jueves, 30 de octubre de 2025

La Sevilla veneciana

Obviando civilizaciones muy remotas en el tiempo Sevilla, en la Historia de la Ciudad y sus habitantes, se fragmenta en cuatro originarias dimensiones. A saber: la musulmana, la romana, la judía y la cristiana. Todas nos dejaron formas y conceptos que permanecen hasta nuestros días. Venimos de un caleidoscopio variopinto y multicolor que en las distancias cortas va marcando nuestra forma de pensar y proceder. Puede que sea cierto que la Ciudad que guarda más consonancia con Sevilla sea Roma. Muchos trianeros que visitaban Roma por primera vez y lo hacían acompañando al Cachorro por tierras de Julio César (y también de Calígula) se quedaron impresionados por la similitud entre ambas ciudades. Aunque cuando llueve en Sevilla con cierta intensidad y se forman los molestos e inevitables charcos no le podemos negar un cierto parecido con Venecia. Sevilla, Roma y Venecia. Tres ciudades y un solo destino: la excelencia.
Este pasado miércoles la tromba de agua caída en la Ciudad por la mañana fue de absoluto órdago. Nos cuentan que hacia 28 años que no caían sobre Sevilla tantos litros de agua en un periodo de tiempo tan corto. Por cosas del destino ese día tenia una cita con Miguel Ángel mi podólogo y que a la postre siempre me supone los 25 euros mejor gastados del mes. Gran profesional y mejor persona que nos atiende solicito (siempre está a nuestros pies) en el Campo de los Mártires. Si a la ida la lluvia ya me castigó de lo lindo a la vuelta ya fue un disloque. Calles céntricas anegadas y donde no mojarse los pies resultaba prácticamente imposible. Esa calle Águilas que a trancas y barrancas nos lleva al paraíso de la Plaza de la Alfalfa. Con tramos de acera de 40 o 50 centímetros y donde al paso de los coches te tienes que pegar a las paredes como las salamanquesas. El paraguas se desplazaba a merced del viento y se resistía a proteger mi cuerpo (que en definitiva era su cometido). Mientras maldecía entre dientes intenté sosegarme un momento y no dejaba de preguntarme: ¡¡ Que bien nos vendría estos días lluviosos por nuestras calles céntricas algún gondolero!! Remando a bordo de su góndola con su camiseta rayada de manga larga y cantando a pleno pulmón el “O sole mío”. Lo de la lluvia fina en nuestra Ciudad ya parece ser que ha pasado a mejor vida. Ahora llueve muy poco pero cuando lo hace son tremendas descargas proveniente de la ira de los doce dioses del Olimpo. Ese es el inconveniente de adorar a tantos dioses: nunca se ponen de acuerdo y al final el tiempo se cabrea. Aquí siempre nos bastó con un solo Dios y al que siempre podemos visitar en la Plaza de San Lorenzo. Se dice que la lluvia en Sevilla es una maravilla. Poco o nada que objetar pero a ser posible que llueva más suave.

martes, 28 de octubre de 2025

Los hornos conventuales sevillanos



Al menos una vez a la semana acudo al Convento Madre de Dios de la Piedad situado en la sevillana calle San José. Gestionado espiritual y laboralmente por 10 monjas de la Orden Dominica que se afanan en endulzarnos el paladar. Siempre con una sonrisa beatífica que nos retrotrae a mundos ocultos donde la presencia de Dios siempre se nos muestra omnipresente. Entras en el zaguán después de traspasar una antigua puerta de madera entreabierta. Al fondo, tras una cancela, se nos presenta en todo su apogeo un patio sevillano donde la luz y el deambular de algunas monjas nos hace sentirnos atemporales. Justo a la izquierda tal como se entra existe una ventana de cerrajería sevillana y un timbre lateral que sustituye a las viejas campanillas de antaño. Siempre suele atender solicita una muchacha africana de una belleza turbadora y una simpatía que nos hace sentirnos por un momento en las puertas de la Gloria. Habla de manera perfecta el castellano con una cierta lentitud utilizando un fraseo que nos redime de un mundo hartamente compulsivo.
Están en sintonía con el siglo XXI sin perder la idiosincrasia de un Convento que se fundó en el Año del Señor de 1472 promovido por doña Isabel Ruíz de Esquivel, viuda de don Juan Sánchez de Huete. En 1495 se produjo una inundación del Convento (situado entonces en la Puerta de Triana. En los aledaños de la actual calle Zaragoza) y se le solicitó ayuda a Isabel la Católica. Esta les concedió unas casas de la antigua Judería perteneciente a los judíos (Collación de San Nicolás). La Historia de este Convento y su Iglesia adyacente es realmente singular y de un gran calado histórico. Valga como ejemplo que en el susodicho templo están enterradas la viuda de Hernán Cortés (doña Juana de Zúñiga) y su hija Catalina. Un recinto sagrado y lleno de historia sevillana. Las monjas tienen muy presente donde están y, lo más importante, también saben donde estamos nosotros. Somos almas deambulando sin rumbo fijo por entre cables y paraísos artificiales. Atrapados por las prisas y por la tiranía de las hojas de los almanaques.
Los dulces conventuales de este sagrado recinto son de una calidad extraordinaria. Famosas son sus magdalenas con las que suelo desayunar muchos días del año y sus “Naranjitos sevillanos” que son un regalo a los paladares más exquisitos. Los conventos sevillanos se financian para su subsistencia con la venta de los dulces conventuales. Bien haremos en un ejercicio de noble sevillanía en no darles la espalda. Nuestro paladar siempre se nos mostrará agradecido. Ya el gran poeta Luis Cernuda hacía una bellísima referencia a las Yemas de San Leandro en su inmortal Ocnos. Los conventos sevillanos languidecen entre monjas nativas muy mayores, llenas de bondad y acompañadas de muchachas africanas que nos traen la belleza de sus tierras y todo un caudal de ilusión en forma de Fe. Viven y conviven en completa armonía bajo el estandarte de la Religión Cristiana. Los Hornos de los Conventos son uno de los últimos reductos que nos atan a nuestros ancestros. Si la Gloria tiene un olor especial seguro que se parece al que se produce en las dependencias de los Hornos conventuales. Sevilla siempre tiene ese olor que sabe a gloria bendita. Salgamos a su encuentro antes que terminen por desaparecer.

