Hace unos años, en distintas Escuelas de Arquitecturas europeas, se ponía como ejemplo al barrio sevillano de Los Remedios de lo que nunca debe hacerse a nivel urbanístico. Citaban a este núcleo urbano de Sevilla –maltratado ayer en su configuración y hoy en su desarrollo y mantenimiento- como un cúmulo de despropósitos que hacían casi imposible su sostenibilidad social y urbana. Aparte de que yo soy de los convencidos que en la actualidad y dado que es la zona de Sevilla donde mayor número de votos consigue el PP, no es precisamente considerada por nuestro Ayuntamiento como “su niña bonita”. Los estragos causados por las obras del Metro en los pequeños comercios de República Argentina, o la peatonalización de Asunción, saltándose a la torera los criterios de los residentes de esta calle, son clarificadoras al respecto. ¿Qué no se pueden hacer obras en la Ciudad sin causar perjuicios y molestias a los vecinos y comerciantes?. Evidente, pero se pueden articular medidas compensatorias para que la gente no se vea obligada a cerrar sus establecimientos para siempre. Aparte de que ya está bien de crear pantomimas como los denominados “Presupuestos Participativos”, y luego los vecinos de una pequeña plazoleta del Barrio de Santa Cruz se tengan que movilizar para defender el legítimo nombre de la misma. Por suerte para ellos don Antonio Rodrigo Torrijos es vecino de este emblemático barrio sevillano, y no estaba dispuesto a soportar que todos los domingos le dieran la tabarra.
Pues bien vuelvo a insistir sobre otra zona de Sevilla donde las barbaridades urbanísticas parecen no tener fin. Lógicamente me estoy refiriendo a la Alameda de Hércules. Curiosamente hace unos días me encontré en la Plaza del Salvador a un viejo amigo que nació, se crió y vive aún en la actualidad en la Alameda sevillana. Tomando café coincidíamos en la despersonalización a la que han sometido a este sevillanisimo entorno, y en un ejercicio a lo Nostradamus me comenta:…”pues espera que posiblemente todavía le quede la guinda a este pastel”….” ¿a qué te refieres?.....le comento; y me dice:…” a la definitiva colocación de los monumentos pendientes, el de la Niña de los Peines y el próximo de Chicuelo”. ¡Bingo!. Los han puesto juntitos delante de La Norte-Andaluza para que no pasen frío en invierno. Juntos y además revueltos. Paco Robles lo ha clavado en una frase que dice que parecen figuritas de un mueble-bar.
Sin ánimo de enmendarle la plana a nadie, la colocación de estos monumentos a artistas tan grandiosos de la Alameda sevillana estaba más que cantada. Bastaba un mínimo de rigor histórico para ubicarlos correctamente. Vamos por parte: Manolo Caracol en su antigua ubicación de espaldas a la calle Trajano y a escasos metros de una de las capillas del Cante: Las 7 Puertas. La Niña de los Peines donde estaba situada anteriormente, allí donde un día estuvo la famosa Pila del Pato y muy cercana a su casa de la calle Calatrava, donde murió y pasó con Pepe Pinto los últimos años de su vida. El monumento a Chicuelo enfrente de la casa donde vivió, y que está situada muy cerca de la que hoy ocupa majestuosamente la insigne maestra doña Adelita Domingo.
Para cuando proceda – que creo que será nunca- quedaría pendiente el de Manuel Vallejo (único cantaor poseedor de una Llave del Cante nacido en Sevilla Capital, y gran baluarte de la Alameda cantaora), este debería situarse justo delante de la Casa de las Sirenas (hoy Centro civico-cultural y que debió destinarse, al ser magníficamente restaurada, a Museo del Flamenco en Sevilla, con la incorporación del legado para la Ciudad de los enseres y recuerdos del bailaor más genial que conocieron los siglos: don Antonio Ruiz Soler, que por cierto también nació y se crió en la Alameda).
Pero nada, para que vamos a “comernos el coco”, tres sobrios pedestales, tres esculturas de distinta configuración artística y juntitos (confiemos que en el futuro algun mandatario sensato consiga que no sea para siempre) delante de la Bodega La Norte-Andaluza. Por lo menos algo es seguro, y es que no pasarán sed. Aparte de que no se puede ser más cicatero en la configuración de estos monumentos al mejor Arte de la Ciudad. Pedestal, escultura, fotito de inauguración, discurso y vamonos que nos vamos. Dirán que no están los tiempos para gastar en monumentos al estilo del de Bécquer en el Parque de María Luisa. Habría que recordarles que no todo es cuestión de dinero que también existen otras cosas como el talento y el buen gusto.
Sería interesante que muchos sevillanos conocieran el proyecto que en su día presentó -y aprobaron- mi amigo el escultor mairenero Jesús Gavira destinado al monumento al Flamenco en el Altozano. Yo he visto en su estudio el diseño que presentó y no tiene nada que ver con lo ejecutado (nunca mejor dicho) en Triana.
