Fundaciones creadas para revertir una parte de sus beneficios en el bien cultural de todos los ciudadanos), como las cuatro “tablas” de salvación para que esta joya arquitectónica sevillana no termine naufragando. Parece ser que el Arzobispado dispone de una partida de 500.000 euros para “despegar” en la restauración integral del Templo (otra cosa es que también exista una decidida voluntad para proceder a restaurarlo). Se nos dirá que con la que “esta cayendo”, y las necesidades de supervivencia de muchas familias sevillanas, la restauración del Patrimonio se antoja cuestión secundaria. Creo que asumiendo las prioridades en momentos de crisis no podemos permanecer impasibles ante el desplome de nuestro Patrimonio (lo decía Makinavaja: “Si nos han robado la ética que no nos quiten también la estética”). Vivimos instalados en una sociedad perversa: con lo percibido por don Rodrigo Rato por su abandono tras su “exitosa” gestión al frente de Bankia se podían restaurar Santa Catalina y empezar la del Convento de San Leandro (que esa es otra). Pero, sin tener que mirar a la Villa y Corte, a escasos metros de Santa Catalina han construido un mamotreto modernistas que nos va a costar 130.000.000 de euros (céntimo arriba, céntimo abajo). Lo dicho, nos vemos este viernes en Santa Catalina a las 8 de la tarde. Luego, para no perdernos en divagaciones, nos tomamos dos o tres cervezas en “El Tremendo”. 

lunes, 14 de mayo de 2012

Apretones programados


Distintas formas tiene el argot popular para nombrar aquello que los cursis denominan: “Ir al excusado”. Las menos escolásticas y groseras (si al cagar se le pudiese llamar una grosería) serían: “Se me ha venío la carga atrás” o bien, “Me voy que ma entrao un apretón”. Defecar, cagar o “jiñar” forman parte de una misma necesidad fisiológica que, según los médicos, necesitamos imperiosamente realizar una vez al día. Esta tierra nuestra, desde los tiempos más remotos, siempre tuvo como “válvula de escape” para sus cabreos cagarse en todo lo humano y, no digamos en lo divino. Recuerdo de mi etapa laboral en Coria del Río a un viejo coriano al que llamaban “el Lela”, poseedor de unos contenidos “blasméficos” difícilmente superables. Cuando lo cabreábamos a propósito para que “largara” por su boquita de piñón, de la misma salían lindezas tales como: “Yo me cago en un pozo lleno de virg…y de tapaera la hostia santa”. Huelga decir que era un rociero de… romero tomar y que lloraba compungidamente al paso del Simpecado de su Hermandad. Su repertorio de blasfemias era, a que dudarlo, producto del desconsuelo y la rabia de sus ancestros. No era consciente ni responsable de las barbaridades que decía. Eran sus genes quienes blasfemaban por él. Hoy la gente está triste y cabreada por distintas razones pero, no nos engañemos, una de ellas parece ser que la gente visita más bien poco a Mister Roca. Los fabricantes del Ramo de Alimentación hace tiempo que se percataron del tema, y no hay producto que se precie que no publicite en su envoltorio un porcentaje de fibras para facilitar la evacuación. Da lo mismo que sean yogures, leche, galletas, chocolates o zumos. Te garantizan que un consumo diario de los mismos propiciará una asombrosa agilidad en tu tracto intestinal. Nada nuevo bajo el water pues ya “Lope de Roca” lo dejó escrito en el Siglo de Oro de las Letras españolas: ¡Cagones del mundo uníos! / Va gritando el personal / Guerra a muerte al estreñío / Que hoy lo importante es cagar. ¡Vive Dios no seré yo / Aquel que en noble porfía / Ponga en el baño maría / A calentar un mojón! Lo escolástico y su son / Tronó en la tasa del water / Pues tanta fibra tomaste / Que ahora te llaman ¡Cagón!