viernes, 24 de octubre de 2025

Las pompas de jabón


“No podemos cambiar las cosas que ocurrieron, pero si modificar la relación que tenemos con ellas” (Juan José Millás)

Es una frase hecha pero que encierra una verdad incuestionable cuando decimos: “Es conveniente vivir con los recuerdos y no de los recuerdos”. Hacer un balance permanente de lo vivido aparte de estéril es un elemento corrector de lo que somos. A ciertas edades el presente es el único eslabón que nos ata a lo vivido y a lo que esté por vivirse. Recordar a personas que mucho te quisieron y a las que mucho quisiste es una manera gratificante de entender que la vida, a pesar de todos los pesares, es hermosa y bella. Rememorar aquellos mágicos momentos donde la Felicidad se paró un rato en la puerta de tu casa es un canto laudatorio a los sueños hecho realidad. No somos lo que fuimos ni tampoco lo que seremos somos lo que nos va marcando la implacable sentencia de las hojas de los almanaques. El hoy, el presente, lo cotidiano y lo inmediato como sustratos inapelables del ejercicio de vivir. Intentar dar vueltas atrás a nuestras vidas utilizando el comodín de una nostalgia mal gestionada es el camino más corto para anular de contenido nuestro presente. Cuando ya solo te ilusionas hablando del pasado estás renunciando a gastar los días que te quedan por vivir. Es lógico y humano que las circunstancias personales de cada persona terminan por configurar su presente. Quien tiene una salud deteriorada añora sus años de poderío físico y quien sufre los arañazos de la tragedia necesita, en no pocas ocasiones, agarrarse a sus perdidos años de Felicidad.
Los ausentes siempre estarán presentes en la medida de que los recordemos con cariño. Lo importante, lo verdaderamente importante, siempre estará en el tramo de vida que nos quede por gastar. Vivimos instalados en una época donde las prisas ya forman parte indisoluble de nuestra existencia. Todo gira en aprovechar las horas viviendo muchas experiencias que otros ya tienen programadas para nosotros. Tenemos lista de espera para todo. Para la maltrecha y deteriorada Sanidad Pública. Para programar las series o películas que tenemos que ir viendo de manera compulsiva. Para cualquier cita con cualquier amigo (“Ya te llamo y te digo como tengo la semana” nos dicen desde una situación de jubilado). Si nuestro Equipo va ganando por una corta diferencia los minutos pasan con lentitud de tortuga. Si por el contrario vamos perdiendo esos mismos minutos avanzan a una velocidad de vértigo. Los minutos son los mismos lo que varía es nuestra percepción de los mismos. El diálogo está en horas muy bajas. Ya nadie escucha a nadie y todos hablan (sálvese quien pueda) para si mismos. Desde hace unos años se ha puesto de moda la auto-reivindicación. Por si acaso se te han olvidado te recuerdan de manera permanente sus muchos y grandes méritos (eso sí, siempre utilizando el latiguillo de “modestia aparte”). El “yo” como elemento fundamental de las “conversaciones”. Actualmente el sentirse importante en cualquier parcela se ha convertido en una necesidad existencial. Nunca aprendemos que estamos de paso y que al final nuestro mayor y único legado es que la mayoría de quienes te conocieron te recuerden como una buena persona. Lo demás son pompas de jabón lanzados al aire desde las azoteas.