lunes, 3 de octubre de 2011

Nosotros y ellos; ellos y nosotros



Cuando Machado, don Antonio, escribió aquello de: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón” dejó una sentencia que –desgraciadamente- el tiempo no ha hecho más que confirmar a sangre y fuego. Posiblemente estos encarnizados enfrentamientos políticos y/o sociales no sean exclusivos de la Madre Patria y, en cada país, adquiera una dimensión distinta en las formas pero idéntica en el fondo. Hoy gracias a Internet y a la fuga de cerebros de nuestros jóvenes más brillantes, sabemos –a través de la televisión- como son en realidad los distintos habitantes de este planeta llamado Tierra. En todas partes “cuecen habas” y siempre se culpa al de “la acera de enfrente” de los males que nos aquejan. Aquí y en el Japón de los samuráis. Pero, a tenor de cómo transcurren los días en nuestro país estamos en disposición de asegurar que –también en esto- somos diferentes. Los últimos días del pasado mes de julio fueron convulsos políticamente en la Comunidad Valenciana y por extensión en el resto de España. Don Francisco Camps se vio obligado a presentar la dimisión como Presidente de la Comunidad Valenciana atosigado por el cerco judicial en torno a los famosos “trajes”. Su Partido, el PP, con unas expectativas más que favorables en todas las encuestas, no podía permitir que unos trajes le terminaran “jodiendo” la sastrería entera. No están los tiempos como para jugar al “Sastrecillo valiente”. Curiosamente, y a pesar de estar imputado, Francisco Camps ganó por una holgada mayoría en los comicios celebrados el pasado mes de Mayo. Los valencianos parece ser que obviaron el tema de los “trajes” y priorizaron una excelente gestión al frente de la Comunidad Valenciana. En aquellas fechas afloró toda la artillería política y mediática – “disparando” vacuos conceptos y venenosos argumentos- de la siempre omnipresente “dualidad española”. Sobre la dimisión del señor Camps los medios afines al PSOE tiraron a matar y los que lo son del PP con balas de fogueo. Jugoso y clarificador, sociológicamente, los comentarios anexos en los artículos de opinión de la Prensa Digital. Frentismo en estado puro. Puede que sea verdad que a este sufrido país todavía le queden algunos años para que la Guerra Civil sea solo materia de estudio y reflexión. Tener opiniones distintas y manifestarlas libremente es, ni más ni menos, que la esencia de la Democracia. Caer en el exabrupto y la descalificación es otro cantar (perdón quise decir ladrar). Los políticos en su conjunto son las máximos responsables del clima de acritud que vive España en la actualidad. Todos “acatan” las sentencias judiciales (fundamentalmente las que afectan al bando contrario). Dicen: “Hay que dejar trabajar libremente a los jueces” para después cuestionarlos cuando las sentencias llaman a su puerta. Estoy convencido de que tanto el Gobierno como la Oposición están cuajados de políticos mediocres a los que solo les interesa catar el dulce sabor del Poder. ¿Qué hay muchos que priorizan los intereses ciudadanos a los suyos personales? Posiblemente, pero al paso que vamos terminaremos buscándolos con lupa. ¿En cuantos problemas esenciales para el bienestar de la gente se ponen de acuerdo Gobierno y Oposición? Pocos, muy pocos. Interesa más la refriega permanente para el desgaste del contrario. El pragmatismo ha liquidado definitivamente cuanto de nobleza le quedaba a la Política española. Que Rubalcaba, don Alfredo, después de un montón de años en la primera línea de la política, nos salga ahora con que conoce las soluciones para los duros problemas de la gente, suena sencillamente a…. (utilicen los calificativos a discreción).
Lo dicho: Nosotros y ellos; ellos y nosotros y, Machado, don Antonio, cabizbajo y atribulado paseando por los jardines del Cielo. ¡Que país!

domingo, 2 de octubre de 2011

“Privacidad, privacidad….¿que privacidad?



Últimamente y, a no dudar motivado por la Crisis, el número de llamadas caseras o mensajes vía sms han aumentado de manera considerable. Te llaman gente que ni tú conoces ni ellos te conocen a ti. Vaya por adelantado que comprendo y disculpo a aquellos que efectúan la llamada para ganarse –a no dudar- un raquítico salario. En no pocos casos son sudamericanos que posiblemente no sepan donde cae España en el mapa y no digamos Sevilla. Te suelen llamar a las horas más intempestivas. Lo mismo te llaman a las cuatro de la tarde cuando, a través de una “cabezadita”, intentas paliar los efectos cerveceros del mediodía, que a las diez y media de la noche con el consiguiente susto añadido (cuando tienes a tu madre con noventa y nueve años en una Residencia, cualquier llamada fuera de horas te pone el corazón en un puño). Tienen dos motivos fundamentales estas llamadas o mensajes. A saber: que cambies de Compañía en Internet o que tú móvil lo pases de tarjeta a contrato (no hace mucho tiempo también llamaban de los bancos para ofrecerte créditos a discreción. ¡Cosas veredes Sancho!). Citan tu nombre al completo y si la respuesta es afirmativa ya te tienen cogido por el cuello. Por una especifica cuestión de educación me cuesta un mundo mostrarme grosero con estas personas, pero la “agresividad comercial” que muestran -en no pocas ocasiones- no te dejan otra salida. Cuando desde el primer momento les dice que no estas interesado te recriminan tu falta de sentido común ante tan interesante oferta. En algunas ocasiones me han colgado de manera destemplada y, posiblemente, en otras hasta se hayan acordado de la que me trajo al mundo. ¿Qué hacer pues ante estos ataques a la intimidad del hogar, dulce hogar? ¿Les cuelgas antes de entrar en el juego? ¿Los escuchas pacientemente para que al final sean ellos los que te cuelguen a ti? No olvidemos que te llaman a tu número privado y citan tu nombre completo como si te conocieran de toda la vida. Posiblemente en toda la Historia de la Humanidad nunca hayamos estado las personas más controladas que en la actualidad. Vivimos inmersos en algo que llaman pomposamente la “Era Tecnológica” y eso tiene un alto precio que todos debemos pagar. Hoy, vía ordenadores, saben donde vives; tu historia laboral; tu expediente académico; tu estado civil actual y los pormenores de los anteriores; tus aficiones y veleidades; tu credo religioso y tus afinidades políticas; tu situación económica y social; tus preferencias futboleras o taurinas; tus gustos culinarios; el nombre de tu perro o gato (en la consulta del veterinario queda registrado) y, para ellos lo más importante: con quien operas en Internet y si todavía te empecinas en tener el móvil mediante recarga. Todo está bajo control y todo dicen que lo hacen en nombre de la libertad individual de cada persona (¿). Todos somos vigilados y controlados por el aguileño ojo del “Gran Hermano”. Los tiempos utópicos, tecnológicos y deshumanizados, que presagiaban los grandes escritores de Ciencia-Ficción se nos muestran hoy como una palpitante realidad. Todo, o casi todo, ha sido consumado y, lo verdaderamente lamentable es que han puesto a los hombres al servicio de las máquinas y no al revés (como estaba inicialmente programado). No existe hoy día una sola parcela de nuestra intimidad que no sea conocida por la implacable burocracia administrativa-política. Son los “Tiempos Modernos” denunciado magistralmente por Charles Chaplin, y que han terminado por arrancarnos el alma en aras de un progreso que solo beneficia a unos pocos.