domingo, 13 de mayo de 2012

13 de Mayo


Hoy es 13 de Mayo del Año del Señor del 2012. Hoy una muchacha sevillana llamada Alicia Franco Serrato, sin más “País de maravillas” que la Tierra que la vio nacer (que dicho sea de paso no es poca cosa), cumplirá treinta y tres esplendorosas primaveras. La misma edad que tenía su candelario Señor de la Salud cuando los malos del ayer, el hoy y el mañana, decidieron poner fin radicalmente a su –para ellos- incomoda existencia. Treinta y tres abriles que la han configurado amorosamente en una hija ejemplar; una esposa a la vieja y noble usanza y, fundamentalmente, una madre de matricula de honor realizada con un Rafael y una Lola. Lo cantaba la genial y recordada Marifé de Triana en su particular 13 de Mayo: “Ay, 13, 13 de Mayo cuando me encontré contigo. Ay tus ojos de manzana. Y tus labios de cuchillo….”. Todos tenemos una fecha en nuestro calendario sentimental que se nos representa y configura como la cima de nuestro universo afectivo. Por ahí anduvimos, andamos y andaremos. La ayudó a venir a la Tierra de María Santísima un antiguo costalero de San Esteban que, en sus funciones de “partero”, ayudaba al noble transito de nacer a la luz de Sevilla. Parece que fue ayer y ya han pasado treinta y tres años cuando me dijo: “Ha sido una niña y tanto ella como la madre están en perfecto estado”. Lo abracé; le di las gracias y musité para mis adentros en clave de Soleá: “Esta noche mando yo / mañana mande quien quiera / esta noche vi a poné / por las esquinas banderas”. No existe mayor verdad que la que dimana de nuestros eslabones sentimentales. Un falso “Progresismo de salón” ha intentado eliminar de nuestras vidas cuanto de verdad tiene –o tenía- el manido y hoy, desgraciadamente, vilipendiado concepto de familia tradicional. Lo triste es que en un hábil ejercicio de manipulación han cambiado los “Libros de Familia” por los carnés de los Partidos. Dicen que hoy resulta obsoleto potenciar las relaciones entre abuelos, padres, hermanos, hijos y nietos. Mejor quedar todos encuadrados dentro del colectivo de colegas, compañeros y/o camaradas. Pero hoy es 13 de Mayo y esa fecha siempre será un aldabonazo en mi conciencia sentimental. Nos han convertido en una retahíla de números donde, lamentablemente, los más importantes nunca tienen cabida. Felicidades a ti por ser como eres y, fundamentalmente, también a mí por tener la dicha de ser tu padre. Pasaremos los dos como pasan los ríos buscando la libertad de los mares, pero en los puertos de la vida quedarán depositados nuestros fardos sentimentales. 13, 13 de Mayo siempre será un buen momento para decir con Violeta Parra….”Gracias a la vida que me ha dado tanto”. Siempre tendremos un vínculo de unión -aparte del que condiciona la sangre- que nos atarán a las cosas eternamente sentimentales: María Santísima de la Candelaria.

