viernes, 18 de abril de 2014

Cien años de soledad

Falleció a los ochenta y siete años de edad Gabriel García Márquez (Gabo para su círculo más íntimo). Llevaba tiempo con su salud muy frágil y hoy, en México donde residía, ha muerto el hombre para que nazca la leyenda de uno de los más grandes escritores de toda la Historia. Su biografía es apasionante y está fácilmente al alcance de quien quiera conocer la vida personal y literaria de este genio universal de la Literatura. He leído hasta en tres ocasiones sus “Cien años de soledad” y estoy por asegurar que de todos los libros consumidos -ya van unos cuantos- es el que me ha producido una mayor impresión. Nadie con inquietudes culturales debía abandonar este mundo sin adentrarse en el universo mágico de Macondo. La concesión del Premio Nobel (1982) a García Márquez representó un enorme subidón de alegría para sus cientos de miles de lectores. Parecía que éramos muchos los premiados por seguir con devoción su amplia obra literaria. Gabo García Márquez ya llevaba unos años alejado de cualquier actividad pública y había dejado que descansara definitivamente su productiva pluma en el tintero. Solo respetaba escrupulosamente el saludo que les dedicaba en la puerta de su casa a los periodistas allí congregados el día de su cumpleaños (cada seis de marzo). Se te van marchando uno tras otro referentes que mucho significaron en tu vida sentimental o en tus inquietudes artísticas y culturales. Cada vez tienes más la sensación de estar viviendo de prestado. Cada cierto tiempo estos Toma de Horas se visten de negro luto para rendir pleitesía a aquellos y aquellas que nos ayudaron a vivir y, en definitiva, a ser más felices. Sin ellos nuestra vida estaría vacía de continente y contenido. Se marcha García Márquez del mundo de los vivos y nos deja un inmenso legado literario para que siempre que lo leemos lo devolvamos a la vida. Descansa en paz admirado Gabo. Cien años de soledad para un coronel que, definitivamente, ya no tiene quien le escriba. Precisamente ayer terminé de leer “Memorias de mis putas tristes”. Gracias Gabo por tantas cosas bellas.

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