“Pero a lo mejor he venido solo para eso: para dejar unas cuantas palabras en el aire” (Rafael Montesinos)
Ordenando hace unos días mi siempre inacabada biblioteca encuentro un pequeño libro (pequeño en su formato y enorme en su contenido) del gran poeta sevillano Rafael Montesinos. Se llama “Los años irreparables” (Editado por la Universidad de Sevilla – Colección de bolsillo). En este delicioso y sentimental libro Rafael Montesinos desgrana de una manera sentimental y reparadora su infancia por los siempre hermosos aledaños del Barrio de San Lorenzo. Allí donde vivieron y compartieron espacio sentimental para hacer palpitar sus corazones por entre el entramado de sus calles y plazoletas gente de la talla de Velázquez, Pacheco, Martínez Montañés, Leonardo de Figueroa, Romero Murube, Gustavo Adolfo Bécquer, Valeriano Bécquer, el Conde de Barajas, Antonio María Bucarelli, Juan de Mesa, Cardenal Spínola, Manuel Font de Anta, Rafael Laffón, Manolo Caracol, Fernando Ortiz, Eslava Galán, Rafael de Cózar o el mismo Rafael Montesinos. Todo un conglomerado de personas de una enorme relevancia en el mundo del Arte y la Cultura sevillana. El Barrio donde la burguesía ilustrada alcanzó sus cotas de mayor proyección social y cultural. Allí donde mejor se nos muestra una Sevilla culta y señorial siempre bajo el amparo del Señor de Sevilla. San Lorenzo, el Barrio de San Lorenzo, es un claro exponente de una Ciudad que se embelesa con su pasado sin renunciar nunca a su presente y a su futuro. El tiempo ralentizado con tardes de lecturas pausadas y mañanas luminosas donde sus calles se despiertan por entre las alfombras persas y el tintineo de las campanillas de sus conventos. Una Sevilla que sin dejar de soñar piensa y actúa.
La vida y sus consecuencias colaterales siempre diseñada entre los prólogos y los epílogos. La infancia siempre activada como prólogo existencial y que terminará por condicionar los proyectos de personas que la misma conlleva. La niñez no tiene término medio: o es un paraíso o es un infierno. Cuando los niños se mueven dentro de los parámetros que nacen del afecto y la protección con el paso de los años nunca abandonarán del todo el paraíso de su niñez. Cuando nada de esto ocurre y los niños son maltratados por canallas integrales el paraíso se convierte en un infierno. Los prólogos se diversifican entre el bien y el mal y las consecuencias posteriores, buenas o malas, serán más que evidentes. Los prólogos puede que ya estén configurando los epílogos.
Rafael Montesinos en un alarde de talento literario nos narra el prólogo de sus existencia humana. La niñez, su niñez, en el Barrio de San Lorenzo donde la nostalgia se confunde con el gozo de haber compartido con sus antecesores grandes momentos de placeres existenciales. Son los años irreparables que ya nunca volverán y donde siempre vuelven a renacer con la activación de la memoria sentimental. Prologo y epilogo como principio y fin de la siempre inacabada “novela” de la vida. La puerta de entrada y de salida de este laberinto de pasiones, emociones, intereses y oraciones que llaman el ejercicio de vivir.
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