viernes, 11 de mayo de 2012

Los pórticos de la Caridad


Toda iglesia sevillana que se precie debe tener un párroco, un sacristán y un indigente de cámara en la puerta. Si, además, en su seno hay instalada una Hermandad, siempre contará en su organigrama cotidiano con un incombustible “pone pegas” y un voluntarioso “pone velas”. En mis visitas “luneras” a San Nicolás me suelo parar a charlar un rato con su indigente de guardia. Es natural de Olvera (Cádiz) y se llama… (bueno esto es irrelevante). Es un hombre que denota un buen nivel cultural, además de poseer una buena dosis de información de todo cuanto ocurre por estos mundos de Dios (impagable el comentario que me hizo un día sobre la señora Merkel y su omnímodo poder sobre nuestras vidas y haciendas) Está siempre muy aseado y sus modales, acorde con una buena educación, desprenden un cierto grado de timidez y, a que dudarlo, un cierto complejo de culpa ante su actual situación de indigencia. Difícilmente te mira a los ojos y en su conversación deja traslucir un cierto halo de tristeza interior. Los viernes se pone a pedir en la puerta de la Iglesia de San Felipe Neri (en la calle Manuel Rojas Marcos y justo al lado de la “Gota de Leche”. Iglesia esta gran desconocida para el común de los sevillanos y que se abre menos que mi frigorífico). Un día lo encontré allí por casualidad y me dio toda clase de detalles sobre las obras de arte del interior de la citada Iglesia. Todas estas personas tienen, a que dudarlo, una historia –triste historia- sobre sus espaldas. Si las mismas los han condenado al último –o penúltimo- escalón de la Sociedad que es la indigencia, no han debido transcurrir de manera placentera. Hacer juicio de valores sobre ellos aparte de ruin es gratuito, pues nadie pudo nunca meterse en la piel de nadie. Es inteligente no decir nunca de “este agua no beberé” y, aún lo es más afirmar, que “de esta mano no he de comer”. Darles para un café y mostrar, sinceramente, un cierto interés sobre como les va la vida nos redime como personas. No con la intención de que nos cuenten su vida, pues debemos asumir que muchos de ellos no quieran darle marcha atrás a la moviola de los recuerdos, para no hurgar en viejas y dolorosas heridas. Nuestra tarea consiste en darles un trato acorde con lo que son: personas humanas derrotadas por las vicisitudes de la vida. Hacer que se sientan menos solos y no cuestionar si las monedillas que les damos las emplearán en otros menesteres ajenos a la comida. ¿Qué más da? Si necesitan beber o drogarse ante que comer son ellos –o sus circunstancias- quienes determinan sus prioridades existenciales. Están montando guardia junto a las puertas de nuestras iglesias solicitando diariamente nuestra dosis de caridad –solidaridad- cristiana. Posiblemente, en algunos casos, con cartelería inventada pero con una dura verdad incuestionable: pedir limosna para poder subsistir. Un “leuro”, una sonrisa y una mirada solidaria a lo Miguel de Mañara y dormiremos con nuestra conciencia algo más tranquila. Decirse cristiano es relativamente fácil, demostrarlo en nuestros actos solidarios cotidianos se nos antoja algo más complejo. “Dad y se os dará”, dejó dicho el Hijo del Carpintero.

miércoles, 9 de mayo de 2012

El gusto por las cosas


Desgraciadamente, y visto el “nivelito” y las inquietudes del “personal”, tenemos que convivir en el día a día con gente insustancial y ajena a cuanto le rodea. Personas, en no pocas ocasiones, bondadosas, trabajadoras y solidarias pero proclives a un cierto pasotismo inducido (potenciales “membrillos”). Utilizan una frase que reconozco me saca de mis Casillas (San Iker de Mostoles): “Oye Juan Luis a ti que te gustan las cosas de Sevilla tú me podrías aclarar…..”. Resulta paradójico que el verano pasado le enseñara el Alcázar a no menos de una docena larga de “amigos” que, habiendo nacidos en Sevilla y superada ya la barrera de los sesenta años de edad, no lo conocían. Sentía vergüenza ajena. Tuve que animarlos a que lo visitaran conmigo, y algunos lo hicieron pensando en el homenaje “cervecero” que vendría después. No pocos habían recorrido distintas rutas por España e incluso habían salido al extranjero, pero se quedaban sorprendidos con la magia y el embrujo del Alcázar sevillano. ¡Joé, yo no me imaginaba que esto fuera tan bonito!, te dicen estos sevillanos de pacotilla. ¿Cómo se puede querer a una Ciudad sin conocer sus entrañas culturales, artísticas y/o sentimentales? Cada vez que me ha visitado algún amigo de fuera de Sevilla siempre trae en su agenda una ineludible visita al Alcázar; Archivo de Indias; Catedral (incluyendo su Tesoro); Giralda; Museo de Bellas Artes; Plaza de España; el Salvador; Basílica de la Macarena; Hospital de los Venerables; Parque de María Luisa; Triana y la Iglesia de San Luis de los Franceses. A estos si parece que les gusta “las cosas de Sevilla”. Se me ha dado la paradoja que alguno de los visitantes me ha hablado de una Exposición que había en el Monasterio de Santa Clara (que por cierto yo desconocía). Sinceramente, de los “sitios” que acabo de reseñar, ¿cuantos son conocidos, al menos someramente, por el conjunto de sevillanos y sevillanas? Apuesto que si hiciéramos una estadística sobre el particular los resultados serían claramente desesperanzadores. No se trata de ir de “cultureta “por la vida sino de asimilar la belleza -enorme e imperecedera- de una de las ciudades con mayor legado artístico y cultural del Mundo mundial: Sevilla. Solo se ama lo que se conoce en profundidad y hacerlo con nuestra Ciudad es relativamente fácil. Una mañana de primavera recorrer pausadamente el Parque y detenerse unos momentos en la Glorieta de Bécquer. Visitar de una tacada la Basílica de la Esperanza y la Iglesia de San Luis de los Franceses. Dedicar una mañana de domingo a visitar el Hospital de los Venerables y perderse a mediodía por las callejuelas del alma en el Barrio de Santa Cruz. Entrar en el Archivo de Indias para comprobar de primera mano la enorme importancia histórica de esta Ciudad. Visitar el Tesoro de la Catedral después de darle los “Buenos días” a la replica del Giraldillo que nos hace de glorioso introductor. Subir por las rampas del cielo hasta el campanario de la Giralda y ver, a nuestros pies, una esplendorosa Sevilla. Lo dicho: el gusto por las “cosas de Sevilla”. Todo gratis; todo hermosísimo; todo al alcance de la mano y, todo ignorado por una ancestral desidia.

