viernes, 22 de diciembre de 2023

El pequeño tamborilero



Esta Ciudad, de nuestros amores y desvelos, siempre supo celebrar de manera gozosa y placentera las llamadas vísperas. Aun asumiendo que todo tiene un antes y un después es en los preámbulos donde Sevilla se manifiesta con un mayor grado de autenticidad. En pocas horas aparecerá en nuestros hogares una nueva Nochebuena. Tiempo donde conviven (o al menos debían convivir) el gozo de lo que celebramos (el Nacimiento del Mesías) y un acogedor entorno donde la familia siempre ocupó un lugar preferente. Puede que sea verdad que el gran problema de esta época es que, a la par que se han llenado los frigoríficos, se han vaciado los corazones. Decía y dice el villancico que “la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más”. Una incuestionable verdad ligada al ciclo de la existencia humana. Las Navidades son un recuento anual de bajas y altas. Por imperativos de la vida se van los abuelos y su sitio lo ocupan los nietos. Estas Fiestas Navideñas siempre se nos han mostrado en el mundo del Arte y la Cultura de una manera subliminal. El Cine, la Literatura, la Música (en cualquiera de sus variantes) y las Artes Plásticas han dado y nos siguen dando un catalogo de obras supremas. La Navidad se pinta, se esculpe, se escribe, se compone, se interpreta, se rueda y, fundamentalmente, se siente. Todo gira y toma forma en torno al repique del tambor de ”El pequeño tamborilero”. Cruza el valle que la nieve cubrió para adorar a Jesús recién nacido. Es muy pobre y solo puede ofrecerle el redoble de su viejo tambor. El Niño Dios sonríe complacido pues sabe que en ese tambor esta la esencia de la verdadera generosidad. La de dar cuanto se tiene sin esperar nada a cambio. La recompensa está en sentir sobre nosotros la caricia del fulgor de las estrellas. Todo mientras caminamos en busca del espíritu de la Navidad. Vivir por los que ya no están es nuestro mejor homenaje navideño. 

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