domingo, 23 de diciembre de 2012

La ignorancia asumida

“Velad pues, pastores; 
Adorad pues, reyes, 
su sueño amoroso 
que el mundo escarnece” 
(Luis Cernuda – Extracto de “Nochebuena cincuenta y una”-)


 Asumir que se tienen grandes -muy grandes- carencias formativas y/o culturales no es algo a lo que considerar intrínsicamente malo. Otra cosa es no disponer de inquietudes para ir cada día rellenando los grandes huecos que nuestra “alacena de conocimientos” padece. Sabernos “membrillos” con voluntad de aprender de la vida y sus circunstancias nos libera de formar parte del numeroso “clan” de los no ilustrados. En mi generación, la mayoría de los hijos de trabajadores, empezamos a trabajar de niños (en mi caso particular dos meses antes de cumplir los catorce años de edad). Pasamos por los colegios en un abrir y cerrar…de libros. En mi caso concreto, “Protectorado de la Infancia”; Colegio “San Diego”; Colegio “Mesón del Moro” y a laborar. Empezar a trabajar a edades tan precoces tenía la enorme ventaja de madurar a pasos agigantados y, el claro inconveniente de enterrar para siempre elementos formativos fundamentales. Luego algunos fuimos, a base de voluntad, alternando trabajo y procesos formativos en las llamadas clases nocturnas. Ser autodidacta no es malo ni bueno sino, la mayoría de las veces, un condicionante impuesto por el destino y las circunstancias de cada uno. Todos, absolutamente todos, podemos darle un “pase de muleta” a las circunstancias personales que marcan las coordenadas vivenciales de nuestra existencia (fundamentalmente en “edades de merecer”). Tuve la suerte de conocer en momentos puntuales a personas de especial relevancia que me marcaron el camino a seguir. Mi Tío Antonio – aparte de hacerme bético- me enseñó el saber conjugar un cierto sentido de la ética y la estética. Manuel Alonso me ayudó a formarme como “Administrativo” (Profesión de la que he vivido durante muchos años) y a saber distinguir las aficiones de los vicios. Manuel Centeno a sentir plenamente el Flamenco y a imbuirme de la “Filosofía de la vida”. Sabiendo conjugar –y nunca separar- sentimiento con conocimiento. Manuel Márquez de Castro a amar profundamente Sevilla. Conociendo su pasado; peleando por su presente e implicándote con su futuro. Posiblemente en estas cuatro personas se encuentre la quintaesencia de lo mejor de mi personalidad. Las recordaré mientras viva con cariño y agradecimiento. ¿Tengo rescoldos en el alma por lo que pudo haber sido y no fue? Sinceramente, como todos, algo habrá por ahí guardado. De joven, a que negarlo, me hubiera gustado ser Universitario y no ya de “pureta” dando cursos para mayores. Posiblemente, una de las mayores alegrías de mi vida fue cuando mis hijas se matricularon en la Universidad (yo iba a la cola de la ventanilla a gestionar los tramites de sus ingresos y tenía una extraña sensación de felicidad). He leído mucho a la lo largo de mi vida. He visto centenares y centenares de películas. He dedicado una parte considerable de mi tiempo libre a escuchar música (fundamentalmente Flamenco). Asistí –y asisto- a cuantos eventos culturales llaman mi atención. Es una lucha sin cuartel para ir rellenando esos espacios culturales y sentimentales que comentaba al principio. Reconozco, sin ambages, que cada día me alejo más de los “culturetas de salón” y, suelo ignorar la machadiana romanza de los tenores huecos (con el añadido de los coros que cantan a la luna). Imaginar mi vida sin un buen libro; una buena película o una buena porción de música es mucho imaginar. Hay una máxima en el Flamenco que dice que saber escuchar también es un Arte. Lo dejó escrito Louise Bourgeois: “El Arte es la aceptación de la soledad. La expresas empezando a ser artista”.

No hay comentarios: