jueves, 11 de diciembre de 2025

La vida entre prólogos y epílogos


“Pero a lo mejor he venido solo para eso: para dejar unas cuantas palabras en el aire” (Rafael Montesinos)

Ordenando hace unos días mi siempre inacabada biblioteca encuentro un pequeño libro (pequeño en su formato y enorme en su contenido) del gran poeta sevillano Rafael Montesinos. Se llama “Los años irreparables” (Editado por la Universidad de Sevilla – Colección de bolsillo). En este delicioso y sentimental libro Rafael Montesinos desgrana de una manera sentimental y reparadora su infancia por los siempre hermosos aledaños del Barrio de San Lorenzo. Allí donde vivieron y compartieron espacio sentimental para hacer palpitar sus corazones por entre el entramado de sus calles y plazoletas gente de la talla de Velázquez, Pacheco, Martínez Montañés, Leonardo de Figueroa, Romero Murube, Gustavo Adolfo Bécquer, Valeriano Bécquer, el Conde de Barajas, Antonio María Bucarelli, Juan de Mesa, Cardenal Spínola, Manuel Font de Anta, Rafael Laffón, Manolo Caracol, Fernando Ortiz, Eslava Galán, Rafael de Cózar o el mismo Rafael Montesinos. Todo un conglomerado de personas de una enorme relevancia en el mundo del Arte y la Cultura sevillana. El Barrio donde la burguesía ilustrada alcanzó sus cotas de mayor proyección social y cultural. Allí donde mejor se nos muestra una Sevilla culta y señorial siempre bajo el amparo del Señor de Sevilla. San Lorenzo, el Barrio de San Lorenzo, es un claro exponente de una Ciudad que se embelesa con su pasado sin renunciar nunca a su presente y a su futuro. El tiempo ralentizado con tardes de lecturas pausadas y mañanas luminosas donde sus calles se despiertan por entre las alfombras persas y el tintineo de las campanillas de sus conventos. Una Sevilla que sin dejar de soñar piensa y actúa.
La vida y sus consecuencias colaterales siempre diseñada entre los prólogos y los epílogos. La infancia siempre activada como prólogo existencial y que terminará por condicionar los proyectos de personas que la misma conlleva. La niñez no tiene término medio: o es un paraíso o es un infierno. Cuando los niños se mueven dentro de los parámetros que nacen del afecto y la protección con el paso de los años nunca abandonarán del todo el paraíso de su niñez. Cuando nada de esto ocurre y los niños son maltratados por canallas integrales el paraíso se convierte en un infierno. Los prólogos se diversifican entre el bien y el mal y las consecuencias posteriores, buenas o malas, serán más que evidentes. Los prólogos puede que ya estén configurando los epílogos.
Rafael Montesinos en un alarde de talento literario nos narra el prólogo de sus existencia humana. La niñez, su niñez, en el Barrio de San Lorenzo donde la nostalgia se confunde con el gozo de haber compartido con sus antecesores grandes momentos de placeres existenciales. Son los años irreparables que ya nunca volverán y donde siempre vuelven a renacer con la activación de la memoria sentimental. Prologo y epilogo como principio y fin de la siempre inacabada “novela” de la vida. La puerta de entrada y de salida de este laberinto de pasiones, emociones, intereses y oraciones que llaman el ejercicio de vivir.

martes, 9 de diciembre de 2025

Pero como Tú, ninguna


A Pedro Manzano y a José Luis Gómez Villa (IAPH) por devolvernos la Esperanza


Ayer Lunes 8 de Diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, fue un día especial, muy especial, para la Ciudad de Sevilla. Ayer se repuso al Culto la venerada imagen de la Esperanza Macarena. Fue un reencuentro largamente esperado y que después de unos meses de incertidumbre pudimos apreciar que “bien está lo que bien acaba”. La Macarena ha vuelto y lo hace con toda su belleza y esplendor. Pedro Manzano, con el asesoramiento del IAPH, han conseguido devolverle a Sevilla lo que representa para el mundo su rostro más universal y reconocible: la cara de la Esperanza Macarena.
Dicen y puede que hasta sea verdad que “la cara es el espejo del alma”. Por estos lares ese espejo donde nos miramos extasiados y al que recurrimos cuando la tormenta de la vida arrecia se llama Esperanza y se apellida Macarena. La vida sin la Esperanza se nos muestra huérfana de contenido y prisionera incondicional de la incertidumbre. Cuando ya en la vida no esperamos nada y, en clave machadiana, ya de nada nos vale rezar siempre tendremos como ultimo refugio los ojos de la Macarena. Un oasis en el desierto de la existencia humana donde la belleza y la pena se conjugan en una armoniosa síntesis sevillana. Tiene sentido que no sepamos con certeza la autoría de esta portentosa imagen pues una cara tan divina solo pudo ser esculpida por los ángeles del Cielo. Todo siempre contextualizado entre la historia y la leyenda. Así es Sevilla.
Quede en las manos de su Junta Gobierno los oportunos movimiento judiciales que consideren oportunos ante la tropelía que cometieron en la cara de la Macarena. Ya todo da igual ante su divina presencia y, eso si, debía servir este doloroso proceso como algo que bajo ningún concepto puede volver a repetirse. La Macarena ha vuelto y esa es la noticia que debe resultarnos más importante. Todo lo demás pasa a un segundo plano. Esta Ciudad de nuestros amores y desvelos vive actualmente un serio deterioro identitario bajo la influencia de un turismo masivo y descontrolado. Aquí ya nadie conoce a nadie y todo se mueve en clave mercantilista. La incompetencia y la dejadez toman asiento en muchas poltronas de políticos movidos únicamente por sus intereses personales.
Los Hijos de la Judería sevillana siempre supimos que para llegar al Arco de todos los arcos debemos caminar por el callejero sevillano en línea recta. Alhóndiga, Bustos Tavera y San Luis son las calles que a modo de amorosas sendas nos llevan ante la presencia de la Esperanza Macarena. En Sevilla la vida es un paseo permanente que siempre hace deambular a las generaciones pasadas, presentes y futuras a la búsqueda de los siempre perdidos paraísos de la infancia. La Esperanza como refugio donde poder tomar resuello ante los avatares de la existencia humana. Y Dios en la ultima playa.