martes, 8 de mayo de 2012

Bajo el Imperio de Lucifer



Hoy es un martes 8 de mayo del 2012. Hoy, concretamente hoy, hace siete meses que “desaparecieron” (por intersección de Lucifer) de la faz de la tierra dos criaturas cordobesas llamadas Ruth y José. A pesar de las numerosas pesquisas policiales estos niños victimas del Imperio del Mal no aparecen. Todo parece apuntar que difícilmente puedan seguir con vida (quiera Dios que esto no se confirme). Todo motivado por una separación matrimonial donde una de las partes -llamado José Bretón- parece ser que no estaba dispuesto a asumirla voluntariamente. Se llevó a sus hijos a jugar a un Parque de Córdoba la llana (y hoy también la dolorosa) y dice que los perdió como quien pierde un llavero. Luego un cúmulo de contradicciones y el firme convencimiento policial de que él, solamente él, es quien tiene la clave y la llave de este doloroso enigma. Duden, si les parece legítimo y racional, de la existencia de un Dios omnipotente pero nunca lo hagan de la existencia de un Lucifer como símbolo del mal. Lo vemos cada día en nuestros quehaceres cotidianos y utilizando a los niños –los más frágiles e indefensos- como destinatarios de los dardos de su infinita maldad. Cuando peinas canas, y la vida te ha regalado la noble condición de abuelo, estas atrocidades te afectan muy especialmente. Entrar en las conjeturas de esta tenebrosa historia, salpicada de la maldad más infinita, se nos antoja una tarea de difícil encuadramiento. ¿Dónde están y que ha sido de estas criaturas? ¿Hubo terceras personas que ayudaron en su maligna tarea a Lucifer? ¿Dónde terminan los límites de lo perversamente maligno? ¿Cómo puede haber tanto odio donde presumimos que un día reinó el amor? Todas preguntas sin respuesta. Quiera el de San Nicolás que esta trágica historia tenga un final feliz (que los niños estuvieran sanos y salvos). Todos nos tememos lo peor y, sobrecogidos por la desaparición de Ruth y José, estamos –lamentablemente- casi convencidos de que Lucifer anotará una nueva mueca en su humeante pistola. Siete meses ya desde que desaparecieron, y un permanente motivo de zozobra en los corazones de las personas decentes y bondadosas. Vivimos bajo el manto negro de la pena y Lucifer nos muestra su siniestra sonrisa agazapado tras las tumbas de los cementerios. Córdoba llora sobrecogida; Andalucía empapa su pañuelo con las lágrimas de su desconsuelo de siglos y España, la negra España, tiñe de rojo su Piel de Toro con la sangre de los inocentes. Ruth y José; José y Ruth, como ejemplos tristes y paradigmáticos de que la maldad no tiene fronteras. Lucifer gana una vez más y consigue seguir reclutando para su tenebrosa causa a nuevos seres “humanos”. Que Dios ayude a soportar su inmenso dolor a las huérfanas de hijos arrebatados (las madres) y nos permita disponer de algo de luz en el tenebroso mundo de las sombras. ¿Cuanta cuota de maldad necesita Lucifer para seguir habitando entre nosotros? Parecer ser que infinita.

