miércoles, 11 de junio de 2014

Atlantis

Hay temas musicales que te atrapan amorosamente de por vida y que forman parte indisoluble de tu patrimonio sentimental. Canciones que te retrotraen a épocas pasadas donde todo estaba por estrenarse y la ilusión era tu inseparable compañera de viaje. Hay un tema de “The Shadows” llamado “Atlantis” que se me representa como uno de los baluartes musicales de mi existencia. Lo habré escuchado a lo largo de mi vida cientos de veces y reconozco sin ambages que me produce la misma impresión que la primera vez. Me suena a veranos juveniles de excursiones domingueras a la playa con Hermandades del Trabajo y a “Pikú” de azoteas con tinajas de sangría. “The Shadows” nos sonaba fundamentalmente a nuevos aires de libertad y al convencimiento de que otro mundo –musical y social- era posible. Éramos jóvenes que veníamos de la hambruna, la represión y la miseria. Portadores de un fardo cargado de ilusiones. La música anglosajona representaba para nosotros el culmen de la modernidad y, en ella, “The Shadows” y “The Beatles” ocupaban un lugar de privilegio. Anteriormente Elvis nos había puesto en el buen camino (gracias eternas a la base norteamericana de Morón). ¡Por fin! nuestra rebeldía juvenil estaba encontrando cauces que nos llevaba a los mares de la libertad. Hablar hoy de frustraciones generacionales carece de sentido. El tiempo, cruel y desmitificador,  siempre termina arrasando con  todo y con todos. La vida es frustrante por su propio desenlace.  Fuimos felices y eso es lo verdaderamente importante. Mi generación siempre llevará a “Atlantis” en el corazón y en la memoria sentimental. No podemos caer en permanentes ejercicios de nostalgia. Vivamos el presente soñando con el porvenir. Nuestro pasado es el mejor antídoto contra la desesperanza actual. Que suene “Atlantis” una y mil veces para demostrarnos de manera fehaciente que nada está nunca irremediablemente perdido.  Todo puede –y debe- cambiar para mejor.

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