viernes, 5 de diciembre de 2025

Todo por duplicado


Con la gente que aprecio y que me demuestran de manera permanente que también me aprecian suelo ser bastante magnánimo. A estas alturas de la “película” de la vida ya nos van quedando muy pocos amigos como para encima poner en cuarentena a algunos de ellos. Todos tienen (tenemos) una manera peculiar de entender la vida y sus complejas circunstancias y mostrarse benevolente con los amigos se nos antoja como un ejercicio de resistencia existencial. Mi buen amigo Enrique, originario del Barrio de San Bernardo, siempre lo contesta todo por duplicado. Cuando nos vemos que, afortunadamente, suele ser con bastante frecuencia siempre me responde utilizando la duplicidad por bandera. Tú le preguntas: “Oye Enrique, ¿sabes algo de Casimiro?” Y la respuesta es: “No, hace tiempo que no lo veo…. que no lo veo”. Así todo: “¿Viste al Betis el domingo?...... “Si que lo vi… lo vi”. Lo que no me aclara es si lo vio una o dos veces. José Saramago en su excelente novela “El hombre duplicado” consigue que don Tertuliano, un profesor de historia, descubra a su doble en forma de actor. El hallazgo fue viendo una película en un cine. Desde entonces ya dedicará una parte importante de su tiempo en buscarlo. Dicen que todos tenemos un doble aunque difícilmente lo encontraremos alguna vez. ¿Y si por los avatares del destino un día nos encontramos con él? ¿No nos gustaría conocerlo y saber a que se dedica y en que utiliza su tiempo libre? Entiendo que mi amigo Enrique cuando se casó lo hizo dos veces pues el “si quiero” lo repitió. ¿Y si en el caso de Enrique el doble que todos tenemos conviviera con él formando una sola persona? Así cobrarían pleno sentido sus respuestas: primero contesta él y luego lo hace su doble.
 A efectos burocráticos había una época donde mandaba el papel y donde todo se presentaba por duplicado. Te devolvían una copia sellada y se quedaban con el original. La duplicidad como elemento corrector a través de la metafísica. Todo era por duplicado incluyendo a la vida misma. A la gente no les importaría duplicar los buenos momentos y enterrar los malos en las laderas del Monte del Olvido. Repetir las malas experiencias se nos antoja como un vano ejercicio de masoquismo. En mi primeros años laborales primaba el “papel carbón”. Se trataba de una lamina negra que se introducía entres dos folios y luego se depositaba con parsimonia en el rodillo de la máquina de escribir. De esta forma lo escrito se hacía por duplicado. Original y copia de una sola tacada. Convenía tomar por los filos esa mágica hoja negra pues en caso contrario te manchaba los dedos. Si recorres un mismo camino de ida y vuelta no haces más que recorrer la misma distancia por duplicado. Uno por uno uno y uno por dos dos. La duplicidad se nos manifiesta más que en una suma o en una multiplicación en un proceso extensivo.
Da miedo pensar que en cuanto nos rodea cobrará forma la duplicidad. ¿Alguien se imagina otro Donald Trump y a otro Putin? ¿Podríamos soportar que esta pandilla de corruptos sin alma y sin vergüenza que rodean nuestro país pudieran duplicarse ellos mismos? Preguntas y respuestas por duplicado. Cuando Enrique me dice: “Bueno Juanlu tengo que irme…que irme” en realidad se va una sola vez. Aunque siempre me deja la duda de si tendría que haberme despedido yo también un par de veces. Lo digo por quedar bien con él y con el hipotético hombre duplicado que anida en su interior.