lunes, 7 de mayo de 2012

Comilones del mundo uníos


Desde temprana edad él supo despejar la eterna incógnita existencial de “si vivir para comer” o, si por el contrario, “comer para vivir”. Decía, que si aguantábamos el duro yugo del trabajo para comer y dar de comer a los nuestros cada día, ¿qué podía existir pues más importante que la comida? Es de esos entrañables amigos que curiosamente poco o nada tienen en común con nosotros. Pero, eso si, conservamos su amistad como oro en paño o, mejor en este caso, como ristras de chorizo casero. Le ataca a todos los frentes: dulce, salado, esponjoso o seco. Cualquier momento del día –y de la noche- es bueno para ejercitar las mandíbulas, triturando cualquier producto alimenticio que tenga a mano. Nunca se casó este empedernido comilón a pesar de mantener un tedioso e interminable noviazgo con una vecina –hermosísima muchacha en flor- de mi Casa. “Tampoco -se diría para sus adentros- es plan de compartir frigorífico con nadie”. Figura, por derecho propio, en el Libro Guinness de los record: se zampó ¡26 croquetas caseras!, cocinadas con los gloriosos restos de un no menos glorioso puchero de su santa madre. Fue en el transcurso de la transmisión televisiva de un Sevilla-Oviedo. Luego, se llevó un par de horas sin poder moverse del sofá. Petrificado por una sobredosis “croquetera”, con los ojos en blanco y sin poder emitir palabra alguna. Disfruta comiendo al igual que políticos y banqueros disfrutan “jodiendonos” la vida. De manera sorprendente nunca tuvo sobrepeso a lo largo de su comilona vida. Misterios de la naturaleza humana explicitadas por cuestiones metabólicas o del sistema nervioso. Trabajó toda su vida –donde si no- en tiendas relacionadas con la alimentación. Ya está jubilado felizmente y puede dedicar una parte nada desdeñable de su existencia al noble ejercicio de yantar y “privar”. Vive con su hermana Rosario -viuda sin hijos de pena honda- y, lógicamente, él lleva en exclusiva las tareas hogareñas relacionadas con ollas, peroles, platos, vasos, cuchillos, cucharas y tenedores. Siempre que me lo encuentro, casi siempre en los alrededores del Mercado de la Encarnación, me termina hablando de sus variopintos guisotes. Se le iluminan los ojos cuando te comenta las excelencias de sus dotes cocineriles. Fritos y refritos; salsas y condimentos y, todo la relacionado con el arte de la cocina, no tienen secretos para él. Al igual que Santa Teresa de Jesús, él ha encontrado a Dios y a la belleza entre los peroles. Come y come y siempre tiene en estado de alerta a sus papilas gustativas. Cuando se nos muera -que quiera Dios sea dentro de muchos años- y lo incineren, no me extrañaría que le añadan a la incineración un ajito picado y una pizca de sal. Morirse, por morirse, mejor hacerlo soñando con la antigua Casa Marciano. Siempre hartos antes que hambrientos. ¡Comilones del mundo uníos!

sábado, 5 de mayo de 2012

Como la vida misma

No existen un Cante para cada momento del día: existe un Cante para cada momento del alma. El Flamenco, como la vida misma, es un compendio de luces y sombras. Gozos y penas alambicadas al noble, hermoso y duro ejercicio de la vida. No podía existir un escenario más noble para su nacimiento y desarrollo que la vieja y sabia Andalucía. Imaginarlo –en sus orígenes- fuera de este contexto de mares espumosos, regueros de verdes olivos, minas imantadas y pueblos blancos de luminosa cal es mucho imaginar. El árbol genealógico de los Cantes no solo alcanza la perfección sino que incluso la supera. No existe un entramado cultural-sentimental de mayor alcance y contenido. Está dicho todo y, además, muy bien dicho. En los diferentes “palos” -estilos- de los Cantes podemos encontrar los flecos de la pena amarga pero también los de la dicha compartida. Se sobrecoge el alma escuchando a Chocolate cantar por Siguiriya para, sin solución de continuidad, liberarla para que vuele esplendorosa cuando Morente canta por Tangos. El contexto literario del Flamenco es estremecedor y reúne en sus letras cuanto la vida nos ofrece en cualquiera de sus dulces y amargas variantes. En su parte trágica con cinco elementos sustanciales que determinan la orfandad de los humanos: madre, desamor, cárcel, salud (perdida) y muerte. En lo festivo un quite a la tragedia inherente al ejercicio de la existencia a través del “roneo”. Dice una Siguiriya: “Desde que murió mi mare / la ropita de mi cuerpo / no encuentro quien me la lave”, para luego cantar por Bulerías: “Se merece esta gitana / por sus buenas intenciones / que le llenen las ventanas / de claveles reventones”. La Soleá, siempre la Soleá, como elemento vertebrador de todo cuanto el Flamenco encierra de sustanciada verdad. Dos ejemplos estremecedores: “Me siento más desgraciao / que aquel que se ve en la calle / como un perro apaleo”. ; “Te cegaron los dineros / y ahora andas de boca en boca / con tu honra por los suelos”. El Flamenco se nutre de los elementos residuales del alma humana para, desde la bohemia y la belleza, enhebrar la estética más sublime. Como el Jazz no es una música coral ni sentimentalmente corporativa. Siempre prevalecerá el individualismo. Aunque un escenario esté lleno de artistas flamencos quien baila, canta, toca o palmea lo hace desde la soledad del artista ante el infinito. No existen apoyaturas corales como en la Música Clásica, ni tampoco pentagramas donde apoyarse. Es la verdad desnuda de los seres humanos ante el vértigo ineludible de la soledad. El hombre (y la mujer) luchando denodadamente para evitar lo inevitable: ser atrapados por el fantasma de la pena amarga. El Flamenco nos salva a través de la redención y nos sitúa en nuestro justo contexto existencial: almas errantes, en definitiva, en busca del paraíso soñado.

