miércoles, 4 de junio de 2014

Luminosa despedida




 
No se explicar los motivos pero cuando se marcha Mayo siempre noto que ha terminado un nuevo ciclo existencial sevillano. ¡Todo lo bello ha terminado tan recientemente!  Por esta tierra el panteísmo se nutre de lo efímero y lo transforma en verdades eternas.  Lo telúrico aquí se sustenta atrapado amorosamente entre la belleza, la tradición y la fe. Mayo se enhebra sujeto con alamares por entre los olivares del Aljarafe. Se despide de nosotros de manera luminosa y nos deja resguardados por las sombras de las callejas ante el largo y calido verano. Llegarán tiempos de desbandadas y ausencias temporales. Los amaneceres de sol radiante y las noches de plenilunio marcarán la frontera que nos introduce en la quietud de las cosas. Unos pisarán la orilla de los mares soñando con la Ciudad y otros pisarán el abrasador asfalto soñando con las olas de los mares.  Mayo se nutre de lo vivido para arrojarnos en brazos de un nuevo tiempo por vivir. Sevilla siempre se mueve en círculos concéntricos para que toda vuelva siempre al punto de partida. La luz por el interior del Salvador se volverá más nítida y trasparente.  Los jardines del Alcázar serán levemente acariciados por la brisa de la mañana y adormecidos por la luna mora. Se va Mayo con la promesa, siempre cumplida, de que un día de nuevo volverá. Nosotros, en este intervalo, nos quedaremos soñando con la eterna primavera sevillana. No es una despedida triste pues en el talle lleva prendido goterones de cera, albero maestrante, lunares al vuelo y arena de los caminos. Luminosa despedida donde mi hija y mi nieta cumplen nuevas primaveras y yo cumplo ilusiones renovadas. Cantaba Sal Marina… “Mayo vino a mi ventana y se fue”.  La luz, su luz, nos atrapó para enredarnos amorosamente en el dulce y tierno abrazo de los momentos vividos.  La vida plasmada en las macetas de un balcón sevillano. Tan simple y, a la vez, tan hermoso.

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