A Manolo González profundo sevillano de otoños y primaveras
En Sevilla existe una tendencia cíclica donde se va difuminando por medidas humanas o climatológicas la belleza, la extrema belleza, que a lo largo de los siglos la han configurado como una de las ciudades más hermosas del mundo. En los últimos años ya se ha hecho realidad la desaparición del mágico Otoño sevillano. Literalmente se lo ha comido los calores pegajosos y membrilleros de Septiembre. Definitivamente la calor dura ya en Sevilla la friolera (más bien calurosa) cifra de seis meses. Tenían razón nuestros mayores cuando decían que Sevilla tenía cuatro Estaciones: el Invierno, el Verano, la de Córdoba y la de Cádiz. El Otoño sevillano es (más bien era) un tiempo de templanza donde las cosas de la vida armonizaban con la verdad de las cosas cotidianas. El largo y cálido verano es frenético por su propia naturaleza. Todo se mueve en aras de huir de lo cotidiano en busca de paraísos soñados que, al final, se nutren de la gran mentira del consumismo compulsivo. El Otoño es un tiempo propicio para la templanza y eso en Sevilla siempre son palabras mayores. No es casualidad que en Sevilla nacieran los Machado, Luis Cernuda, Bécquer, Vicente Aleixandre o Rafael Montesinos. Sevilla crea Poesía porque Ella lo es en su más profunda interiorización. Por eso en Otoño la Ciudad se reviste con sus colores más suaves para que nada enturbie el duende de sus poetas. Las tardes otoño-invernales nos retrotraen a olores de alhucema en braseros hogareños de cisco picón. Al olor de Heno de Pravia impregnado en camisetas de manga larga de Pérez Cuadrado. A los infantiles guantes de lana de Casa Peña. El Otoño nos reconciliaba con una Ciudad que marcaba este tiempo desde la sabiduría y el reencuentro. Sevilla es una Ciudad creada para la templanza y sin la necesaria quietud el temple ni está ni se le espera. Como tantas cosas, el Otoño ya no es lo que fue y, desgraciadamente, nosotros tampoco lo somos. El cambio climático nos quita este mágico tiempo donde Sevilla se mostraba deslumbrante en su recogimiento. Tardes otoñales de luz tenue de color azul-esmeralda que se mueren lentamente por las calles señoriales aledañas a la Plaza de San Lorenzo. Adiós Otoño sevillano, adiós Amigo. En tus hojas caídas por los parques y jardines sevillanos está flotando el alma de los ausentes y el recuerdo melancólico de los presentes.
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