viernes, 4 de mayo de 2012

Sayonara mosto


Sotoru Satoh, es el actual Embajador de Japón en España. Personaje singular y persona cultísima. Leo sus andanzas sevillanas en una reciente entrevista en el Diario “El País”. Cuando ingresa en 1978 adjunto al Cuerpo Diplomático del Ministerio de AAEE japonés lo programan para trasladarlo a Méjico. Para este menester lo envían a Sevilla para mejorar su todavía incipiente español. El reconoce sin complejos lo siguiente: “No miré ni un libro, pero estudié mucho la cultura española, el vino, las calles de Sevilla, los tablaos flamencos, el jerez y aprendí sevillanas”. La relación de los japoneses con Sevilla, y fundamentalmente con Coria del Río, traspasa el terreno de lo anecdótico para entrar de lleno en los hermosos e imperecederos de la sangre. Arribaron por Coria, navegando por el Guadalquivir, en el siglo XVII (concretamente en 1614). Eran un expedición comandado por el samuráis Hasekura Tsunenaga (existe una soberbia estatua suya en el Parque Carlos de Mesa coriano). Venían a Europa con dos misiones específicas: visitar a Felipe III y, de paso, concretar negocios en Sevilla en la Casa de la Contratación del Consejo de Indias, epicentro del lucrativo negocio con las Américas. La otra, era visitar al Papa Paulo V, con el noble propósito de suavizar las tremendas convulsiones religiosas existentes. Parece ser que su paso por Coria del Río hizo mella en sus corazones nipones y, al emprender el retorno desde Sevilla (1618-1620), muchos decidieron quedarse a vivir definitivamente en la un día bien llamada -por su gran cosecha futbolera- “Baracaldo del Sur”. Existen distintas versiones para este desembarco sentimental japonés por tierras corianas. Unos dicen que fue para salvaguardarse de persecuciones religiosas. Otros –creo que esta será la más cercana a la realidad- por quedar extasiados ante la belleza de las mujeres de Coria. Los menos, para comprobar in situ como se jugaba al fútbol por estos lares. Lo cierto es que Coria del Río es hoy un pueblo -hermoso y querido pueblo- mitad sevillano y mitad japonés. El apellido Japón es allí tan común como sabiamente reconstruido por las hermosas tradiciones sureñas. En Sevilla nunca hemos sabido distinguir el mundo de los orientales y los hemos englobado a todos con una sola denominación de origen: “los Chinos”. Japonés, vietnamita, tailandés o chino da igual, para nosotros siempre serán, “los Chinos”. Nuestro argot popular está lleno de connotaciones chinescas: “No me cuentes un cuento chino”; “Trabajar como chinos” o, “Esto es una película de chinos”. Ahora, y no precisamente por el Guadalquivir, han llegado a Sevilla y posiblemente sea también para quedarse. Al hilo de nuestras veleidades consumistas tienen tiendas desparramadas por los cuatro puntos cardinales de la Ciudad. Van a la suyo y nos utilizan como lo que somos actualmente: consumidores compulsivos de cosas superfluas. Nos se relacionan con nosotros nada más que a través de sus actividades comerciales: “Juntos pero no revueltos”. Ignoramos donde entierran a sus mayores y que tipo de vida social llevan sus jóvenes. Viven por y para la venta de sus productos y los días de veinticuatro horas les vienen cortos. Son esforzados, talentosos y tremendamente educados. Van todos a una y conocen a la perfección la ubicación exacta de los miles de productos de sus establecimientos. ¿Conseguiremos que se integren con nosotros algún día? ¿Veremos a un chino de capataz en la Sagrada Mortaja? Tiempo al tiempo. Puede que algún día se despidan con un: Sayonara mosto.

