domingo, 14 de julio de 2013

La ruleta rusa



“Quién nunca tiene miedo
no es un valiente: es un insensato.
Valor consiste en asumir el miedo
y luchar para poder superarlo”.

Recuerdo hace tiempo una entrevista que le hicieron (creo que fue en TV3) al entrenador del Barcelona, Tito Vilanova.  Comentaba como le habían detectado el cáncer que padecía y como tuvo que afrontarlo.  Le hicieron unos análisis dentro de un chequeo rutinario y los médicos vieron algo que consideraban anormal. Se los repiten de manera ya más pormenorizada y el resultado no dejaba lugar a dudas: tenía un cáncer. Dice que salió a la calle aturdido todavía por la noticia y a la espera de que los médicos desarrollaran el diagnóstico y su posterior tratamiento. Era hora punta en Barcelona y la calle estaba repleta de gente. Comenta Tito que caminaba como un zombi entre la multitud y, ante tantas personas, se preguntaba porqué le había tocado a él y no a otro de los transeúntes con los que se cruzaba. Esto es tan legitimo como humano. Ante una cuestión de cierta gravedad siempre solemos pensar: ¡Dios, mío porqué me ha pasado esto a mí! (y no a otro podríamos añadir). Un hombre joven y con un futuro esplendido como Tito Vilanova se ha tenido que enfrentar desde entonces a la dura batalla contra el cáncer (afortunadamente, y gracias a los avances científicos, el número de personas que hoy sobreviven al cáncer es muy alto). Vivimos inmersos en un cúmulo de circunstancias que, en bastantes ocasiones, son ajenas a nuestra propia determinación. Dios o el destino juegan a la ruleta rusa con nosotros sin que podamos saber si la bala está destinada a nuestra cabeza (o a la de cualquier otro).  Los seres humanos se humanizan a través del miedo a lo desconocido y se crecen cuando comprenden que la adversidad siempre será el enemigo a batir. Conocemos casos muy dolorosos acaecidos en nuestro entorno más cercano a los que siempre ponemos la apostilla de: “No se merece lo que le ha pasado” o bien “Le podía haber ocurrido a algún canalla de los muchos que andan suelto”.  Pero, la ruleta rusa no entiende de bondades y merecimientos. Si hace solo ¡clic! te salvas; si hace ¡band! ya estas jodido. Nadie puede vaticinar el infortunio y es mejor saborear cuanto la vida, en el día a día, nos ofrece. Quien vive llevando sobre sus hombros la incertidumbre termina por no vivir. Al final todos terminaremos abatidos por la ruleta rusa. No merece la penar preocuparse por lo inevitable.

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