viernes, 10 de diciembre de 2010

Cancer se escribe con C de carril y de….cocedero.



Sevilla tiene en su gestión pública y ciudadana un cáncer que tiene nombre, apellidos y barba. Así lo manifestó sin tapujos quien durante algunos años fue su mano derecha (¿o era la izquierda?). Sabíamos por propia experiencia que las dictaduras son perversas por sus orígenes pero, lo que ignorábamos, es que las democracias también pueden llegar a serlo por su desarrollo. La Republica de Platón reciclada en platón de gambas blancas de Huelva. Los pactos de gobiernos son, a que dudarlo, constitucionalmente legales, pero distorsionan gravemente la voluntad de las gentes expresadas a través del voto. Cabría preguntarse y dado que el Pacto de Progreso es enormemente beneficioso para la Ciudad, ¿si el PSOE consigue la mayoría absoluta llamaría a IU para configurar una nueva versión del mismo? La respuesta está en el viento que diría Bob Dylan.

Leo hace unos días en la prensa local una jugosa entrevista con Luis Pizarro que estuvo ¡16 años! en el grupo municipal de IU. Sensatez y tolerancia a raudales las que desprende este médico hoy adjunto al Defensor del Pueblo Andaluz. Doña Soledad Becerril y Bustamante siempre le profesó un gran afecto y ambos sintonizaron –como debe ser- desde las diferencias ideológicas en beneficio de la Ciudad. Eran otros tiempos y otras actitudes alejadas del rancio sectarismo que hoy impregna la Casa Grande. Entonces los juzgados estaban muy alejados del Ayuntamiento sevillano. Les movía una autentica voluntad de servicio y no el medrar desde posicionamientos dogmáticos para mantenerse en el poder a toda costa.

Sevilla ha padecido -con diferencia- en los últimos años al peor Alcalde desde la instauración de la anhelada Democracia. Resulta patético el entreguismo a que se ha sometido y, aun más si cabe, como reclama en los estertores de su mandato un “cargo político” a su Partido por los servicios prestados. Todo antes de descolgar de la percha la bata blanca. Su pasotismo ha propiciado dejarle el timón de la Ciudad a un personajillo que rinde culto permanentemente a su propia persona. La falsa espesura del verbo culto y florido desvelada, en toda su crudeza, por una sonrisa hortera ante una jugosa fuente de mariscos. Cada uno tiene la historia que se ha labrado, y la este personaje, ayer sindicalista sin trabajadores y hoy gestor municipal sin ciudadanos, no daría ni para una sola línea.
Cuando se retire de la actividad política, que, a no dudar, será dentro de muchos, muchísimos años, figurarán miles de hojas escritas sobre su persona. Todo debido a una dejación de funciones de quien si estaba legitimado para dirigir los destinos de la Ciudad. Cada cual deberá cargar con su responsabilidad política ante el inapelable juicio de la Historia. Doy fe que ante el veredicto de esta Dama no se escapa nadie.

Queda poco, afortunadamente, para el fin de esta farsa que tan cara le ha salido a Sevilla, ¡pobre Ciudad de mis amores y desvelos! Apuesten por Zoido o por Espadas. Por Espadas o por Zoido. Cada uno que actúe de acuerdo con sus criterios y convicciones. Esa es la grandeza de la Democracia. Parece ser que ambos reúnen las cualidades que Sevilla necesita para ser gobernada. ¡Pero por los clavos de Cristo (a ser posible el del Amor), no más Pactos de Progresos¡ Quien gane el plebiscito ciudadano que no tenga excusas para no aplicar su programa electoral.
Lamentablemente quien le da cuerda a los Toma de Horas ya forma parte del grupo de los escépticos que no se creen nada. Pero por muy a oscuras que este una casa siempre quedará un resquicio para que la luz se abra paso.

Habla pueblo, habla, decía un antiguo eslogan electoral. Pues eso: hablad y además votad, para que los sectarios ocupen el sitio que la Historia hace años les tiene asignado: minoría residual en vías de extinción.

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