jueves, 3 de mayo de 2012

Que gane siempre Sevilla

Afortunadamente los derbis se han reconducido hacia lo que nunca debieron dejar de ser: una Fiesta grande de la Ciudad. Desarmados y pendientes de los juzgados aquellos que –interesadamente- impregnaron de rencor nuestro noble sentido de lo lúdico, las cosas vuelven a su cauce y sentido natural. Sevillistas o béticos; béticos o sevillistas, como una forma sentimental sevillana de sentir unos colores futboleros. No hay más pero tampoco menos. Quienes me conocen saben de mi predilección hacia el equipo de las trece barras (mi Tío Antonio me hizo socio del Real Betis con ocho años de edad) pero nunca voy a postularme como un anti-sevillista converso y confeso. El Sevilla FC es tan sevillano como el Real Betis de mis amores y, sobre todo, de mis desvelos. Tengo entre mis grandes amigos (Santi Pardo, Salva Gavira, Manolo Henares, Ángel Vela…) a sevillistas de muchos kilates, pero sabemos separar el complemento del condimento. Este último derbi lo ganó el Betis (¡ya era hora!). Fundamentalmente gracias a la astucia de Beñat. Un vasco (bajito y achaparrado) que no hizo más que continuar la extraña relación del Betis con el País Vasco (unos vascos nos dieron nuestro único titulo de Liga en 1935 y un vasco, José Ramón Esnaola, nos dio nuestra primera Copa del Rey). La Historia nos proporcionó –a los béticos- compañeros de viajes del Norte verdaderamente impensables (siempre en la memoria nuestro “Vasco de Oro”, don Eusebio Ríos). Evidentemente, los primeros en felicitarme han sido mis amigos sevillistas. A que negarlo, estoy contento, realmente contento de ver como “mi” Betis sale poco a poco de entre las inmisericordes hojas de los diteros para situarse en las antípodas de la verdad de las cosas: aquellas que vienen determinadas por la nobleza de los sentimientos y nunca por el dinero. Me alegro como bético del resultado del “Derbi” y, lo más importante, me congratulo como sevillano del discurrir del prologo, desenlace y epílogo del mismo (que un puñado de cafres sacaran a relucir sus manidas armas de intolerantes no puede empañar el conjunto de lo vivido). Configuremos entre todos una Ciudad tolerante en lo político; lo social; lo cultural y lo deportivo. Que quien gane sea siempre Sevilla. Será difícil pero nunca una tarea imposible. Vivimos tiempos realmente complicados en la Ciudad donde la mera supervivencia – para muchos sevillanos- es una tarea que viene determinada por el durísimo día a día. Hablar de Fútbol en estas circunstancias se nos puede representar como una cuestión baladí. Pero por suerte sentimos y esto lleva implícito goza y padecer. Hoy, levanto mi copa al cielo a la memoria de mi Tío Antonio, recordando los cabezazos de Fernando Ansola (otro vasco en el recuerdo) y por vosotros amigos sevillistas que se que estáis en horas bajas. Todo pasa y todo queda y, a que negarlo, una parte de mi alma siempre se quedará en el tranvía que me llevaba a Heliópolis.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Venturas y desventuras del bueno de Arturito