Por eso, cuando a mediodía nos despierte el molestísimo ring, ring, ring…del teléfono no debemos pagarla con el colombiano que nos dice: “Hola señor, soy su agente de…. ¿Es usted don…..? Si soy yo, pero, ¿porque no llamas mejor a Botín o a Zapatero?”. Si lo que se trata es de dar la tabarra que se la den a los que hacen “Caja”.

sábado, 1 de octubre de 2011

María Luisa llora por su Parque



(A la “Gordi”, mi querida perra, que ya vive instalada en la eternidad sevillana del Monte Gurugú)

Dicen, creo que con buen criterio, que los parámetros que miden el nivel de civismo y cultura de los habitantes de una Ciudad consisten en: el trato que se le dispensa a monumentos, animales, parques y jardines; la limpieza y el mantenimiento de edificios calles y plazas y, lo más importante, la cohabitación en paz y armonía –dentro de las lógicas diferencias ideológicos y/o culturales- de sus habitantes. Podríamos añadir la necesaria confraternización entre tradición y modernidad y, posiblemente, tendríamos completa la baraja de la buena ciudadanía. La utopía, en definitiva, como nuestro último asidero vivencial. Cuantos amigos han tenido la suerte de visitar este verano ciudades españolas o foráneas, coinciden en que Sevilla saldría mal parada si estableciéramos cualquier tipo de comparación con alguna de las visitadas. Nuestra Ciudad está sucia, tremendamente sucia, y parece ser que aquí encontró acomodo el Reino del vandalismo. Siempre, eso si, bajo el pertinaz disimulo de nuestras autoridades y, lo más grave, nuestro ancestral pasotismo. Existen dos palabras tabú en el diccionario de nuestro querido -y ya parece que también inútil- Ayuntamiento: mantenimiento y vigilancia. Los ínfimos materiales que se utilizan en pavimentaciones de calles y plazas tienen la misma fecha de caducidad que los yogures. Todo está sujeto al parcheo y a la chapuza y las obras nunca se supervisan durante su proceso de ejecución (y nunca mejor dicho lo de “ejecución”) y, mucho menos, en la recepción de las mismas. Contrato, pago y si te vi no me acuerdo (ni quiero acordarme por si las moscas). La vigilancia no está ni tampoco se le espera. ¿Sancionar con multas a los “muchachitos”, o a sus padres, que destrozan o pintarraquean la Ciudad? ¡Vamos hombre ni que estuviéramos en tiempos de Franco! Hace un par de días me armé de valor y acompañado de un buen y andarín amigo nos fuimos a dar una “vuelta” por el Parque de María Luisa. ¡Lamentable, absolutamente lamentable, su estado de suciedad y abandono! Estas cosas, más que narrarlas, hay que comprobarlas en primera persona. Ver para creer. Entren y comprueben en que estado se encuentra uno de los Parques más hermosos e importantes de Europa. Bien cierto es que comprobamos como varios trabajadores estaban paliando algunos desperfectos pero, sin controlar el vandalismo, es “pan para hoy y…destrozos para mañana”. ¿Qué pasa en Sevilla para que esté actualmente tan sucia y abandonada? ¿Qué dirán de nosotros las numerosísimas personas que nos visitan? ¿Quién o quienes tendrán huevos de coger de una vez la escoba al revés? ¿Qué hemos hecho tantos sevillanos/as que amamos esta Ciudad para merecernos tantos mediocres en las poltronas? Se fue el “impresentable” y llegó la gran esperanza “zoidista” pero, sinceramente, poco o nada hemos avanzado. Si acaso un programado enfrentamiento electoral con la Junta. Lamento constatarlo y espero fervientemente que dentro de poco tenga que rectificar estas apreciaciones. Nada me agradaría más. ¿Qué era mucha la tarea pendiente y es muy poco el tiempo transcurrido? Vale, acepto santa paciencia como animal de compañía. ¿Me queda –nos queda- otro remedio?