lunes, 15 de julio de 2013

El rostro del dolor





Nos conmueve tu dolor por solidario
y aristas de orfandad son tus espinas.
Sevilla teje las cuentas de un rosario
con tu tunica morá por las esquinas.

Si asumimos que Sevilla es una hermosa y dolorida dama pocas dudas cabrían que su cara sería la de la Macarena. La Esperanza, siempre la Esperanza, como último reducto ante el que poder agarrarnos. Una tabla de salvación que al final nos lleve a un puerto donde impere el sosiego y la calma. La felicidad se fraguó siempre en Sevilla unida a la Esperanza. Flechas de amor disparadas dulcemente por el Arco de los arcos sevillanos. Cara y rostro al sevillano modo. El rostro de la Ciudad al que contemplamos para que al mirarlo nos sintamos menos solos y desprotegidos mora y pasa consulta en San Lorenzo. El dolor paliado y aliviado a través de la solidaridad. El Señor de Sevilla desde hace muchos siglos nos da a los sevillanos una lección diaria de comprensión y empatía. Si es bien cierto que todos los caminos nos llevan a Roma no lo es menos que en Sevilla siempre nos llevarán a la Plaza de San Lorenzo. Vamos y venimos; venimos y vamos mientras la vida nos lleva y trae cogida a nuestra mano. Un día le escuché una frase a un viejo anarquista verdaderamente lapidaria: “Yo no creo ni en Dios ni en los curas pero si Dios tiene un Hijo sin duda que será el Gran Poder”. En definitiva: un ejercicio vital de sevillanía. Por mucho que se haya escrito o dicho sobre el Gran Poder siempre existirá un nuevo hueco sentimental por cubrir. ¿Alguien se imagina la Ciudad sin el Señor?  ¿Puede ubicarse al Gran Poder en un sitio que no fuera Sevilla?  Es el rostro del dolor y el epicentro de los sentimientos más nobles de muchos corazones sevillano. Hace siglos que comenzó la Historia interminable de este romance entre el Hijo de Dios y la Ciudad. Perdurará en el tiempo prendido en las alas de los vencejos por la Plaza de San Lorenzo. Proporciona consuelo a través del dolor compartido. Es el rostro más compasivo en una Ciudad que se eterniza a través de sus ritos y tradiciones más nobles. Nunca un rostro dijo tanto con tan pocas palabras. El rostro del dolor que atiende solicito y sin pausa en los aledaños de San Juan de Acre.

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