jueves, 12 de mayo de 2022

Los santos inocentes



“El futuro sólo se alumbra con la política de las luces, no con la de las sombras”  (José Luis Pardo)


Vivimos en una Sociedad donde la gente tiene la percepción de que la delincuencia tiene distintos grados (sociales) y, lo más preocupante, distintos baremos judiciales para enjuiciarla. Pocas dudas albergo que los jueces intentan desarrollar su trabajo lo mejor que pueden, con el añadido de sufrir serías carencias tanto personales (pocos jueces) como en infraestructuras (medios insuficientes). Al llegar al Gobierno ni al PSOE ni al PP les  interesó nunca dotar a la Justicia de los medios necesarios para garantizar su eficiencia. La renovación del CGPJ se ha convertido en el “cuento de la buena pipa” y ya se habla sin sonrojo de jueces conservadores o progresistas. Observamos delitos que producen una gran conmoción social y cuyas sentencias, en no pocos casos, provocan sonrojo. Queda claro que los jueces no legislan sino que su cometido es hacer que las leyes se cumplan. Escuchamos en la radio que un indeseable que conducía en sentido contrario -hasta las trancas de alcohol y drogas- se llevó por delante un coche que circulaba correctamente. El resultado fue un matrimonio y un niño de trece años fallecidos y otro de ocho años gravemente herido. El veredicto, no lo recuerdo con exactitud, creo recordar que fue el de “homicidio involuntario” o de “imprudencia temeraria”. La sentencia seguro que hizo que se moviera de su tumba al mismísimo “Espartaco”. Lo cierto es que un niño tendrá que hacerse hombre sin sus padres y sin su hermano. La funesta contrapartida es que, más pronto que tarde, el infractor volverá a subirse en un coche sin descartar que vuelva a sus andanzas jaraneras. La Sociedad lleva dos mil años intentando que exista un maridaje entre lo justo y lo legal. Parece ser que no hay manera (o intención) de conseguirlo. Desde unos años a esta parte el personal se ha aficionado a películas de “justicieros” tipo Charles Bronson. ¿Se extrañan los sociólogos y politólogos de esta tendencia? No se trata de confundir venganza con justicia pero tampoco podemos admitir que se someta a los inocentes a un doble calvario: la tragedia y el desamparo. Los filósofos de la antigua Grecia y los pensadores de la Roma imperial trataron de unir la Justicia y la Ley para que el mundo (en su variante de pueblo) se sintieran representados por sus gobernantes. A la vista está que no hemos aprendido nada. ¿Alguien medianamente clarividente se siente de verdad  representado por los políticos a los que vota? La eterna y malévola teoría de judicializar la Política o de politizar la Judicatura está hoy omnipresente en nuestras vidas y haciendas. Con la cantidad de encuestas (no pocas inútiles) que realiza el CIS no estaría de más que se le preguntara al personal que opinión tiene de los políticos y los jueces. La brecha de credibilidad entre los gobernantes y los gobernados es cada vez mayor. Ya, definitivamente, vivimos instalados en un laberinto burocrático donde salir de él es misión imposible. Los santos inocentes planeando sobre nuestras conciencias. Todo queda justificado en enrevesados artículos del Código Penal que escapan a la comprensión de la gente corriente y, sobre todo, sufriente. Los delincuentes de guante blanco se escapan de la Justicia con los guantes puestos para poder seguir robando. El problema no es que la ciudadanía no entienda a la Justicia; el verdadero problema es que sea la Justicia quién no entienda a la ciudadanía.

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