jueves, 3 de octubre de 2024

Los cielos de Sevilla



“Es tanta la claridad 
 quepor tu ventana sale 
que dice la vecindad 
ya está la luna en la calle”

Sentado intramuros de mi terraza veo pacientemente como la tarde va entregando su esplendor en los brazos de la noche de los tiempos. El cielo nos muestra una gama de pinceladas rosáceas, azules y grises verdaderamente sublimes. Resultaría casi imposible que el mejor de los pintores (Velázquez por ejemplo) pudiera plasmar en un lienzo tanta belleza. Son esos momentos de introspección en que los creyentes reafirman su Fe en Dios y los que no creen dudan de su incredulidad. Observo, en un parque infantil cercano, cuatro niños ejerciendo de niños en sus juegos infantiles. Hay tres madres sentadas en un banco hablando de sus cosas que siempre se enredan con el ayer y el mañana. Todos los que por distintos avatares de la vida han tenido que abandonar la Ciudad sueñan, de manera prioritaria, con sus cielos azules. Antonio Machado en sus últimos momentos existenciales dejó escrito: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Un pequeño trozo de papel encontrado en un bolsillo de su raída chaqueta. Esta Ciudad nació para luz y en ella y con ella siempre estarán unidos los mágicos años de la niñez. Esta luz desprende tanta magia que hasta se hace visible en los grises días otoñales. Los temidos apagones “informáticos” los torea Sevilla por chicuelinas. La oscuridad total sabe que con Sevilla siempre tendrá la batalla perdida. Pepe Marchena (genio entre los genios del Flamenco) apuraba, en la Clínica Sagrado Corazón, sus últimos momentos en la Tierra de María Santísima. Isabel, su esposa y compañera, empezó a bajar las persianas de la habitación. El “Niño de Marchena” le dijo: “Isabelita miarma, no me dejes sin luz que me queda mucho tiempo que estar a oscuras”. Cuando la luz se convierte en tórrida no es por culpa de Sevilla, es por imperativos del Astro Sol que siempre tiene cuentas pendientes con nosotros. La primavera en Sevilla en un hermoso derroche de luz que consigue poner alegre a los tristes y que a los alegres se le salten los botones de las camisas. Aquí hasta los ciegos perciben la luz pues saben apreciarla en el aire que invade las calles y plazoletas. Los cielos de Sevilla que en sus enredaderas de balcones y ventanas se abren a la vida. Un palimpsesto de colores donde siempre manda el azul.

martes, 1 de octubre de 2024

Respuestas al cuadrado

Mi amigo Javier siempre lo responde todo por partida doble. Tú le dices: “Oye, ¿vistes al Betis anoche?” Te responde: “Si que lo vi, si que lo vi”. Respuestas al cuadrado. Dos por el precio de una. Indagando las cosas con paciencia casi siempre encontramos respuestas a los interrogantes que nos rodean. Javier nació con un hermano gemelo que falleció durante el desarrollo del parto. Solo él pasó con suerte del interior al exterior llevando de por vida el estigma de ser un gemelo sin posibilidad de desarrollarse en esa parcela. He llegado a la conclusión de que la duplicidad de sus respuestas viene condicionada por su hermano fallecido. Cuando se despide nunca dice adiós o hasta luego. Siempre dice: “Venga, nos vemos. Venga, nos vemos”. Cierto, volveremos a vernos…..los tres. Mi compadre Enrique es otro caso singular. Es el único que me llama al teléfono fijo pues si le hablas del móvil es como si a Drácula le mientas un crucifijo. Lo de renovarse o morir lo ha cambiado por un: antes muerto que renovado. Cuando me llama ya se que lo hace para hablar….con él solo. Lo de escuchar no forma parte de su ideario. Habla, habla y habla sin dejarte ninguna posibilidad de meter baza en la conversación. Lo dejas hablando y te vas al cuarto de baño o por un vaso de agua a la cocina y a la vuelta allí sigue con su soliloquio. Cuando se despide siempre dice: “Bueno te dejo, ya hablamos”. ¿Hablamos? Es como si hablara con un espejo. Está gente con sus peculiaridades representan para mí un fuerte e imprescindible armazón afectivo. Sin ellos la vida seria menos interesante de ser vivida. La gente es como es y no como nosotros quisiéramos que fueran. Que uno responda al cuadrado y otro sea un hablador compulsivo no hacen más que reafirmar que cada uno es cada cual. Si cambian ya no serían los mismos. Ni ellos ni tampoco nosotros.