lunes, 1 de octubre de 2012

El espíritu se serena


Ahora, cuando me siento frente al ordenador, son las 8 de la mañana de un 30 de septiembre. Estoy escuchando una magnifica interpretación del “Concierto de Brandemburgo” de Johann Sebastian Bach. Es de esas mañanas que te levantas extrañamente feliz. No te ha acontecido nada nuevo que te lleve al necesario camino del gozo. Eso si, has descansado bien y, al menos, las noticias que te llegan de tu entorno más querido no han empeorado de momento. Vivimos de sobresalto en sobresalto y tenemos la sensación de que la felicidad hace tiempo que voló de entre nuestras manos. Que duda cabe que si existe algo legitimo en la vida de un ser humano es el loable intento de buscar la felicidad. Esta solo nos llegará por medio de ráfagas ocasionales y las mismas las debemos saborear en toda su intensidad. El ejercicio de vivir siempre será un compendio de luces y sombras. Cada vida es un universo unipersonal donde se interiorizan gozos y penas. Me contaba un amigo como en un Hospital se le entremezcló la tristeza y la alegría con un intervalo de quince minutos: en la 2ª Planta falleció su padre y en la 4ª le nació su primer nieto. La muerte y la vida separada por un cuarto de hora. Primero le dijeron que había sido huérfano para después confirmarle que también era ya abuelo. ¿Qué sentimiento ganó la batalla aquel día? Posiblemente ninguno y en ellos quedaron reflejados cuanto de contradictorio tiene la existencia humana. Los placeres que te acercan a la felicidad están enmarañados en la cotidianidad. Tomar un café o una copa en buena compañía. Besar las cabecitas de tus nietos con los dulces efluvios de “Nenuco”. Ser solidario, bondadoso y noble con quienes te acompañan por estos mundos y mares de Dios. Cubrir gozoso la aventura de vivir leyendo a García Márquez, Machado, Faulkner o Cernuda. Volar con la música de Bach, Mozart o Paco de Lucía. Sentir tu alma palpitar con el quejío de Caracol; la sapiencia cantaora de Mairena o la inigualable musicalidad de Vallejo. Vibrar emocionado con el baile de Antonio Gades o Manuela Carrasco. Quedar embrujado con la magia del Séptimo Arte en la maestría de Buñuel, Coppola, Wilder o Capra. Sentir tu pie derecho enfundado en una negra sandalia pisar un año más la rampa del Salvador. Tocar el talón del Señor rozando el filo de su túnica. Verla a Ella, en toda su belleza, vestida de celeste según se entra a la izquierda por San Nicolás. Son los pequeños placeres cotidianos que tratan de secar en parte las lágrimas vertidas en este Valle de ídem. “Amar en tiempos revueltos” se nos presenta tan necesario como soñar en tiempos de penuria. Nadie escapa, tarde o temprano, al abrazo del fantasma de la soledad. Vivimos tiempos compulsos y asfixiados por los problemas que marcan nuestras vidas. No debemos -ni podemos- renunciar a nuestra necesaria cuota de felicidad. La vida es corta, excesivamente corta, como para perderla buscando la imposible inmortalidad. Pasan los años y con ellos pasaremos nosotros. Buscamos al bosque en su conjunto, sin entender que un solo árbol puede darnos la fresca sombra que necesitamos para vivir.

1 comentario:

Esperanza Jiménez dijo...

Hermoso, de verdad, pero ¡es tan difícil equilibrar la vida!. Hay días que son mágicos porque sí y uno siente por dentro que todo va bien. Pero luego están los otros, los que nos llenan de recuerdos tristes, de nostalgias, de desazón, y te sientes, como te leí antes, desubicado completamente.
Bueno, te diré seguiré leyendo. Lo que escribes me llega al alma.