En fin, una vez más tocan bastos, y para aquellos que amamos de verdad esta maltratada Ciudad solo nos queda el derecho al pataleo. Que nadie dude que para el autor de estos “Tomas de Hora”, no habría nada más gratificante que ensalzar de manera permanente a nuestros administradores municipales. Pero el “catetismo” y el “clientelismo” se están adueñando a pasos agigantados de esta Ciudad, y da miedo pensar, que posiblemente mientras pongo fin a este artículo, en algún despacho municipal están “diseñando” nuevas ideas y proyectos en lo urbanístico, lo social y lo cultural. Con el agravante de que ahora disponen de más recursos para estos menesteres. ¡Que Dios nos coja confesaos”.
Pues bien vuelvo a insistir sobre otra zona de Sevilla donde las barbaridades urbanísticas parecen no tener fin. Lógicamente me estoy refiriendo a la Alameda de Hércules. Curiosamente hace unos días me encontré en la Plaza del Salvador a un viejo amigo que nació, se crió y vive aún en la actualidad en la Alameda sevillana. Tomando café coincidíamos en la despersonalización a la que han sometido a este sevillanisimo entorno, y en un ejercicio a lo Nostradamus me comenta:…”pues espera que posiblemente todavía le quede la guinda a este pastel”….” ¿a qué te refieres?.....le comento; y me dice:…” a la definitiva colocación de los monumentos pendientes, el de la Niña de los Peines y el próximo de Chicuelo”. ¡Bingo!. Los han puesto juntitos delante de La Norte-Andaluza para que no pasen frío en invierno. Juntos y además revueltos. Paco Robles lo ha clavado en una frase que dice que parecen figuritas de un mueble-bar.
Sin ánimo de enmendarle la plana a nadie, la colocación de estos monumentos a artistas tan grandiosos de la Alameda sevillana estaba más que cantada. Bastaba un mínimo de rigor histórico para ubicarlos correctamente. Vamos por parte: Manolo Caracol en su antigua ubicación de espaldas a la calle Trajano y a escasos metros de una de las capillas del Cante: Las 7 Puertas. La Niña de los Peines donde estaba situada anteriormente, allí donde un día estuvo la famosa Pila del Pato y muy cercana a su casa de la calle Calatrava, donde murió y pasó con Pepe Pinto los últimos años de su vida. El monumento a Chicuelo enfrente de la casa donde vivió, y que está situada muy cerca de la que hoy ocupa majestuosamente la insigne maestra doña Adelita Domingo.
Para cuando proceda – que creo que será nunca- quedaría pendiente el de Manuel Vallejo (único cantaor poseedor de una Llave del Cante nacido en Sevilla Capital, y gran baluarte de la Alameda cantaora), este debería situarse justo delante de la Casa de las Sirenas (hoy Centro civico-cultural y que debió destinarse, al ser magníficamente restaurada, a Museo del Flamenco en Sevilla, con la incorporación del legado para la Ciudad de los enseres y recuerdos del bailaor más genial que conocieron los siglos: don Antonio Ruiz Soler, que por cierto también nació y se crió en la Alameda).
Pero nada, para que vamos a “comernos el coco”, tres sobrios pedestales, tres esculturas de distinta configuración artística y juntitos (confiemos que en el futuro algun mandatario sensato consiga que no sea para siempre) delante de la Bodega La Norte-Andaluza. Por lo menos algo es seguro, y es que no pasarán sed. Aparte de que no se puede ser más cicatero en la configuración de estos monumentos al mejor Arte de la Ciudad. Pedestal, escultura, fotito de inauguración, discurso y vamonos que nos vamos. Dirán que no están los tiempos para gastar en monumentos al estilo del de Bécquer en el Parque de María Luisa. Habría que recordarles que no todo es cuestión de dinero que también existen otras cosas como el talento y el buen gusto.
Sería interesante que muchos sevillanos conocieran el proyecto que en su día presentó -y aprobaron- mi amigo el escultor mairenero Jesús Gavira destinado al monumento al Flamenco en el Altozano. Yo he visto en su estudio el diseño que presentó y no tiene nada que ver con lo ejecutado (nunca mejor dicho) en Triana.
En fin, una vez más tocan bastos, y para aquellos que amamos de verdad esta maltratada Ciudad solo nos queda el derecho al pataleo. Que nadie dude que para el autor de estos “Tomas de Hora”, no habría nada más gratificante que ensalzar de manera permanente a nuestros administradores municipales. Pero el “catetismo” y el “clientelismo” se están adueñando a pasos agigantados de esta Ciudad, y da miedo pensar, que posiblemente mientras pongo fin a este artículo, en algún despacho municipal están “diseñando” nuevas ideas y proyectos en lo urbanístico, lo social y lo cultural. Con el agravante de que ahora disponen de más recursos para estos menesteres. ¡Que Dios nos coja confesaos”.
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