lunes, 16 de febrero de 2009

Manolo y Encarna


Manuel Pardo Segovia tiene ochenta y cuatro años de edad. Encarnación Pelayo Lezcano ya sobrepasó las noventa y seis primaveras. Ambos viven en Sevilla. No se conocen y que se sepa nunca coincidieron bajo ninguna circunstancia. Solo tienen una cosa en común. A saber: la intima amistad que une a sus hijos Santiago y Juan Luís. Lo que si podemos decir es que la curiosa estela que Dios traza para unir a las personas, surtió efecto el pasado miercoles once de febrero del año en curso. Él entró en una fase de franco deterioro en su maltrecha salud. Llevaba dos días sin probar bocado y solo humedecía su boca alguna furtiva lágrima que resbalaba de vez en cuando por su rostro. Ella victima inclemente de la pérdida de la memoria, al levantarse aquel día sufrió una trombosis. La misma que de manera inmisericorde, ha puesto ya inminente fecha de caducidad a su fructifera existencia. Ambos se nos aparecen nimbados con la aurelola de los que se estan apagando lenta e inexorablemente. A sus velas ya apenas le quedan lágrimas de cera. Han entrado en lo que los médicos llaman fase terminal.
Ante la gravedad del estado de ambos sus sendos médicos de cabecera aconsejaron un rápido y urgente ingreso hospitalario . Los dos, Manolo y Encarna, coincidieron durante tres horas (nunca lo sabrán, salvo que se encuentren en el Cielo) en la mañana del miercoles once de febrero en el Servicio de Urgencias del Hospital Virgen del Rocío. Ella, ante lo irreversible de su situación, la reexpidieron de nuevo a su casa. Él debería permanecer allí todavía unas horas a la espera de ver cómo solucionaba “nuestra” Administracción las atenciones que precisa, y que son de justicia proporcionarle en sus últimos días. A la familia de los dos se nos dijo que dada sus avanzadas edades poco podrían hacer por ellos. A los de Encarna, que no descartasemos que en las próximas horas sufriera una nueva trombosis. A la razonable pregunta de si no sería mas conveniente tenerla unas horas en observación, nos dan la negativa por respuesta. Nos dicen…”si se le repite lo traen de nuevo y repetiremos el protocolo”.
A Manolo lo dejaron unas horas más de auténtica carambola. Al final ambas familias comprendimos –eso sí por separado- el quid de la cuestión: todo se reducía al rutinario y “eficaz” protocolo. Ahora ya nos quedaba más claro. Estamos ante una burocracia médica que posterga al médico de cabecera a un segundo plano. ¿Si una tarjeta sanitaria sirve -insertándola en el ordenador de una farmacia- para configurar la receta electrónica, porque no se crea en el SAS un sistema que acoplando la misma en el ordenador de cualquier hospital se sepa el historial médico del paciente?. Para nada, para eso ya está el protocolo.

En este pais hay que reconocer que los unicos ordenadores que funcionan a las mil maravillas son los de Hacienda. ¿Comentamos el nefasto estado informático de los Juzgados que pueden llevar a los jueces españoles a la huelga?. Cuando pasas por la triste experiencia de tener a un familiar en los servicios de urgencias hospitalarios, te das cuenta de cuanta verborrea hay en los discursos políticos de los responsables de Sanidad. Ni que decir tiene que los médicos de Urgencia no solo no tienen la menor culpa de este desmadre, sino más bien padecen -ademas de tener que trabajar en unas condiciones lamentables- el ser la diana de las justas criticas de los familiares de los pacientes. ¿Cuántos años necesitará el sistema sanitario español para estar acorde con los paises europeos más avanzados?. Por lo que vemos en algunos informativos, Sevilla –desgraciadamente- no es la excepción que confirma la regla.
Estamos en crisis.Vivimos en crisis. Padecemos la crisis. Pero no solo en la socio-económico que evidentemente es la fundamental para el sustento de las personas. Tambien tenemos crisis de politicos eficaces y solventes (que haberlos haylos aunque camuflados por los ineptos). Crisis de valores humanísticos que propician que se sume a la impotencia de ver sufrir a tus mayores, el comprobar con tristeza que no reciben las atenciones que demandan y en justicia necesitan. Se me ocurren un racimo de otras crisis latentes. Pero dejemos las uvas de la ira en el carro de la paciencia –ya infinita- y sigamos empujando con la esperanza – no nos queda otra- de que alguna vez salga el mosto de la eficacia, la reponsabilidad y lo intrinsicamente justo. Nunca olvidemos que en democracia somos los ciudadanos los que nos adentramos en el lagar para pisar el fruto de la vid. Lo que salga es tarea y responsabilidad nuestra.

Solo desear que cuando Manolo y Encarna emprendan el último viaje nos permitan recordarlos en la plenitud de sus existencias y no en sus tristes finales.


P.D. Manuel Pardo Segovia falleció el pasado domingo quince de febrero en el Hospital de San Juan de Dios del barrio de Nervión. Encarnación Pelayo Lezcano al día de la fecha sigue peleando todavía para no tener que abandonar aún la Tierra de María Santisíma.


Juan Luís Franco

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