domingo, 18 de mayo de 2014

Y por apellido Rosa





Me visita Manuel Vallejo a través de la magia de mi ordenador y me canta unas Alegrías que empiezan diciendo: “Se que te llamas María y por apellío Rosa, vale más tu dulce nombre que el Pilar de Zaragoza”. Es una esplendida noche de mayo de esas que te cuesta trabajo desconectarte del Reino de los despiertos y “meterte en el sobre”. Le acompaña a la guitarra al ninguneado y olvidado Genio de la calle Padilla don Ramón Montoya. Me pongo a cavilar sobre Manuel Vallejo y el olvido al que se encuentra inmerso por parte de “nuestras” autoridades. Viene esta noche a mi encuentro la memoria sentimental enredada en tres flamencos y vallejistas de verdadero postín: mi padre, mi compadre Manolo Centeno y mi amigo de sentimientos flamencos compartidos Pepe Blas Vega. Tres sentidas y dolorosas ausencias que esta noche del mayo florido vienen a mi encuentro enredados entre los retazos de la memoria sentimental.  Mi padre y Manolo Centeno eran grandes amigos de Vallejo y compartieron con él muchas noches interminables de cante y vino. Pepe Blas Vega, desde los Madriles, estudió de manera exhaustiva su vida y su obra para dejar testimonio irrefutable de lo que representó Manuel Vallejo en el Cante Flamenco. A lo largo de mi vida he formado parte de tres comisiones para reivindicar la figura del cantaor de San Marcos.  Intentamos sin mucho éxito que la Ciudad en sus esferas oficiales y culturales honrara su memoria con un monumento en la Alameda sevillana (siempre fui partidario de situarlo en la Plaza de San Marcos). Todos fueron capotazos y engañifas por parte de nuestras autoridades locales y autonómicas. Solo consiguió Manolo Centeno, siendo Concejal de Cultura del Ayuntamiento sevillano José Luis Ortiz Nuevo, que rotularan una calle con el nombre de Vallejo en el extrarradio de la Ciudad.  Por no tener no tiene ni un modesto azulejo en la Plaza de San Lorenzo donde le cantó inmortales saetas al Señor de Sevilla.  Queda, eso si, su Cante que el paso del tiempo no ha hecho más que engrandecer.  Junto con Paco Palacios “El Pali” configuran dos de los sevillanos populares más ilustres que ni tienen monumento ni parece que lo tendrán nunca. Esta tierra nuestra es así y tratar de cambiarla se nos presenta tarea tan compleja como inútil. Con los años ya te quedan pocas ganas de gastar energías y tiempo en los despachos enmoquetados. Hace ya algunos años que desistí de emprender o colaborar en tareas quijotescas flamencas.  Manuel Vallejo no era gitano, tampoco nació en Triana, en su familia no existía ningún antecedente flamenco y, en definitiva, no era más que el hijo de un pescaero de la Plaza de la Feria que vino al mundo en la calle Padilla. Con esos antecedentes poco futuro podía tener en la Historia oficial del Flamenco. Pero, eso si, en la memoria sentimental de los buenos aficionados Manuel Vallejo siempre será inmortal.  Y eso, queridos amigos, es lo verdaderamente importante.  Donde yo te conocí / se que se llama la Alhambra / y si a mi alcance estuviera / allí me iría a vivir  contigo de compañera”.

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