viernes, 26 de junio de 2020

Calma chicha



El aire cálido de la tarde bambolea lentamente los visillos del salón en calma. El jilguero dormita dentro de su jaula con la cabeza medio camuflada entre el plumaje de su pecho. Mientras, el piano está cerrado a los acordes y a la vida soñando unas manos maestras que revivan la mágica música de Chopin. Un libro abierto reposa en el regazo de un anciano que dormita soñando las caricias de una mano amiga. A lo lejos suena el tañir de una vieja campana anunciando la nueva letanía. En el balcón, un gato siamés de ojos azules, se despereza como si su cuerpo fuera de plastilina. En el pasillo un viejo y cansino reloj de pared da monocorde las siete en punto de la tarde. Por entre las costuras del toldo de un patio, con grandes macetones y sillones de bambú, se cuela una tenue luz sombreada con reminiscencias a poema de Luis Cernuda. La casa, antigua y señorial, reposa entre la melancolía del ayer y la incertidumbre del mañana. Todo discurre envuelto en la monotonía del tiempo sin horas ni medidas. La vida atrapada como siempre en la lenta ruleta de la esquiva suerte de los días. El discreto encanto de la burguesía sevillana.

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