Mis hijas en un loable intento de que no pierda el tren de las nuevas tecnologías me tienen al día en estos menesteres. Para mí cualquier artilugio que esté a mi alcance y mejore mi calidad de vida siempre será recibido con los brazos abiertos. Como ellas conocen mi gran afición por el Cine y sus elementos afines me gestionan algunas plataformas de las que existen en la actualidad. Todas disponen de una amplia oferta de Cine, Series y Documentales. Todo ofrecido al por mayor y a una velocidad de consumo de auténtico vértigo. Lamentablemente observo que aquí la cantidad le gana por goleada a la calidad. Es una forma de distorsionar el Cine hasta convertirlo en pura mercadería. Se permiten apuntarnos cuales películas o series pueden gustarnos e incluso se nos anima sin tapujos a realizar algunos maratones audiovisuales. Se trata de ver de manera ininterrumpida y del tirón todos los capítulos de una Serie determinada. Mirar sin pausa a la pantalla hasta caer rendidos por el cansancio y el sueño. Si permanecemos inactivos y con las pantallas apagadas también lo estarán sus cuentas de resultados. Reconozco sin ambages que el ochenta por ciento de la oferta que recibo me resulta totalmente indiferente. Sin entrar en una impostada pose de “cultureta ” me considero más un buen cinéfilo que un voraz consumidor de imágenes en movimiento. Muchos de mi Generación nos educamos en esta materia cinéfila en la impagable Escuela de los añorados Cine Club sevillanos (en mi caso concreto en el Cine Club Vida situado en la Calle Trajano). Gente como Paco Casado, Juan Fabián Delgado, Alfonso Eduardo Pérez Orozco, Rafael Utrera o Antonio Colón nos guiaron con paso firme por los hermosos e intrincados caminos del Cine. Nos enseñaron a ver Cine con sensibilidad y espíritu crítico. Siempre encuadrado como una magnífica muestra de Arte y Cultura. Una manera mágica y humana de soñar con mundos creados desde la imaginación y con el inmenso poder de las imágenes. Historias de ficción en clave de drama o comedia para vivir momentos mágicos que previamente nos había configurado la Literatura. Historias contadas de manera sublime y siempre resueltas desde el talento y la perseverancia. Observo en las plataforma actuales que, casi siempre, lo que se nos ofrece se manifiesta en clave morbosa. Un uso descontrolado de violencia extrema (verbal y física); sexo al por mayor (venga o no venga al caso) y sustos fantasmales para la descarga de adrenalina. Las buenas películas o las buenas series deben (o debían) dejarnos un sedimento sentimental y cultural. Aguantar el paso del tiempo formando ya parte de nuestro más intimo patrimonio cultural y sentimental. En la actualidad ocurre todo lo contrario. Una película o una serie que nos parecen excelentes son amortizadas a los pocos minutos de consumirla. Un proceso compulsivo de permanente programación. Ocurre como con las comidas. Mientras comemos a mediodía ya estamos programando que vamos a comer por la noche. La duda es si actualmente lo audiovisual es un reflejo de una sociedad compulsiva o si, por el contrario, está ayudando a generar mayores cotas de desosiego. Cortan una serie en el segunda capitulo y te anuncian que los siguientes capítulos irán llegando paulatinamente en los próximos viernes. Todo reglamentado y programado en aras de un consumismo compulsivo. Las ataduras programadas en las claves de “1984. El Gran hermano te vigila” de George Orwell. La clave es ver o mirar.
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