martes, 29 de enero de 2013

El vértigo de las horas


Parece que fue hace un rato cuando Enero empezó su andadura como primer capítulo de este incierto y desosegante año 2013 y ya es cuestión de horas su rendición. Los días y las horas pasan a una velocidad de vértigo y, no pocas veces, dejándonos una cierta sensación agridulce en nuestro cuentakilómetros sentimental. ¿Aprovechamos en verdad la escasa porción de tiempo que Dios nos tiene asignado? Qué importa en realidad, ¿hacer más cosas o hacer mejor las cosas? El tiempo nos atrapa y nos libera para volver a atraparnos de nuevo. Es un círculo mágico vivencial donde todo queda relativizado por los avatares de los días pasados, presentes y futuros. Nada existe más cinematográfico que el humo de un cigarro. Se inhala haciendo refulgir su ascua de candela y se exhala convertido en una pequeña nubecilla de humo. Cualquier situación donde esté implícito el ser humano tiene una lectura definitiva a través de un cigarro encendido. En una reunión donde se espera algo -o a alguien- importante siempre habrá algún cigarrillo encendido. El amor; el temor; la impaciencia; la pena; la alegría; la maldad; la bondad y la duda son proclives a ser exteriorizados con una efímera nubecilla de humo. Sale de los labios después de dejar su enfermiza secuela interior (nada le salió nunca gratis al ser humano) y se hace tan volátil como la misma existencia. En el Cine fuma la vampiresa y dibuja corazones partidos en el aire. También lo hace el gángsters antes de acribillar a su presa. O el enamorado como epilogo de la culminación del amor pasional correspondido (después de la tempestad siempre viene la calma). Fuma el indio su “Pipa de la paz” antes de cortar cabelleras por doquier (siempre que los humanos “firman la paz” los gorrioncillos tiemblan en las ramas de los olivos). El Séptimo Arte sin el humo de un cigarrillo sería más “Séptimo” pero menos “Arte”. Sarita Montiel, fumaba sensualmente mientras esperaba al hombre de sus sueños y, de paso, nos hacia soñar a toda una generación. Enero se nos marcha como un cigarro cuya colilla encendida pronto será pisada sobre el suelo. Como siempre, su pistoletazo de salida fueron unas uvas y un brindis y su despedida lo será unas cuentas en números rojos. Hemos confundido gastar dinero con gastar tiempo y así nos va. Nos llegan ahora días apasionantes en una Ciudad marcada siempre por sus preámbulos. Un macro Vía-Crucis en “Febrerillo” (este año más loco que nunca). Cada llegada de una nueva Primavera es distinta, fundamentalmente, porque el vértigo de los días hace estragos en nosotros. Solo la lectura pausada; la música del alma; la naturaleza (componiéndose apaciguadamente) y el “Arte de Cuchares” consiguen que el tiempo se ralentice. Tenemos vértigo, mucho vértigo, de vernos girando en el carrusel de la vida con el paso de los días. Enero bajará mañana su telón y nos habrá dejado una nueva y solemne función en el teatrillo de la vida. Vivimos siempre con la Esperanza en bandolera y roncos por pretender que los ecos nos contesten. Nos sentimos solos y ya no tenemos abuela para agarrarnos a su mano. Nosotros, siempre nosotros, enmarañados ente el vértigo de las horas.

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