Sus familiares y allegados más próximos lo conocían como Arturito. El servicio domestico (tres personas fijas y dos eventuales) de su santa, aristocrática y señorial Casa como “Señorito Arturo”. El mundo, sórdido y deslumbrante, de las interminables juergas nocturnas sevillanas compuesto por taxistas, prostitutas, crupier, camareros, músicos, humoristas, mujeres del guardarropa, limpiabotas, macarras, cantaores, tocaores y demás fauna, como Don Arturo. “Viña Blanca”; “Venta Marcelino”; “Vista Alegre” o “El Guajiro” como escenarios nocturnos de sus interminables correrías. Nos criamos en el mismo espacio urbano pero en habitáculos claramente diferenciados. La casa de Arturito tenía doce habitaciones; jardín interior; cochera y hasta capilla propia. La mía era un modesto cuarto en un “corral de vecinos” con un soberao de madera donde dormíamos mi hermano y yo. Con “la caló”, y a pesar de los desvelos de mi sacrificada madre, pululaban por allí chinches que habían conseguido por correspondencia -en la Academia CCC- la titulación de Karate. Mi madre iba cada martes y jueves a planchar a la señorial Casa de Arturito y, posteriormente, su señora madre lo dejaba que se viniera con la mía durante un par de horas a jugar con nosotros. Me consta, y así me lo ha confirmado varias veces a lo largo de los años, que para él representaba el momento mágico de cada semana (siempre le arrancaban alguna promesa a cambio de esta “popular” concesión infantil). Me lo llevaba a la Plaza de las Mercedarias a jugar a la lima; a piola o a destrozar un par de pelotas de trapo. Lo cuidaba, por expreso y riguroso encargo de mi madre, como si fuera de cristal. No fuera a pasarle nada al bueno de Arturito entre tanto cafre suelto. El “personal” lo miraba como un bicho raro y él trataba de acoplarse a nuestro –para él imposible- mundillo de golfillos potenciales. Siempre le profesó un gran afecto a mi madre y se lo demostró asistiendo el pasado octubre a su funeral. Era el menor de cinco hermanos y un auténtico “bala perdida” en el exquisito y selecto mundo de la aristocracia sevillana. Mientras que sus hermanos mayores progresaban en los estudios para, el día de mañana, ser empresarios receptores de los EREs socialistas, Arturito era expulsado de cuantos Colegios Mayores tenían la desgracia de admitirlo. Para intentar regenerarlo lo mandaron a un internado en Ronda, creado para los jóvenes díscolos de la emergente burguesía. Al final, con los años, lo dejaron por imposible intentando, eso si, que sus “aventuras” nocturnas fueran convenientemente reconducidas. Era una “oveja negra” pero, en definitiva, miembro de su rebaño. Leí hace ya algunos años en la prensa local que Arturito había contraído matrimonio con una señorita cordobesa de alta alcurnia. Al parecer tan poco agraciada y cortita de luces como larga en millones heredados (un “braguetazo” al Arturito modo). El amigo de correrías juveniles de Arturito terminó despeñándose en un pueblecito costero de La Coruña (¿o se escribe A Coruña?). La prensa rosa, y los buitres carroñeros de Five TV, lo acorralaron y despedazaron hasta conseguir, después de despedirse por teléfono de Arturito, que se tirara con su BMW por un acantilado. Lo veo con cierta frecuencia por el Centro de la Ciudad y siempre me saluda con un indisimulado afecto. Está viejo, victima de los estragos del JB (y algunas cosas que recordar ni quiero ni me importan) pero el “cabrón” no pierde su porte aristocrático. Tenemos una cita ineludible cada tarde de Jueves Santo en los preámbulos, gozosos y llenos de nerviosera, de nuestra salida penitencial. Nos abrazamos efusivamente y debo reconocer que le sienta la túnica de ruán mejor que a ninguno de nosotros. ¡Aquel trueno vestido de nazareno!, que escribió Machado. Su hermana, la única hembra de su camada, se metió a monja y está en el Convento de las Clarisas de Tudela. Era la confidente de las correrías de Arturito y pensó que puestos a servir, mejor hacerlo con Dios que con el Diablo. Cuando veo a Arturito a lo lejos ponerse el antifaz y entrelazar en su mano un rosario que perteneció a su señora madre, comprendo que la vida no es más que un conjunto de círculos concéntricos. Al final, no nos engañemos, todos terminamos cargando –y paseando- nuestra cruz por las calles de la Ciudad. Nadie lo dijo nunca mejor que Él: “No juzguéis y no seréis juzgados”.